Diario de Valladolid
Publicado por
Beatriz S. Olandia
Valladolid

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Hace más de sesenta años que el ser humano juega a hurgar en el interior de las personas de la misma manera que un mecánico destripa los motores en busca de una pieza dañada o un conducto obstruido. Sesenta años de operaciones consideradas milagrosas en su día, casi rutinarias ya entrado el siglo XXI. Sedar, serrar, palpar, curar y seguir latiendo. Los corazones ya no son el entramado desconocido que fueran en el pasado; sin ser un músculo corriente, siendo el más perfecto de todos ellos, ahora se opera a corazón abierto sin la sensación de estar mirando cara a cara a Dios. Simplemente, dicen los médicos, se opera. Pero la distancia entre un cirujano y un ciudadano de a pie marca la fascinación por una técnica que ni entendemos ni queremos entender, quizás para preservar aún la admiración por alguien.

De esa anomalía que supone abrir en dos un tórax para manipular su interior surge lo extraordinario de la expresión que los blanquivioleta han escogido para llamar a sus huestes al campo. El José Zorrilla debe vivir un final de temporada anómalo, extraordinario, con un corazón que se parará ante una falta, un córner, un penalti en contra... y que después habrá de seguir latiendo. Ir a corazón abierto a ver al Valladolid es, en sí mismo, una redundancia, insistir en un concepto que los socios este año, y en anteriores, aprenden a base de microinfartos en la grada. Nos piden un esfuerzo más allá de lo imaginado, mientras asegura el doctor que se puede aún ser mejor y ha llegado el momento de demostrarlo. La salud coronaria de la afición agradece el tacto del míster, que ha esperado al último latido de la Segunda división para mostrar su mejor cara. Eso dice.

Lo cardíaco tiene altas dosis literarias; el castellano amasa un buen puñado de expresiones que tienen que ver con el pum-pum del pecho. Uno puede abrir su corazón a un confidente, no caberle en el pecho el corazón, encogérsele el ídem ante un suceso o una mala noticia; uno con el corazón puede hacer prácticamente lo que quiera, incluso hablar con él en la mano. Porfi Fisac, de hecho, tiene el suyo ya manoseado. El segoviano habla en plata siempre, aunque lo cierto es que el corazón le pesa más que la cabeza -ahí va otra expresión coronaria-. Dice el míster del milagro del MyWigo que sólo quiere estabilidad y cantera, y se antoja más sencillo el trago de cualquier cirujano ante la mesa de operaciones a que el club de Pisuerga cuente con esos dos atributos. Fisac lo pone fácil para quedarse pero en esta ciudad, al contrario que en la cirugía, lo sencillo es ahora lo realmente extraordinario.

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