Diario de Valladolid

El poder expresivo del tórculo

Dos de las impulsoras del colectivo Aguafuerte, Mónica Aguado y Rufa Fernández, presentan sus últimas aguatintas, aguafuertes, chinés collés y carborundos

Mónica Aguado y Rufa Fernández junto a algunas de sus obras expuestas en la galería Rafael. -PABLO REQUEJO

Mónica Aguado y Rufa Fernández junto a algunas de sus obras expuestas en la galería Rafael. -PABLO REQUEJO

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Ana de la Fuente

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Las artistas vallisoletanas Mónica Aguado y Rufa Fernández enfrentan sus universos plásticos en la galería de arte Rafael, en la calle Miguel Íscar, en una exposición que se inaugura en un año muy especial para ellas: el del vigésimo aniversario de la creación del grupo Aguafuerte. Las dos fueron las impulsoras, junto a otros seis artistas vallisoletanos, de este colectivo que nació con el objetivo de «difundir y acercar» las técnicas del grabado.

Ahora presentan sus últimos trabajos en una exposición que busca sorprender al espectador abrazando diferentes técnicas y que pone un particular acento en el color y en la abstracción. Desde los tonos cálidos a los fríos. Tímidos en algunos casos, contundentes en otros. Desde las piezas de fuertes contrastes y límites desdibujados hasta aquellas que muestran ricas cadencias cargadas de lirismo. Y es que son maestras de una técnica «artesana» en la que no dejan de investigar. Ambas dan muestra de su saber hacer y del inmenso poder del tórculo. Aguafuerte, aguatinta, grabados al carborundo, chine collés, fotograbados, punta seca, acetato, monotipo, alcograbado... Las dos décadas de relación con la obra gráfica y su inquietud artística se reflejan en las obras que visten las paredes en esta exposición que podrá visitarse hasta el 6 de abril.

Mónica Aguado sorprende con unas contundentes obras en las que se sirve de la abstracción para jugar con la luz y con los intensos rojos, violetas o morados como los que se extienden sobre el papel en su serie de volcanes, o con los poderosos verdes o azules de su obra Escocia. Pero también, el poder de los colores se trunca y se torna sombrío en Buscando un lugar, un alcograbado en el que homenajea a los refugiados de Siria «en su huida hacia no se sabe dónde».

También Rufa Fernández se entrega a la abstracción en trabajos sutiles y delicados tan etéreos como frágiles, siempre repletos de matices y evocando, en ocasiones, los ecos de una primitiva figuración como en su delicada Hoja de parra. Y es que ambas coinciden en elogiar la belleza y las posibilidades que ofrece esta disciplina. «Nos gusta investigar e innovar para seguir sorprendiendo». No reniegan de la manipulación digital, pero lo suyo, coinciden, «son las técnicas tradicionales y el trabajo artesanal».

Defienden la importancia que desde hace unos años está cobrando el grabado. «Cada vez hay certámenes y concursos más importantes», señalan con satisfacción, haciendo especial hincapié en la Bienal de Grabado que nació hace dieciséis años con vocación nacional pero que cada año tiene mayor peso internacional.

Además, varias de sus piezas han viajado hasta la ciudad portuguesa de Guarda donde permanecerán expuestas todo este año.

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