Matisse y su arte, un bálsamo contra la adversidad

Un día, al parecer, la pintora y escritora francesa François Gilot preguntó a Henri Matisse (1869-1954) por el origen de su alegría inquebrantable. El gran maestro del fauvismo no dudó en contestar: se fundamentaba en su convencimiento de que el arte «debía intensificar todas las sensaciones susceptibles de enriquecer la vida interior de quien la contempla», una máxima que resuena estos días en la sala municipal de Las Francesas que, desde ayer y hasta el próximo 17 de diciembre, acoge la muestra Matisse. Arte en equilibrio .

« Matisse soñaba con un arte en equilibrio, de pureza, de tranquilidad, sin temas inquietantes o preocupantes, que sea para el trabajador », recordó durante la inauguración de la muestra la comisaria Helena Alonso , haciendo suyas las palabras del creador. Para el artista, remarcó la responsable de la muestra, la obra debía ejercer de una suerte de «calmante mental». Y eso es lo que pretenden transmitir las cerca de 80 obras reunidas en la sala vallisoletana, entre litografías, linograbados, aguatintas y dibujos.

Trabajos serenos y luminosos realizados, sin embargo, en los últimos años del artista, con la Segunda Guerra Mundial a punto de estallar, con el deterioro físico de un cuerpo enfermo y postrado en una silla de ruedas, tras una intervención en 1941 para combatir un cáncer intestinal. «Le costaba hasta mantener los pinceles, pero el que fuera uno de los maestros de las vanguardias, caracterizadas por su rechazo a las formas establecidas, no perdió la alegría de vivir», reivindicó Alonso. 

Tampoco le abandonó, explicó la comisaria, su pasión por el color, que siguió trabajando empleando la técnica del collage, ‘pintando’ con tijeras. Precisamente, en Francesas, se puede observar una prueba de estado –a partir de uno de esos gouaches découpées – de una de sus obras más tardías y conocidas, La tristeza del rey , trabajo simbólico sobre la vejez, donde una figura oscura se rodea de los colores de la música, la danza o la naturaleza para mitigar su melancolía. Algo anterior es una litografía para la revista Verve –también volvió a realizar para la publicación, en 1938, una reproducción de La danza –, del editor Tériade , con La caída de Ícaro , obra inicialmente realizada también con collage.

« Matisse creía que el artista debía mediar entre el hombre y el cosmos », recordó Helena Alonso. El mundo, pues, dejaría de ser menos extraño gracias al arte. En Francesas, donde se recuerda su trabajo en la Capilla del Rosario de Vence, se puede apreciar la pasión de Matisse por la literatura –hay trabajos sobre obras literarias como Las cartas portuguesas  o el Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís–, la naturaleza –las formas y colores descubiertas en su viaje a Polinesia en los años 30– o el prójimo –hay retratos de Apollinaire, también de esquimales–.