Diario de Valladolid
Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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Los equipos cuyo objetivo es el ascenso o la permanencia dividen a sus aficiones en dos corrientes respecto a la Copa. Unos quieren quitársela de encima como si fuese un virus y otros piensan que es una buena forma de mantener enganchada a toda la plantilla y buscar esa taquilla milagrosa ante un grande, aunque deban franquearse unas cuantas eliminatorias para que se dé el caso.

Nunca he entendido bien a los abstemios. Si el Real Valladolid jugase la Liga, la Champions, la Copa de la Liga, la Davis y hasta la París-Roubaix, lo comprendería. Pero para un equipo cuya única exigencia es un partido a la semana y con una plantilla no amplia pero sí oxigenada, no. Ahora habrá más cabreados en el vestuario por no jugar, pues Garitano no es amigo de las rotaciones. Y un fracaso copero no es sinónimo de un éxito liguero. No hay más que ver a los equipos pucelanos que dirigieron Rubi y Mendilibar, por no ir más lejos.

Córdoba, Ponferrada y Oviedo. Tres desplazamientos en partido oficial y tres derrotas. Una vía de agua por la que puede naufragar el barco del ascenso si el capitán de la nao no sabe taponarla. Este Real Valladolid no sabe solventar errores pretéritos como que con pocas llegadas le hagan gol. O la falta de consistencia en la medular. Ahí se generan muchos de los problemas con las tarjetas, al llegar pases fáciles a jugadores sueltos. Hay que saber cuerpear y ser contundente sin ser duro.

Los pucelanos hicieron el bumerán en Oviedo. Un buen comienzodio paso al tedio hasta deshacerse al inicio de la segunda mitad, con dos goles perfectamente evitables. El primero no por un penalti inexistente, pues Toché se tira, sino porque Juanpe le concede toda la espalda. Lo del central es para hacérselo mirar, y no sólo por las dos rojas en cuatro días. Los problemas de Samuel al medir y sus pérdidas de posición tampoco tranquilizan. Ni la poca medida de Silva. La tragada de Kepa en el segundo gol debe quedarse en lo anecdótico.

La expulsión revitalizó a un Pucela que fue a por el empate y no acusó la inferioridad. Su lección de casta y coraje debe ser reseñada, pero un equipo debe apoyarse en algo más si quiere escribir su nombre con mayúsculas. Porque si el Real Valladolid había dado descanso a hombres clave, el Oviedo también.

Por eso, con el formato actual, los partidos de Copa son para ver jugadores. Y quien ha emergido con una fuerza inusitada del Tartiere ha sido Ángel. Excepto un par de fallos en entregas y comprensibles despistes defensivos, el filial soltó un partido para enmarcar. Fue un carrilero total. Defendió, apoyó por la banda a la medular, atacó sin fin, centró (asistió a Alfaro en el gol) y hasta remató. Erick Moreno hizo poco pero bueno y Tiba está lejos de su mejor nivel. Lo veremos en la Liga. ¿Dónde, si no?

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