Diario de Valladolid

CASA REVILLA HASTA EL 27 DE OCTUBRE

Vicente Escudero baila y pinta en Revilla

Una exposición muestra las facetas como pintor, actor y escritor del vallisoletano que universalizó la danza

-PABLO REQUEJO / PHOTOGENIC

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Ana de la Fuente

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«A mi juicio, el ‘ballet’ español no existe ni ha existido nunca. En esta época de confusionismo, donde el público se divierte pero no se emociona, a cualquier cosa de concesiones espectaculares se le llama ‘ballet’. Los bailarines están obsesionados por el temperamento, la acrobacia y la velocidad. Lo que menos les preocupa es el estilo, la estética y la plasticidad». Son palabras de Vicente Escudero (Valladolid 1888- Barcelona 1980) que reflejan el inconformismo, la claridad de pensamiento, el perfeccionismo y la obsesión por un arte que él hizo universal. Pero no sólo fue un revolucionario del baile y del flamenco, también fue un creador total, un hombre del Renacimiento en pleno vanguardismo del siglo XX. Bailaor, bailarín, coreógrafo, pintor, escritor, cantaor, conferenciante y actor. Ahora, la sala Revilla analiza la figura de este vallisoletano universal con una dimensión más profunda en la exposición Vicente Escudero.

Bailarín y bailaor. Testimonios de un creador vallisoletano y universal en la que puede contemplarse su transcendencia profesional y mediática.

Así, la Sala Revilla reúne hasta el próximo 27 de octubre una colección de recortes de prensa nacional e internacional, programas de mano de los grandes teatros, documentales y películas en las que participó, dibujos en los que hace guiños a Picasso o Miró, fotografías de su vida o sobre los escenarios firmadas por Man Ray, Richard Avendon o Colita, entre otros, e incluso hasta dos cromos.

No faltan en la sala sus ‘mandamientos’ del baile: Bailar en hombre. Sobriedad. Girar la muñeca de dentro a fuera con los dedos juntos. Las caderas quietas. Bailar asentao y pastueño. Armonía de pies, brazos y cabeza. Estética y plástica sin mixtificaciones. Estilo y acento. Bailar con indumentaria tradicional. Lograr variedad de sonidos con el corazón, sin chapa en los zapatos, sin escenarios postizos y sin otros accesorios.

Un decálogo que sienta las bases del flamenco puro, que deja patente su claridad de pensamiento, aunque en esta enumeración desliza alguna que otra falta de ortografía. Esta ‘falta de escuela’ era una de sus grandes preocupaciones que no dudó en transmitir a Unamuno, con quien mantuvo una estrecha relación. «Verá usted, Escudero -le contestó el escritor-. En realidad la ortografía es solamente un estorbo. Usted tiene cosas más importantes de qué preocuparse».

En su día se llego a decir de él que era en el baile español lo que Falla en la música y Picasso en la pintura. Pero Vicente Escudero no sólo dedicó al baile su capacidad artística. Testimonios de un creador vallisoletano y universal refleja su talento en el cine -rodó varias películas, una de ellas en el Museo Nacional de Escultura donde danza junto a tallas de Berruguete o de Juni-; en la literatura -escribió varios libros- o en la pintura y el dibujo. Eso sí, era un pintor de baile. Escudero llevaba dentro el ritmo, el color y la plástica. Por este motivo, en todos sus dibujos aparecen escenas flamencas y ágiles bailaores marcando todo tipo de palos y que permiten descubrir a un artista infrecuente, rompedor e intuitivo. Un creador que plasma en sus cuadros lo primero que ve en su imaginación. Y aunque él siempre declaraba que no sabía dibujar ni pintar, Joan Miró siempre alabó sus obras. «Esa ignorancia que en mi propio arte, el baile, sería una terrible limitación, es la que me permite plasmar con toda libertad mis ideas», decía.

Ahora esta exposición, que podrá visitarse hasta el 27 de octubre, se asoma al mundo que le tocó vivió, a su danza y a su pintura que también baila.

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