Diario de Valladolid

Fernando del Val erige versos ante la decadencia

El vallisoletano entrega a la Fundación Jorge Guillén ‘Ahogados en mercurio’, poemario en el que clama contra un tiempo vacío que abraza la mentira y la incultura

Fernando del Val en la plaza Mayor de Valladolid. | PHOTOGENIC

Fernando del Val en la plaza Mayor de Valladolid. | PHOTOGENIC

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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Es, dice su autor, una suerte de balcón desde el que contemplar «la decadencia» de Occidente. Siete años después de publicar Los años aurorales (Difácil), vuelve el poeta, escritor y ensayista Fernando del Val (Valladolid, 1978) a las librerías con un poemario, Ahogados en mercurio (Fundación Jorge Guillén), madurado durante más de tres lustros y con el que quiere proclamar su voluntad de resistencia ante un tiempo inconsistente, vano, fútil. «El mercurio es la oscuridad, el peligro, la muerte...  Sería el símbolo, y cada uno lo puede atribuir con las palabras que quiera, del terreno que no hay que pisar. Lo ominoso», advierte el escritor respecto de un título que alude a un pasaje de La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq.

Y uno, en sus páginas, piensa en Walter Benjamin, y en su Ángel de la Historia, que no quería mirar al progreso, al futuro, tratando de salvar las ruinas del pasado. ‘vuela en pretérito los cielos / con la cabeza vuelta / para / sabiendo de dónde viene / no perder  otra vez el norte / como una brújula de segunda mano / o mercurio al final de la vida’, apunta en el poema Hundidos en mercurio el vate, que matiza al que esto escribe. «Las ruinas, desde un enfoque eurocéntrico, que parece ahora mal visto, las veo en el presente. En la historia siempre hay ciclos y después de cada periodo de opulencia, inevitablemente, llega la caída. Yo creo que podemos aspirar a suavizarla o, al menos, debemos aspirar a ser conscientes de ella. No sé dónde veo las ruinas, si en el futuro o en este presente; en el pasado, precisamente, no: ahí veo la fuerza cultural, todo el conocimiento que tenemos detrás. Y si el pasado tiene ruinas al menos podemos contemplar su brillo», reflexiona el autor de El método Bunbury (Difácil, 2020).

‘la hora imposible / ha llegado / la extinción se impone / de una parte al menos / el todo es siempre demasiado grande’, escribe en nada más anticipatorio del fin, un poema en el que se suceden imágenes de lo inútil: nidos vacíos, vientres yermos, relojes detenidos... ‘lo natural es la piedra (...) / componiendo una ruina / en el mejor de los casos’, concluye el autor de Amanecer en Damasco (Difácil, 2005) o Espuma de alquitrán (Proyecto Arte Ediciones, 2009).

Sostiene el escritor y periodista, ganador en 2017 del Premio Ojo Crítico de Poesía, que la verdad «ha caído en el desprestigio». ‘si el arte no aspira a la verdad  / se convierte en aliado de las sombras’, advierte en las primeras páginas de Ahogados en mercurio . Avanzado el poemario, añadirá: ‘en los acantilados / quedan razones / para seguir vivos / por qué / nadie busca la verdad en las ciénagas’. «La verdad tiene que ver con lo real, no con esa realidad que es el teatro de sombras al que nos quieren conducir. Hay un uso de la mentira en distintos ámbitos: social, político, cultural... Me rebelo contra ello. Antes había un malestar en la cultura, pero yo ahora percibo un bienestar en la incultura». 

Portada del libro

Portada del libro

¿Conecta eso con la idea de un hombre que desea ser sometido, como lamenta en su poemario?. ‘el hombre contemporáneo / no soporta su inocencia / desea ser sometido’,  escribe en el hombre se enfrenta a sus posibilidades . «El ser humano tiene lo que Martínez Climent denomina instinto de sumisión. Sentimos el placer de la correa. Él lo relaciona, y estoy de acuerdo, con el pensamiento de Heidegger: el lenguaje es el ser. La patria tiene que ser el diccionario. Si nos cambian el ser por medio de las palabras nos cambian la realidad, la conexión con el mundo. Ahora, el sentimiento de culpa lleva al ministro de Cultura a querer descolonizar los museos, a decir que hay que superar el género, el eurocentrismo... Es el huequismo en estado puro. El arte comprometido también nos dice qué debemos ver. Y yo estoy en contra de eso. El arte puede tener una veta de rebelión en sintonía con la esencia del ser humano. Se pinta o se escribe contra algo o alguien, contra el poder. Ahora da miedo enfrentarse al poder, y no digamos si el poder lo encarnan los tuyos. Kafka, Quevedo, Cervantes, Dostoievski, Vila-Matas... Ellos escribieron contra alguien o contra algo. El arte no tiene que ser sumiso. El arte tiene que ser rebelde», reivindica el autor de Orfeo en Nueva York (2011), Lenguas de hielo (2012) y Regreso al Metropolitan (2013), trilogía publicada por Difácil. 

‘todo es naturaleza muerta / excepto las vocales y las consonantes’, escribe en la luz es un ángulo recto al infinito .

En Ahogados en mercurio , Fernando del Val reniega de una sociedad censora, dispuesta a convertir cualquier cosa en delito, de piel fina, pueril... Lo hace en poemas como si el deseo son mariposas o un espejo cerrado .

Y, en Ahogados en mercurio , Fernando del Val halla, pese a todo, una tabla a la que agarrarse en el naufragio. ‘el amor / tan imposible / como vencer a la muerte / dos tendencias sin embargo necesarias’, proclama en la destrucción o el amor . «Plantar cara a la adversidad te llena de energía vital. La muerte está ahí y, sin embargo, la queremos vencer, y por eso combatimos la enfermedad. Que algo no sea posible no significa que no tengamos que enfrentarnos a ello. Que el amor sea difícil no significa que no lo tengamos que abrazar», reivindica el poeta, que fija sus esperanzas «en el propio acto de resistencia, en una resignación activa» como individuos. «Creo en el estusiasmo, creo que en el querer saber la verdad hay un acto de orgullo, doméstico, que te hace mejor la vida», concluye el poeta.

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