ENTREVISTA
Ramoncín: "Tengo razón, pero me llovieron las hostias"
El cantante madrileño pasa página tras su convulsa etapa en la SGAE y su crisis de popularidad con la reedición de su clásico 'Barriobajero', el anuncio de un nuevo álbum y conciertos como el que ofrece este jueves en Luz de Gas
Ramoncín pone en orden su catálogo y, después de reeditar su primer álbum, Ramoncín y WC? (1978) con motivo de su 40 aniversario, ahora le ha tocado el turno al segundo, Barriobajero (1979). Obra turbulenta, de culto en el rock español, que en su día vino acompañada de conflictos con su discográfica, la desaparecida EMI. El cantante madrileño actúa este jueves en Luz de Gas y anuncia un nuevo álbum para el año que viene.
En 1979 se suponía que usted era punk, pero escuchando Barriobajero te encuentras rock urbano, blues, atmósferas viscosas, salmos prog-rock... Es que no había nada de punk en aquel disco. Lo más punk quizá era mi voz, la de alguien que estaba empezando. Igual que el primero disco, que podía tener un aspecto punk, pero una vez tú te lo pones... Marica de terciopelo, con aquel poema larguísimo, creo que sonaba más a grupos ingleses como Bad Company.
Entonces, ¿no le influyeron las bandas nuevas de Londres o Nueva York? No, eso aquí no había llegado, aunque sí recuerdo bien el single de Sex Pistols, God save the Queen, y luego Joy Division. Pero a mí me gustaba mucho el rock tradicional. Uno de los discos que más oía era L. A.Woman, de The Doors. Barribajero tiene más que ver con Berlin, de Lou Reed, que con ningún otro disco. Canciones como Hola muñeca!, con esa atmósfera, esa oscuridad... No conseguimos encontrar el punto del todo, y nos salió Barriobajero.
Un disco conflictivo. Me peleé con EMI, con el director general, que era un sinvergüenza. Ya se puede decir porque murió. Quería pillar letras para tener derechos de autor. Por la pelea el disco se descatalogó rápidamente. Por eso ahora me he dado el gusto de reeditarlo bien, con una edición en vinilo de 180 gramos.
Vendió menos que el primero. Fue una ruina, pero se convirtió en ese disco mítico que la gente quiere tener, y luego podías verlo en una feria a un precio multiplicado por diez.
Trozos de cristal es una canción extraña.Que tema más raro, ¿eh? Era un poema que a Umbral le encantó: seremos fácilmente destruidos como frascos de perfume... Rock urbano un poco sinfónico quizá.
En todo el álbum hay un paisaje de barrio, unos personajes. Sí, el Chuli,el camello, la chica, las habitaciones... Yo había dejado la casa familiar y estaba en la Puerta de Toledo. El imaginario era ese. Uno se puede ir del barrio pero el barrio no se va de ti. Yo he vuelto al barrio otra vez. He tenido la posibilidad de ir a la zona alta, pero no he querido. Está muy bien. No es nostalgia, porque lo sigues viviendo.
Eran años inciertos en España, cuando muchas cosas estaban por definirse. Pero, para mí, Franco voló por los aires con Carrero Blanco, dos años antes de su muerte. Con aquello, aunque él firmara penas de muerte todavía, en la calle, la sensación era de esto se acabó. Su muerte nos liberó muchisimo, pero estábamos equivocados: Franco fusiló antes de morir, los de Cristo Rey iban pegando a la gente con cadenas y en el 81 hubo el intento golpe de estado. Ahí estaba yo en la lista de los que iban a fusilar. Yo, que no había estado ni en sindicatos, ni lanzando cócteles molotov, que era un tío que había hecho tres discos. En la lista, rockeros solo estábamos Miguel Ríos y yo, junto con Serrat, Víctor Manuel, Aute, Umbral, Concha Velasco, Almodóvar... Es decir, que cuando tú te creías que ya no pasaba nada, había unos tíos que estaban apuntando, y que te ponían una cruz.
Cuando oye la expresión régimen del 78 y que el franquismo sigue vivo, ¿qué piensa? Eso ha hecho mucho daño. Solo lo puede decir quien no estuvo allí. No puedo compartirlo, es imposible. Aquí se hicieron unos pactos, se aprobó una Constitución que yo no voté por la monarquía. Yo no me podía creer que íbamos a tener una monarquía. Es la única vez que no he ido a votar. En Cataluñase votó y masivamente. Se hizo un enorme esfuerzo, y alguien como Suárez, que ahora se habla de él como una figura entrañable, entonces lo poníamos a parir. El acoso de Felipe González a Suárez fue demoledor, y le daba todo el mundo: los suyos, los franquistas, la izquierda... Que casi 40 años más tarde haya personas que coreen el nombre de Tejero como héroe... Algo ha pasado que no estaba previsto, y es que aquí no hubo una revolución como en Portugal. Franco se murió en la cama. Pero cuando alguien dice que esto no es una democracia real le digo: yo te mando a una dictadura para que veas lo que es, yendo a la universidad con el pelo largo y un pendiente en la oreja en 1973.
En diciembre de 1977 tomó parte en el memorable Festival Punk Rock de LAliança de Poble Nou. ¿Cómo lo recuerda? Con la Banda Trapera del Río, Mortimer, Peligro y Marxa. Estaba en la mili y me tuve que escapar. Cuando vi a las bandas me pareció que nosotros estábamos haciendo una cosa más elaborada. Llevábamos dos baterías y dos guitarras, aún no sabíamos si queríamos ser The Grateful Dead o qué. Vi aquello divertido, pero yo quería que lo mío fuera otra cosa, no solo bronca y ya está. Con la prensa la sensación fue desastrosa.
