Diario de Valladolid

Antoine Lamarck invoca al amor frente a las heridas

El vallisoletano presenta un poemario autobiográfico, elegiaco, que es un viaje hacia la luz

Antoine Lamarck posa junto a su poemario.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS / PHOTOGENIC

Antoine Lamarck posa junto a su poemario.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS / PHOTOGENIC

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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‘Fuimos piel suave, / un lienzo en blanco esperando cicatrices’, escribe cuando apenas acaba de iniciar el poemario, cuando sus hojas aún no se han llenado de costurones, de pedazos rotos y dolor. Antoine Lamarck vuelve al catálogo de Zoográfico, tras publicar Mapas de libertad (2015), con Vida y muerte de El Hombre de hojalata, obra en la que el vallisoletano «hace estallar la costra que tapona heridas inmemoriales», como advierte en el prólogo el también poeta Jorge M. Molinero.

Y es que el vate, como si del famoso personaje de Lyman Frank Baum se tratara –esa ‘tetera vacía’ que intuye que podría ser humano de tener un corazón–, realiza su propio viaje por la memoria íntima, rescatando recuerdos de infancia, evocando enfermedades, reivindicando sensibilidades, convocando miedos antiguos, reviviendo su primer encuentro con la muerte... Y la muerte, con sus vacíos, confiere un tono elegiaco a un poemario que, pese a lo presente de las ausencias, constituye todo un canto al amor y a su poder sonador: al de la madre fallecida, al de la pareja, o al de ‘quien es capaz de crear un mundo nuevo con solo respirar’.

«En El Mago de Oz, que utilizo como metáfora global en el poemario, el Hombre de Hojalata necesita un corazón para encontrar la felicidad, para sentirse realizado. Si rascamos un poco la superficie, podemos ver cómo ese corazón estuvo siempre ahí, solo que necesitó de los mimos y el apoyo de los demás durante el viaje para poder verlo, para poder sentirlo», subraya Antoine Lamarck, que en Vida y muerte acaba por encontrar nuevos compañeros para su viaje vital, cuando hubo un tiempo tras morir su madre en el que, como recuerda, ‘no había nadie que recordara las instrucciones para arreglarme’.

REFUGIOS

«Somos como somos, en gran medida, por lo que aprendemos durante la infancia: hablo del aprendizaje emocional, de cómo nos vamos a desenvolver y relacionar en este mundo, de cómo vamos a afrontar los golpes que nos vaya dando la vida... El amor y el cariño de tus padres, el calor del hogar, es un buen refugio para curar la heridas, para salir adelante», reflexiona Antoine Lamarck –tras el pseudónimo se esconde Alberto Rivera–, que reconoce que explorar las cicatrices de antaño, con su poesía, le sirve para mantener viva la memoria del ausente. «Durante el proceso de creación de este poemario he podido descubrir partes de mí que, si no desconocía, por lo menos tenía olvidadas; he podido entender por qué soy como soy y cómo he llegado a serlo», matiza el responsable del libro, cuidadosamente editado por Rodrigo Córdoba, con unas imágenes que subliman la ruina, que parecen surgidas de un disco de Tom Waits.

Vida y muerte de El Hombre de hojalata es un viaje transformador: «Por los hechos más duros que me tocó vivir, fui poniéndome una capa metálica para protegerme del dolor. No lo hizo desaparecer, pero al menos consiguió que fuera como un recuerdo doloroso, con las consecuencias que ello conlleva: si encierras el corazón en una urna de metal, al final creerás que lo has perdido», advierte el poeta, que en la última parte lanza al lector a un carrusel emocional con tantas sombras como luces fruto de una mirada distinta, más madura. «No hay resignación, sino aceptación, porque en ella cabe el disfrute de todo lo nuevo y hermoso que está por venir, y para mí la resignación implica derrota», proclama.

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