Filipa Reis y João Miller Guerra proponen un viaje a las raíces en busca de la identidad en ‘Djon África’
En clave de ‘road movie’ y a caballo entre el documental y la ficción, la película sigue a Miguel Moreira, el protagonista, con pulso vitalista
El cine portugués del nuevo siglo, uno de los grandes protagonistas de la 63 Semana Internacional de Cine de Valladolid donde participa como país invitado, llegó hoy a la Sección Oficial del festival con ‘Djon África’, el vibrante debut en la ficción de los realizadores lusos Filipa Reis y João Miller Guerra. Con amplia trayectoria en el terreno del documental, se sirven de su dominio de las técnicas del género para empujar al espectador en el viaje vital y emocional que emprende el protagonista, Miguel Moreira, a la búsqueda de sus raíces y de su propia identidad en el continente africano.
Aunque la película formará parte de la jornada oficial de mañana jueves, el Teatro Zorrilla acogió el accidentado estreno en España del film en la tarde de hoy, en un pase especial para la prensa y acreditados como el jurado internacional. Tras detener la sesión para exhibir el cortometraje que estaba previsto (se había puesto otro por error), se proyectaron los diez primeros minutos de ‘Djon África’ y la proyección se detuvo de nuevo ya que los subtítulos que acompañaban las imágenes estaban duplicados en castellano y no aparecían en inglés, algo que provocó un visible enfado en el presidente del jurado internacional, el portugués Miguel Gomes. Una vez subsanado todo, la sesión discurrió con normalidad y con media hora de retraso, según informa Ical.
Con un estilo directo, sin florituras estéticas y con la mirada de la cámara a la altura de la del protagonista, los cineastas presentan a su personaje central, un joven portugués sin grandes preocupaciones ni perspectivas vitales, que vive con su abuela en una gran urbe y pasa sus días entre trapicheos menores y trabajos ocasionales que le permiten subsistir sin mayores pretensiones que cuidar su peculiar look.
A través de la anciana (una presencia “fantasmagórica” en palabras de Miller Guerra, que representa, como el resto de abuelas que aparecerán a lo largo del metraje, la voz de la experiencia y los únicos asideros o guías del desnortado protagonista), sabemos que él nunca conoció a su padre, y que cuando era niño intentó conocerle mientras este se encontraba internado en prisión. La visita a la cárcel no logró su cometido, ya que cuando llegó allí la figura paterna ya no estaba: el padre había sido deportado a Cabo Verde, su país de origen en una remota isla frente a las costas senegalesas.
Con el empeño de conocer finalmente al hombre que ha marcado su destino, Moreira emprende un viaje contra la incertidumbre por el país que encierra sus códigos emocionales. Así le seguiremos en una ‘road movie’ vital, atravesando las carreteras, paisajes y escenarios de un país donde él es considerado ‘extranjero’, en el cual tendrá que buscar respuesta a todas las preguntas que ha preferido rehuir a lo largo de su vida.
João Miller Guerra respaldó en Valladolid el estreno del film, y explicó que él y Filipa Reis ya habían trabajado con Miguel Moreira, el protagonista, en tres documentales (el primero de ellos ‘Li ké terra’, en 2010), y que fueron ellos quienes le propusieron embarcarse en esta historia de ficción, para emprender la búsqueda de su padre, un caboverdiano a quien en la vida real Miguel no conocía.
“Mi padre había muerto cinco años atrás, y pensé en Miguel y en una película donde intentara conocer a su padre. Él no es actor, pero nos conocemos hace catorce años y esta película cuenta en parte su historia, con partes reales y otras ficcionadas. Viajamos por Cabo Verde buscando a su padre por diferentes lugares, y aunque él no llega a encontrarlo en la ficción, el departamento de producción tenía el compromiso de hacer el esfuerzo que fuera necesario para lograrlo y finalmente le encontró”, explicó.
Después de que los directores realizaran tres viajes previos para establecer contactos con equipo técnico y posibles actores, la película se rodó principalmente en Cabo Verde, donde están las raíces del personaje central. “Miguel vive en una comunidad de africanos, principalmente caboverdianos, en la periferia de Lisboa. La base de la ecuación que él ha recibido procede de ese país africano y por eso era tan importante rodar allí. Él no se considera portugués ni europeo, y pensaba que quizá yendo al lugar de sus raíces encontrara su identidad, pero allí también es visto como extranjero, como un turista. Ese es otro tema que queríamos tocar, el de muchos emigrantes africanos que aun habiendo nacido en Europa, nunca logran encajar en la sociedad, y una vez que regresan a sus países, tampoco encajan allí”, señaló.
El cineasta explicó que el proceso de filmación fue muy complejo, ya que rodaron con muchos actores no profesionales (entre ellos el propio protagonista) y se improvisaba mucho. “Rodar en África fue muy loco”, ya que “aunque pensabas que tenías algo cerrado el día antes de rodar resulta que no era así”, y comentó que toda la música que parece en el film procede de discos que escucharon durante los meses que allí pasaron, salvo la que suena al principio, compuesta por el propio Miguel Moreira y el director de fotografía, Vasco Viana. “Escuchar esa música era parte de nuestra rutina todos los días”, explicó.
Además, señaló que el primer montaje de la película tenía una duración de cuatro horas, y que les costó ver la forma de dejarlo en poco más de hora y media, hasta que decidieron “apostar por un camino más visual e introspectivo, hasta llegar al punto que estaba previsto en el guion en que el propio protagonista se convierte en padre”.