¿Qué ocurrió? Montaron una zona para los periodistas y fui para allá porque quería hacerme una foto con Bertha, de Popular 1, que era mi musa. Me la hice, y al lado había un encuentro con muchos periodistas y vi que se estaban riendo de los chicos de las bandas. Les hablaban de una manera... Uno al verme me preguntó: y tú, ¿qué lees?. Le dije que estaba leyendo el Diccionario filosófico de Voltaire. Ahí se debieron de pensar este no es un punk que mea por ahí.
Los 80 fueron su década de mayor proyección popular, con álbumes como Ramoncinco, Como el fuego o La vida en el filo. ¿Qué parte de su obra cree que aguanta mejor el paso del tiempo? Las canciones que es como si las hubiera escrito ayer. Yo creo que el momento más potente es con Como el fuego, en 1985, aunque ya empezó en 1981 con Arañando la ciudad. Ahí yo empiezo a hacer canciones más comprometidas. En Corta! grabo con Boz Burrell, el que había sido miembro de King Crimson y Bad Company, y con Ollie Halsall, guitarrista que había tocado en Jesuschrist Superstar. Primera división. Esa gira fue demoledora. Boz quería quedarse y seguir, pero su mánager, Peter Green, que había llevado a Led Zeppelin, le dijo un día: mira, el colegio de tus hijos, la ropa que se pone tu mujer y el coche que conduces me lo debes a mí, y tienes pendientes dos discos con Bad Company y los vas hacer por las buenas o por las malas. Se quedó acojonado. Yo me quedé pensando: ser tan grande, ¿para eso? Boz murió en España, en Marbella, con 60 años. Luego, con Como el fuego el despegue fue brutal. En la Recta de lEstadi, de Montjuïc, en una Mercè, había 100.000 personas. Pero hay que pensar que no puede ser así siempre.
En los 90 hizo un parón. ¿Qué ocurrió? Grabamos el doble en directo y me di cuenta de que llevaba ya más discos grabados que años habían pasado. Me pareció que me iba a quedar seco, sin nada que contar. Habíamos vendido 400.000 discos dobles y me pidieron un nuevo álbum. Yo quería descansar. Me dijeron: da igual, graba lo que quieras. Esa frase me quedó grabada. Yo dije: ¿cómo?. Igual cometí un error, pero no volví a grabar hasta el 98 con Miedo a soñar.
Luego su imagen se asociaría a otro ámbito, la SGAE, cuando entró en su junta directiva. Tiempos de auge de la piratería y de defensa del canon digital. ¿Se arrepiente de haberse metido en aquel jardín? Es de lo único que me arrepiento en mi vida. Aunque el tiempo me ha dado la razón. Teníamos razón cuando decíamos lo que iba a pasar. Pero había aquella mezcla de desidia y de hipocresía, poniendo la boca en un sitio y la cartera en otro. Porque nadie dijo este dinero no lo quiero; nadie dejó de ingresar los derechos ni se decidió a regalar los discos. Cuando yo estaba ahí, con Teddy Bautista, la SGAE recaudaba 360 millones de euros, y en esa época la francesa SACEM, 700 millones. Hoy, la SGAE no llega a los 200, y la SACEM recauda 1.700 millones. Eso lo dice todo. Francia es un país que ha defendido sus derechos y donde todos han ido a una. Vale, tengo razón, pero me llovieron las hostias. Hubo un momento en que me sentía el muñeco del pim, pam, pum. Luego, cuando entraron en la SGAE, fueron a por el que hacía más ruido. Pero llegué a la Audiencia Nacional y se concluyó que yo no había hecho nada, que era inocente y que no había ninguna prueba contra mí. Ahí, la tensión dio un bajón. Te dejan respirar y agua pasada. Pero fue muy duro. Tiempo perdido en la vida.
Nunca dejó del todo la música. Ni en esos momentos. Solo suspendí un concierto, cuando lo de la Audiencia. Pensé en dejar de tocar, pero me di cuenta de que eso era lo que deseaban. El problema es que en este país no puede uno querellarse contra los fiscales, contra los jueces. Yo les diría: ustedes ya sabían que aquello no iba a ningún sitio. Porque al final te enteras de todo; todo el mundo habla. Creo que aquello me lo podría haber ahorrado.
¿Y ahora? Ahora estoy feliz. Sé que hay un sector de la música, de festivales, en el que jamás entraré y ni siquiera lo voy a intentar. Pero tengo un público muy concreto, que sabe lo que busca y que conmigo se va a encontrar un rock muy poderoso, afilado, con cosas que contar.
Su último disco con canciones nuevas fue Cuando el diablo canta... (2011). ¿Prepara otro? Sí, para el año que viene. No sé si adelantaré algo en Luz de Gas, porque en la compañía me dicen que canción que estrene, canción que jodo para el disco. Para el disco nuevo, pienso en el sonido que más me gusta de estos últimos años, que es el de los últimos álbumes de Ryan Adams, sobre todo el que se titula con su nombre. Un disco con una atmósfera que tenga que ver con los sentimientos, el amor y el desamor, la muerte..., y la temática social, porque defender derechos es tan importante como hace 40 años.