Diario de Valladolid

Mediavilla, Gil y Geisselmann rinden homenaje a Duchamp

En una muestra con 45 creadores como Miki Leal, Maggie Cardelús, Jacobo Castellano o los artistas de la tierra Javier Ayarza, Ana Frechilla, Rufo Criado, Diego Movilla, Cristina Zelich y Vera Martín

Una imagen de la exposición en la Galería Fúcares.-

Una imagen de la exposición en la Galería Fúcares.-

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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Más de media docena de artistas de Castilla y León participan estos días en una muestra, 45 artistas con 45 museos en 45 maletas, que conmemora el 45 aniversario de la galería manchega Fúcares. Así, hasta Almagro, llevan sus obras los vallisoletanos Ignacio Gil, Julio Mediavilla y Bettina Geisselmann; los palentinos Javier Ayarza y Ana Frechilla; los burgaleses Rufo Criado y Diego Movilla; Cristina Zelich y su hija la salmantina Vera Martín. Junto a ellos, creadores como Abraham Lacalle, Bleda y Rosa, Jacobo Castellano, José Guerrero, Maggie Cardelús o Miki Leal.

La exposición está planteada como homenaje a Duchamp: los artistas invitados han desarrollado su trabajo a partir de un mismo juego de cajas de madera que remite a la Boîte en valise (La caja en la maleta) del francés, una suerte de catálogo desplegable que contiene reproducciones de sus obras de arte como su versión de la Gioconda con bigote y perilla L.H.O.O.Q, otras pinturas como Desnudo bajando una escalera y Apolinère enameled, o su célebre urinario.

Parte del desembarco castellano y leonés en Almagro ha llegado capitaneado por Ayarza, vinculado al espacio desde hace una década. El artista palentino entregó las cajas que le había dado el director del espacio, Norberto Dotor, a Frechilla, Zelich, Geisselmann, Gil o Mediavilla, para que desarrollaran su obra.

«La exposición lleva gestándose casi desde principios del año. Ya en su 40 aniversario hizo otra colectiva con colaboradores de la galería», recordó Ayarza en declaraciones a este diario. «En esta ocasión todos hemos partido del uso de cajas de distintos formatos, salvo algún caso en el que se ha recurrido, por ejemplo, a una maleta, o al trabajo con vidrio y acero como en el caso de Geisselmann», matizó el palentino, que destacó la libertad que ha tenido cada artista para llevar su obra donde ha querido.

En el caso de Ayarza, un artista acostumbrado a reflexionar sobre el territorio desde la fotografía, se ha desmarcado de su línea habitual de trabajo para reflexionar sobre el legado de Duchamp, creando una especie de juego (Be Marcel Duchamp).

En su propuesta, Ignacio Gil hace su particular homenaje a Étant donnés, obra en la que Duchamp invitaba a descubrir una sugerente escena a través de una mirilla. En La retina horadada el vallisoletano, en sus cajas, crea una suerte de celosía desde la que vislumbrar los colores primarios de la luz. «En línea con mi trabajo más reciente, donde el lenguaje pictórico se sustancia en una poética objetual, esta pieza plantea una doble evocación. Por un lado, el sugerente juego dual de la ocultación revelación, mezclado con una cierta ilusión cinética y, por otro, las innumerables ventanas abiertas por la obra duchampiana para la creación contemporánea», advierte en declaraciones a este diario.

En Un projet dans une valise –una «caja escénica» panelada en su interior con una imagen retro iluminada, que rodea una plataforma giratoria que soporta el objeto a intervenir– Mediavilla también toma como inspiración la citada obra. «He querido homenajearle desde una perspectiva dadaísta, poniendo el foco en su instalación Étant donnés y en el acto implícito de observar, incorporando la imagen en movimiento por la que tantas veces se interesó a lo largo de su vida, estableciendo relaciones de empatía con mi trabajo y por supuesto, permitiéndome cierto grado de ironía», subraya el artista.

Finalmente, y también aludiendo a su obra póstuma, en Matar a Duchamp Geisselmann reúne seis cajas de vidrio y acero, «una especie de urna funeraria desplegada para expresar la dificultad de materializar el impulso freudiano de matar al padre». «La transparencia del vidrio y la opacidad del metal establecen un diálogo de reflejos y espejismos que sitúan al espectador en un laberinto. Como en un juego de muñecas rusas en la búsqueda continua de un final, de una salida, la herencia parece replicarse una y otra vez», advierte la alemana afincada en Valladolid.

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