Diario de Valladolid

PIRAGÜISMO

Una pasión compartida

El olímpico vallisoletano Juan Manuel Sánchez se ha convertido en mentor y compañero en el Canoe de su hijo Jaime, con el que comparte su afición por el Kayak

Juan Manuel Sánchez y su hijo Jaime, durante un entrenamiento en el Pisuerga.-Miguel Ángel Santos

Juan Manuel Sánchez y su hijo Jaime, durante un entrenamiento en el Pisuerga.-Miguel Ángel Santos

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Guillermo Sanz

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La historia está plagada de hijos que han seguido los pasos de sus progenitores. En la música, el cine, la política o, cómo no, el deporte siempre ha habido hijos que tienen a su ídolo en casa y deciden dar continuidad a la saga que algún día vieron reflejada en el espejo. Así podía comenzar el prólogo de ‘La familia Sánchez’ en la que de una pala de oro ha nacido una de diamante.

Juan Manuel Sánchez descubrió el piragüismo por azar (paseando por la playa de Las Moreras); su hijo Jaime lo hizo por herencia. El kayak se convirtió en un miembro más de la familia; una nodriza y una maestra que ha acompañado a dos generaciones de palistas unidos por el ADN y que comparten afición sobre las aguas del Pisuerga, donde Juan Manuel se ha convertido en maestro y compañero de su propio hijo, ambos enrolados en la nave del Canoe.

El padre dejó su firma con sus cuatro participaciones en los Juegos Olímpicos. Mientras el vallisoletano paseaba por el Olimpo del deporte, su hijo aún no había nacido pero Jaime conoce de memoria la leyenda de su padre. Sin embargo, no fue la influencia de Juan Manuel la que le llevó a embarcarse por primera vez en el piragüismo a los cinco años, sino la influencia de su hermana mayor: «Yo nunca les he empujado a hacer lo que yo he hecho, porque es muy duro. Con cinco años se montó en una piragua y comenzó a remar», recuerda el patriarca de los Sánchez, lo que subraya el joven palista: «Yo empecé porque vi a mi hermana Claudia y dije: Yo también quiero. Lo probé y me gustó».

Con el maestro en casa, los Sánchez comparten horas de entrenamiento, algo que Jaime, a sus 16 años, ya sabe que es un lujo: «Me motiva entrenar con él. ¿Qué mejor entrenador puede haber que mi padre?», pregunta retóricamente el joven palista; un sentimiento que comparte con su padre y mentor: «Es una maravilla poder disfrutar a diario, que esté entrenando conmigo, que pueda enseñarle... disfruto muchísimo», asegura el olímpico.

Jaime comparte la genética de Caronte con su padre: «Puede ser muy bueno, porque tiene buenas condiciones físicas y le gusta. La forma de remar se parece a la mía. Genes tiene, le falta tiempo de formación y trabajo pero puede llegar a donde quiera», asegura Juan Manuel.

Los entrenamientos de la promesa de la pala se han visto respaldados en el último Campeonato de España de velocidad de Pontevedra, donde logró meterse en las finales de K-1 1.000, K-2 500 y K-2 200. Poco a poco los resultados van llegando, un paso más hacia el deseo del joven Jaime: «Me gustaría ganar todas las medallas que ha conseguido mi padre y llegar a donde ha llegado él», confiesa.

Un sueño para ambos sería poder compartir embarcación; una idea que ambos kayakistas comparten y que no descartan cumplir en algún río deportivo o en alguna regata en la que la brecha generacional no les impida competir juntos. Hasta que llegue este momento, Juan Manuel seguirá en la categoría de veteranos (donde acaba de ganar el Mundial de Velocidad de Portugal en K-1 este pasado fin de semana) y Jaime continuará con su ‘batalla naval’ con los palistas del futuro; mientras, cada uno celebra las victorias del otro como propias y comparten horas y horas de entrenamiento en el río, donde Juan Manuel espera que el día en el que el aprendiz supere al maestro.

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