Pablo Rodríguez y Sara Velasco se ríen en el Teatro Calderón de trepas y caciques
Los intérpretes vallisoletanos, junto a la sevillana Cristina Mateos, presentan ‘Solo queda caer’, retrato satírico de una sociedad arribista e inculta que firma Raúl Cortés
La Sala Delibes del Teatro Calderón acoge este fin de semana Solo queda caer, satírica comedia de la compañía andaluza La Periférica que, tras su estreno en 2020, y tras girar por España y Colombia, detiene su camino en Valladolid, cuna de dos de sus tres protagonistas. Son Pablo Rodríguez y Sara Velasco, que junto a la sevillana Cristina Mateos levantan este retrato de la realidad política, social y artística que firma el dramaturgo y director de escena Raúl Cortés.
Solo queda caer comienza cuando en un lugar en el que nunca pasa nada, un hecho insignificante revoluciona la vida de Zurrapa, La Parásito y El Pelele: El ‘eminente alcalde perpetuo imperial y plenipotenciario’ les convoca para un asunto aún por definir... ¿Quizá un esperado ascenso? «Eso generará un revuelo, una situación absolutamente kafkiana entre los tres, al intentar cada uno de ellos quedar por encima del resto», advierte en declaraciones a este diario Rodríguez, que da vida a Zurrapa.
El montaje, explica el actor, surgió en un momento en el que la compañía, con 20 años de experiencia, harta por la falta de apoyos a la hora de levantar nuevos espectáculos, antes que tirar la toalla decide contar, en clave de comedia, su proceso de caída. Un proceso, dicho sea de paso, que es el de muchísimos profesionales de las artes escénicas en España.
«La carcasa puede ser muy bufonesca, muy farsesca, pero el interior tiene un trasfondo brutal», matiza el intérprete vallisoletano. «Raúl crea un tipo de personajes que te puedes encontrar en la calle o en los despachos. Muy cercanos. Con un habla, una forma de decir, que aún se puede escuchar, aunque a los que vivimos en las urbes se nos olvide. Los trae a escena con maestría, con cierta poesía, sin inventarse nada», celebra el actor, que ha trabajado en compañías como Rayuela, Corsario, Proyecto 43-2, Teatro de La Abadía o la CNTC.
Lo «más grande» de Solo queda caer está en ver como cualquiera, pese a rechazar el comportamiento de Zurrapa, La Parásito y El Pelele, puede llegar a «verse reflejado».
«Es una crítica brutal. Hablamos de este país nuestro en el que vivimos, con la herencia que tenemos de hace no muchos años: el caciquismo, las envidias, el mundo de las apariencias... Estos tres personajes quieren medrar, subir y sentarse en el sillón y tener su carguillo», apunta. Aunque ese cacique puede ser cualquiera con cierta preeminencia, desde un alcalde a un empresario, por ejemplo, La Periférica pone el foco en el mundo de la cultura. «Te encuentras a gente que tiene muchas responsabilidades, que toma decisiones muy grandes y que, a veces, tiene un desconocimiento y hasta un desprecio absolutos por la cultura y el arte. La persona que tiene que decidir es alguien que no valora este oficio, que se mueve por rendimientos económicos, que pone por encima de todo su puesto, su cargo», lamenta Rodríguez.
Una fragilidad que conocen muchos profesionales de esta comunidad, casi olvidados en la periferia. Sin compañías de repertorio, con pequeños elencos, muchos se ven obligados a trabajar lejos de su tierra, como Rodríguez y Velasco, que conocieron a Cortés trabajando en La Abadía, donde Solo queda caer permaneció dos semanas en cartel.
Tras su paso por Ciudad Rodrigo y Urones, Solo queda caer recala al fin en Valladolid. «Habrá que ver por qué nos ha costado tanto llegar aquí. Pero el Calderón dinamiza, siempre escucha», concluye Pablo Rodríguez.