Diario de Valladolid

La pintura como medio hegemónico del arte

El Museo reúne la obra de seis artistas que en los años 80 defendieron la vuelta al lienzo como el mejor terreno para expresar sus inquietudes artísticas

En la imagen superior, ‘Red flower’, de José Mª Sicilia y sobre estas líneas ‘Tata 9’ de Ferrán García Sevilla.-PABLO REQUEJO

En la imagen superior, ‘Red flower’, de José Mª Sicilia y sobre estas líneas ‘Tata 9’ de Ferrán García Sevilla.-PABLO REQUEJO

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Ana de la Fuente

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El Museo Patio Herreriano reúne hasta el próximo 9 de septiembre la obra de seis artistas que a finales de los años de los 70 y durante los 80, ante el predominio de la instalación, la performance y las propuestas más experimentales preconizaron y defendieron, sin afán rupturista, la vuelta al lienzo como el mejor terreno para expresar sus inquietudes artísticas. Así, bajo el título Retorno de la Pintura, la Sala 8 exhibe una veintena de obras de Alfonso Albacete, Miquel Barceló, José Manuel Broto, Miguel Ángel Campano, Ferrán García Sevilla y José María Sicilia en una muestra vertebrada en torno al entusiasmo creativo de los ochenta. «Artistas que, aunque no formaron parte de un colectivo o de una comunidad artística ya que cada uno desarrolló su propio camino en busca de su propia seña de identidad, sí que coinciden a la hora de reivindicar el placer por la pintura y de un lenguaje que, lejos de estar agotado, presentaba muchas posibilidades expresivas», señala Beatriz Pastrana, comisaria de la exposición.

Las obras, pertenecientes a la Colección Arte Contemporáneo y a la Colección Gas Natural Fenosa del museo, se despliegan por la sala reivindicando la pintura como medio hegemónico del arte. «No como un medio de denuncia, sino como una oda al color, a la línea, el espacio y la textura», dice Pastrana.

Sobresalen por su creatividad las propuestas de José María Sicilia con dos acrílicos de la serie Black Flower/Red Flower, o Ferrán García Sevilla, con el expresionismo instintivo y simbólico de Erase 3 o con la ironía provocadora de las complejas pictografías de Tata 9, un lienzo convertido en una suerte de jeroglífico de letras y signos que desafía las normas de la razón.

Presidiendo la sala: Pintor Damunt del quadre. Miquel Barceló ‘modela’ a la manera clásica la figura ensimismada de un pintor en su taller -algunos estudios apuntan a la posibilidad de que se trate de un autorretrato- en contraste con los juegos de perspectivas y con las texturas que Barceló utiliza al incorporar al lienzo papeles, telas, cartón e, incluso, colillas.

No es la única obra de Barceló que cuelga en la sala. El pintor mallorquín firma también Les norritures terrestres, un alargado paisaje semidesértico que se presenta como un corte hacia el interior de la tierra descubriendo restos orgánicos. Y frente a este paisaje desolado y estableciendo una especie de diálogo entre ambas obras, una Naturaleza muerta de Miguel Ángel Campano, uno de los grandes renovadores de la pintura española.

Muy cerca, José Manuel Broto busca el brillo y la transparencia de atmósferas fugitivas, como en una Roma apenas reconocible salvo por el esbozo de columnas salomónicas y Alfonso Albacete muestra el vitalismo cromático con En el jardín, pérgola y fuente.

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