Diario de Valladolid

El MPH juega con el espacio, la ruina y el paso del tiempo

El museo explora distintos lenguajes del arte contemporáneo con la inauguración simultánea en tres salas y la Capilla de exposiciones de Mercedes Mangrané, Irene de Andrés y Elena Aitzkoa

Elena Aitzkoa, Irene de Andrés y Mercedes Mangrané posan ayer en el Museo Patio Herreriano.-PABLO REQUEJO  - PHOTOGENIC

Elena Aitzkoa, Irene de Andrés y Mercedes Mangrané posan ayer en el Museo Patio Herreriano.-PABLO REQUEJO - PHOTOGENIC

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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El tiempo, que derriba mitos hasta convertirlos en esqueletos de óxido y escombros. El tiempo, que transforma la apariencia de paisajes y paisanajes con el reposar y el entrelazar de distintas memorias, deshechos o sedimentos. El tiempo, inaprensible, que asienta sobre el lienzo materia pictórica creando volúmenes heridos, atrapando luces, proyectando sombras... El Museo Patio Herreriano inauguró ayer tres nuevas exposiciones protagonizadas por Irene de Andrés (Ibiza, 1986), Elena Aitzkoa (Apodaka, 1984) y Mercedes Mangrané (Barcelona 1988). El tiempo y, en cierta medida, la ruina, entretejen parte de sus relatos.

«Nos interesa abordar, en toda su variedad, los distintos lenguajes del arte contemporáneo y mostrar las líneas maestras de los temas que se abordan hoy», advirtió antes de la inauguración el director del MPH Javier Hontoria. Vídeo, fotografía e instalaciones para un arte con afán documental. Escultura de carácter performativo. Pintura sutil, casi táctil y evocadora que, en la marginalidad de su encuadre abstracto, dialoga con la arquitectura.

La artista y poeta Elena Aitzkoa transforma la Capilla de los Condes de Fuensaldaña en un paisaje de cuerpos extraños con Zarza Corazón, en un pequeño «microcosmos» que invita a ser recorrido. «Me interesa la experiencia del vivir como un presente continuo en el que todo se resignifica, ya sea un fósil que encuentro paseando o un objeto vulgar de mi día a día», explicó la creadora a este diario mientras paseaba junto a piezas como Corazón, Mar Plutón, Oxígeno, Liquen, Zarza Amarilla, Cisne o Zorro. Esculturas que parecen restos de un naufragio, ensambladas con elementos naturales, con telas y objetos cotidianos como tazas, que la artista pinta.

Crea Aitzkoa una suerte de atillos, o compone figuras que evocan caparazones o cavidades en la tierra en cuyo interior la vasca silba y juega. «Es importante que quede el gesto de cómo han sido hechas, como sometidas a una serie de catástrofes involuntarias, sin premeditación a la hora de crear sino desde el diálogo continuo con las formas, los colores y las texturas. Hay rupturas y trasvases entre las piezas, un hacer y deshacer. Se crea un cierto ecosistema en el que las piezas encuentran cierta familiaridad entre sí al haber experimentado acciones conjuntas», señaló la responsable.

La obra pictórica de Mercedes Mangrané reunida en Asir, con media docena de cuadros inéditos y el resto realizado en los dos últimos años, también busca enraizar en el espacio que acoge la serie, la sala 9, con sus propias resonancias arquitectónicas; y, como en el caso de Aitzkoa, también elude la planificación, también nace de un hacer y deshacer con la materia. «No me interesa mucho la literalidad de la imagen, sino evocar», reconoció antes de la inauguración la catalana, dueña de una abstracción porosa y cargada de pasta, que es arrastrada sobre el pequeño lienzo con la rotundidad de una espátula que hiere, araña, tira ángulos o afila aristas.

«Mi pintura tiene elementos que pueden recordar muros, recovecos y rincones destruidos, pero también tiene algo de piel» advirtió mientras contemplaba Pliegue, una pintura con un matiz más sensual en el uso del color, del volumen generado.

En Asir hay tensión. Está el contraste de unas geometrías desordenadas, contenidas en una cuadrícula ordenada que parecen aflorar tras un estallido, como el cristal que se rompe sin abandonar el marco que lo retiene. Y está el esfuerzo por hacerse visible, como en Penumbra. Dormitorio 2, la pintura más oscura de una serie caracterizada por la luz. «En el arte me gusta un punto de ternura quebrada: ver la honestidad en los gestos, en la composición; que no todo esté controlado, que haya algo que escape. Y Asir trata de cosas que escapan, como la luz o la penumbra, que trato de atrapar desde la materia de la pintura», resumió.

Documental

En las salas 1 y 2, Irene de Andrés expone por primera vez al completo Donde nada ocurre, una investigación sobre cómo el turismo transformó la cultura y el paisaje de su isla; un proyecto que comenzó con el anuncio en 2011 de la demolición de las ruinas de la discoteca Idea. «Ese espacio comenzó a construirse en 1987, pero nunca se remató por falta de licencia. Era algo muy bien concebido, que nunca sirvió para nada», recordó. Un destino compartido.

«El sueño del paraíso acabó pervertido», sentenció la autora, que si en el primer espacio recupera la memoria sonora de las desaparecidas Idea, Festival Club, Heaven, Glory’s y Toro Mar, con videocreaciones en las que Dj Nano, Alfredo Fiorito o Lucas Bolaño recrean sus antiguas sesiones a los platos –una vieja bola de espejos proyecta sus destellos sobre las paredes oscuras de la sala–, despliega en el segundo viejos vinilos, afiches, planos, maquetas y fotografías de las citadas salas de fiesta. La hemeroteca del Diario de Ibiza, de cuyas páginas se sirve la balear para detallar la caída de esos iconos populares, enlaza ambas salas.

«Esos espacios tienen una relación muy fuerte con los inicios del turismo en la isla», subrayó De Andrés. A Ibiza, recuerda la artista, llegaron en los años treinta atraídos por sus encantos naturales y «por su silencio» Walter Benjamin, Albert Camus, Man Ray o Tristan Tzara. Después, el boom, el turismo masivo, la fiesta, el ruido, la transformación del lugar.

Espacios como templos venidos a menos, a la nada, como sus tentaderos que hoy parecen ruinas de un anfiteatro clásico. No en vano recrea la responsable de Donde nada ocurre las arcadas de columnas que caracterizaban a alguno de estos espacios, o la estructura piramidal destinada a su cubierta. Lugares llamados a ser reductos de la clandestinidad.

La muestras de Aitzkoa y Mangrané permanecerán hasta el 13 de octubre; la de De Andrés, hasta el 6.

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