BM Aula Cultural
Aprendiz de ‘guerrera’
Amaia Garibay ve en su convocatoria con la selección española absoluta una oportunidad de oro para aprender y seguir creciendo
La velocidad de un bala, el filo de una daga y la fortaleza de un tanque. Amaia González de Garibay tiene en su juego un arsenal. Cuando la jugadora del Aula Cultural pone sobre la mesa sus cartas el sudor corre por la frente de sus rivales. Tiene el ADN de las guerreras (como son conocidas las jugadoras de la selección) en su sangre e intentará demostrarlo tras ser llamada a filas para formar en una tropa de élite.
Un correo electrónico la enviaba, con un poco de retraso, el mejor regalo que podía desear para su 21 cumpleaños. El seleccionador nacional, Jorge Dueñas, la quería en su ejército de guerreras. El subcampeón europeo pone una pincelada vallisoletana casi tres décadas después de que Paloma Arranz, Blanca Martín-Calero y Juncal García se ciñeran a la casaca roja. Un alimento para la historia del que coge el testigo Amaia: «La verdad es que es una pasada. Todavía estoy en shock», asegura la jugadora, que admite sentir un poco de «vértigo» por un reto que afronta como una clase magistral de la que aprender.
Garibay ha ido quemando etapas hasta llegar a una de sus metas. Internacional con España desde infantil, la extremo pasó por Promesas, Juvenil y Júnior antes de acabar en la cima. Recuerda cómo en su etapa de infantil veía el balonmano de otra manera: «En esa época no quería ir a la selección de Castilla y León. Sólo quería correr y ganar a los chicos, esa exigencia no me gustaba. Un día llegó Miguel (Ángel Peñas) y me dijo que si no iba a esas concentraciones no podría ir a la española, y eso motivaba más», bromea.
Ver cómo el éxito deportivo acompañaba su carrera animó a Amaia a poner su visor en cotas más altas: «Cuando me vi ascendiendo con el sénior a Plata y luego a Honor me di cuenta de que estábamos cumpliendo los objetivos. ¿Por qué no iba a conseguir llegar a donde me propusiera? Cuando me lo creí, empecé a trabajar de ver verdad para un objetivo así», admite la correcaminos.
Tras ‘colarse’ a golpe de rock & roll en la Universiada y en el proyecto Objetivo Río, todos los caminos dirigían a Roma, al Coliseo o a la selección absoluta, donde ella quisiera. El champagne se pudo descorchar incluso antes, en el Europeo de Croacia y Hungría ante la posible baja de Eli Pinedo. «Yo sabía que era la tercera opción (tras Pinedo y Naiara Egozkue), pero yo no quiero estar ahí porque se lesione alguien, sino por ser mejor», asegura.
Amaia vela sus armas. Las pule para que brillen en un pelotón de plata. Compartirá vestuario con Marta Mangué, la primera jugadora que vio por televisión, y con otras estrellas de la constelación. La vallisoletana se concentrará en Madrid el día 16 de marzo y viajará con las hispanas a Budapest para jugar un doble enfrentamiento contra Hungría, donde espera hacer lo mismo que hace cada semana en su club de toda la vida. «Yo espero disfrutar en Budapest lo mismo que en Huerta del Rey, y seguir haciéndolo, porque aún no hemos hecho nada. Ya he llegado, pero lo difícil es mantenerse».
La extremo es una especie en peligro de extinción dentro de La Roja. Una jugadora de un club modesto no es un huésped habitual en tierra de guerreras, pero el Aula se ha ‘colado’ en la historia, un mérito añadido para Amaia: «Quizás si me hubiera ido a jugar a un equipo grande no lo valoraría tanto. Que se pueda conseguir con un club humilde dice mucho del este equipo y de lo ambiciosas que somos», entiende. .