Diario de Valladolid

KARRA ELEJALDE

«Unamuno estaba enfadado permanentemente con Dios»

Actor. Protagoniza ‘Mientras dure la guerra’, la última película de Amenábar en la que interpreta a Miguel de Unamuno y que reconstruye los últimos meses de vida del filósofo, novelista y rector de la Universidad de Salamanca, desde el golpe de Estado de Franco, hasta su muerte en diciembre de 1936

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Ana de la Fuente

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Mientras dure la guerra, la última película de Alejandro Amenábar en la que el cineasta reconstruye los últimos meses de vida de Miguel de Unamuno, llega a las pantallas este viernes. El pasado fin de semana se presentaba en el festival de San Sebastián donde compite por la Concha de Oro. Karra Elejalde (Vitoria 1960) da vida al filósofo y escritor en lo que considera uno de sus mayores retos profesionales.

Pregunta.– Tras su presentación en el Festival de San Sebastián, todos los comentarios sobre su interpretación han sido unánimes: Grande Karra/Brillante Elejalde/ Volcánico y grandioso Unamuno... ¿Qué siente?

Respuesta.– Agradecimiento y alivio. Cuando acepté este trabajo se mezclaba la ilusión, el miedo, el vértigo y la responsabilidad y dije: ¡Hay que echar huevos! Ahora, cuando veo el resultado, me quedo más tranquilo pero sería injusto no hablar del trabajo que hacen todos mis compañeros. Nuestro trabajo es como una pelota que va y viene y los grandes actores te hacen mejor actor.

P.– Cuesta un poco imaginarse a un tipo tan contenido y seco como era el escritor después de haberle visto en su papel de Koldo en Ocho apellidos vascos. ¿Le gustan los retos? ¿Cómo se preparó para esta película?

R.– Yo soy actor y me encanta que me den personajes que sean radicalmente diferentes. Me gusta transformarme en lo físico, en los gestos, en la voz... He leído obras de Unamuno y te encuentras de todo. Hay cosas que son un peñazo y otras en las que puedes estar más o menos de acuerdo. Pero lo que más me interesaba era lo que decían de él los contemporáneos de la época. Y decían que era engreído, orgulloso, cascarrabias, huraño y que le costaba mucho pedir disculpas. Su familia decía que era tierno y maravilloso. Tenía que entender su unamunismo y su particular modo de ser católico estando siempre enfadado con Dios. Y hay una cosa que me llamó mucho la atención: la carta que le escribió a un chileno hablando de su condición católica. Ahí están todos sus mantras. Amenábar, además, me ayudó mucho. Es un director exquisito que te habla de adjetivos y eso es lo que necesitamos los actores. Y también ha sido muy importante en esta película el maquillaje. Si no te ves y no te crees, es muy difícil que lo hagan los demás.

P.– Uno de lo momentos cumbres de la vida de Unamuno fue cuando pronunció la sentencia ‘Venceréis pero no convenceréis’ enfrentándose a Millán-Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Amenábar dice que con esa expresión el escritor «la lió parda»...

R.– Unamuno era un hombre que odiaba la muerte. Se le murió un hijo con cinco años. Era un existencialista, un vitalista, un católico que estaba permanentemente enfadado con Dios. Inspiraba y expiraba intelectualidad, misticismo y religión en una misma esfera. Y hay que imaginarse a un hombre así en el momento en que en el Paraninfo de la Universidad de la que era rector escucha ‘Viva la muerte’ o ‘Muerte a los intelectuales’... Pero a mi todavía me parece que es mucho más interesante la que pronunció después: ‘Para convencer hay que persuadir’. Esto es lo que les falta a los políticos de hoy.

P.– Porque la película bucea en la España cainita del 36 pero acaba emergiendo en la de 2019...

R.– Los políticos de ahora no saben convencerse, no saben persuadirse, no saben sentarse en una reunión sin hacer algunas concesiones. Uno no se puede levantar de una reunión ocho veces siguiendo enrocado en su postura. Es lo que pasaba en aquella España y ahora, de alguna manera, seguimos siendo herederos subisidiaros de todo aquello. Si en una mesa se sienta uno de color blanco y otro de color rojo, tiene que salir un rosa. Si cada uno sigue enrocado en sus ideas no prosperaremos nunca. Hay que saber tender puentes, entender que se acabó el bipartidismo, aprender a convivir y hacer concesiones. Vivimos en un espacio común y no nos queda más remedio que ceder. Mientras dure la guerra hace alusión al tema vasco y catalán y en algunas cosas, a lo largo de estos 83 años, no nos hemos movido ni un milímetro. Hay que avanzar y empezar a hacer esfuerzos para llegar a puntos en común.

P.– En el último debate de investidura, el célebre ‘Venceréis pero no convenceréis’ fue citado por partidos tan diferentes como Esquerra Republicana, PP o Vox para apuntalar sus posiciones políticas.

R.– Ya llevamos tiempo de usurpación de eslóganes o de mantras. Imagínate una manifestación de empresarios capitalistas diciendo ‘El pueblo unido jamás será vencido’. Hay veces que me quedo ojiplático con lo que oigo. No se puede torear al pueblo porque se nos están inflando los huevos y al final va a ir a votar s.p.m.

P.– ¿Se imagina qué pasaría actualmente con un intelectual como Unamuno lleno de contradicciones y capaz de cambiar de opinión si hace falta frente a esta sociedad que se resiste a dar su brazo a torcer?

R.– Él se permitía el lujo de equivocarse todo el tiempo. Sólo Dios era infalible. Era un hombre que daba muchos bandazos, pero porque consideraba que el hombre ha llegado a ser lo que es por el procedimiento de ensayo y error. A él no le daba miedo investigar y ensayar. Lo hacía con vehemencia y se pegaba trompicones de cojones pero se restañaba las heridas, adoptaba la nueva medida y seguía adelante. Como ya he dicho en alguna ocasión, considero que hacen falta más Jorges Vestrynges en la política. Y me refiero a las dos partes. Si la política es el arte de convencer, de persuadir y de razonar, me encantaría que hubiera políticos que se fueran de un partido a otro tanto de izquierda a derecha como de derecha a izquierda. Pero en España nos cuesta mucho reconocer nuestras equivocaciones. Somos muy cabezones. En Mientras dure la guerra, Amenábar hace una radiografía estupenda de España. Él ha reflejado qué, como, y lo que éramos, invitando también a pensar y decidir qué, como y quiénes vamos a acabar siendo.

P.– Unamuno decía que el silencio «es la peor mentira». ¿Hay una eterna batalla entre los principios y el miedo?

R.– El miedo es irracional. En la guerra, muchas veces la gente no tenía muy claro por qué se mataban entre ellos. Las heridas no se han cerrado del todo. Las cicatrices aún permanecen y, de alguna manera, seguimos siendo herederos subsidiarios de aquella contienda.

P.– La Fundación Millán-Astray ha denunciado las «mentiras» y el tratamiento que se da al militar.

R.– Amenábar ha hecho un trabajo metódico y riguroso y ha tenido asesoría histórica y militar. Además, yo creo que primero hay que ver la película.

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