Diario de Valladolid

DAVID RUIZ, CANTANTE DE LA M.O.D.A.

«La música ha de ser un espacio de libertad»

La banda burgalesa La Maravillosa Orquesta del Alcohol, uno de los platos fuertes del festival, repasa el sábado en Valladolid su trayectoria

-ÁLEX RADEMAKERS

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Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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Convencidos de que la música «no sólo salva del naufragio», sino que también «permite soñar con algo más, construir una realidad mejor», como advierte el cantante David Ruiz, los burgaleses de La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A) repasarán el sábado en el ‘Conexión Valladolid’ su celebrada trayectoria de tres discos de estudio.

Pregunta.– ¿Esa capacidad de combinar lo enérgico y festivo con una voz poética y combativa les hace más fácil encajar en tanto festival?

Respuesta.– Nos llaman de sitios muy diferentes y nos encanta. Es un privilegio encajar en propuestas tan diversas. La música ha de ser un espacio abierto: vemos festivales en Europa o en América con grupos muy variados, donde el metal o el rap se encuentran, por ejemplo. Eso es muy interesante porque contribuye a romper barreras, prejuicios.

P.– Acaban de lanzar un tema apocalíptico e irónico que, musicalmente, es muy diferente de sus anteriores propuestas. ¿Es un anticipo del próximo disco?

R.– Colectivo nostalgia y La zona galáctica no vaticinan nada, no pueden ser tomadas como referencias de lo que está por venir. Sólo muestran dos de las muchas caras que tiene el grupo. Nos gusta poder jugar la baza de la libertad, hacer lo que nos apetece aunque no encaje con lo que se espera de nosotros.

P.– ¿Es fácil trasladar al directo la riqueza en los ritmos y sonoridades de temas de Salvavida, su último disco, como Océano, por ejemplo?

R.– Esa es una de las canciones que más dificultad presenta. Un directo es otro mundo: las canciones cobran una vida diferente y la relación con el público es, en parte, responsable de eso. Siempre tratamos de conjuntarlo todo para poder crear algo interesante en nuestros directos, a la altura de las grabaciones.

P.– ‘Quién es suficientemente joven y valiente para soportar el peso de empezar’... ¿Aún hoy han de empezar de cero con cada concierto, con cada disco, o ya tienen crédito?

R.– Musicalmente hablando, aún nos sentimos jóvenes; sentimos que mantenemos cada día la energía y la rabia para decir lo que queremos. Notamos, al mismo tiempo, que las cosas han cambiado, y que hay, poco a poco, más gente esperando lo nuevo que sacamos o más interés por parte de los medios. Supongo que es una consecuencia lógica del trabajo del día a día de estos ocho años, de ir paso a paso, del boca a boca. Es como tienen que ser las cosas: fruto del curro, del sacrificio, del esfuerzo.

P.– La defensa de la honestidad es una constante en sus canciones. ¿Hace falta valor para cantar Himno nacional, que carga contra la pobreza intelectual o la falta de libertad?

R.– En la sociedad en la que vivimos parece que es mejor no mojarse, es la idea que se nos inculca. De fondo lo que subyace es la idea de ‘no pienses’, ‘no reflexiones’, ‘no analices’, ‘no pidas explicaciones’. Es como un miedo que se ha creado, y tiene que ver con los intereses del poder y con nuestro propio comportamiento, que nos autocensuramos porque hemos interiorizado eso del ‘calladito estás más guapo’. Si no polemizas no perderás valor.

El error es relacionar el pensamiento y la reflexión con la polémica. Los discursos vacíos, huecos, no molestan, está claro. A Quique González una fan le escribió que se dedicara sólo a tocar la guitarra para hacernos felices con las canciones. Al final, cada uno ha de hacer lo que siente, y si es hablar de algo social, de un sentimiento colectivo o individual, de emociones o de política, pues que lo haga. La música ha de ser un espacio de libertad.

De todas formas, nosotros no somos de los que más se mojan. Decimos las cosas de una forma quizá más indirecta, pero hay grupos más directos que se la juegan mucho, hasta el punto de haber sido condenados o de estar siendo juzgados.

P.– En Héroes del sábado hablan de la fuerza de la camaradería. ¿Cómo la mantienen, ocho años después? ¿Es fácil mantener un grupo así sin que se fracture con los distintos proyectos vitales de cada uno?

R.– No lo es, pero uno aprende que un grupo es una relación diferente al resto, te hace compartir emociones y momentos muy intensos de felicidad, de subidón.

Cuando hay unos cerebros pensando en tocar una misma canción, tocando ‘conectados’... No sé qué dice la ciencia de eso, pero sí sé lo que ocurre en un escenario: es algo único que no se vive con la pareja, ni con la familia, ni con los amigos. Es la parte mágica de esto. Luego hay que bajar de ahí, vivir el día a día, lidiar con la rutina del trabajo, conducir de un lugar a otro con sueño y comiendo poco más que un bocadillo. Y nos sentimos afortunados de poder vivir esto, pero es algo con lo que hay que aprender a convivir.

Cuando la música juega un papel tan importante todo lo demás queda a un lado, y se sacrifican muchas cosas, incluidas tus relaciones personales. Para nosotros es una adicción.

P.– ¿Y lo de actuar por la Castilla vaciada, a quién le reporta más?

R.– Somos egoístas. Sabemos que con esos conciertos vamos a recibir del público más de lo que le damos. Hay algo ideológico, un deseo de llevar música a esos rincones, pero también supone volver a vivir relaciones fuera de la rutina de esta industria; es como volver a lo más puro. Hemos visto emoción y gratitud y nos hace felices poder vivir eso.

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