Diario de Valladolid

LITERATURA / RODRIGO MARTÍN NORIEGA

«He creado algo vivo»

Después de ‘Relatos sobre las demás cosas’, el escritor vallisoletano plantea una incursión hacia lo fantástico con ‘La estación de los vientos’, un camino hacia el perdón a uno mismo

Rodrigo Martín Noriega posa con uno de los ejemplares de ‘La estación de los vientos’.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Rodrigo Martín Noriega posa con uno de los ejemplares de ‘La estación de los vientos’.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

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Guillermo Sanz

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Las grandes novelas no nacen con corsé. La historia va tejiendo su tela de araña delante de un teclado, saltando de letra en letra casi por inercia para completar una obra de gran belleza, como hacen las arañas. Ese fue el hilo argumental de cómo vio la luz La estación de los vientos el tercer libro publicado por el vallisoletano Rodrigo Martín.

«Yo me plantee escribir un thriller sobre unos amigos que buscan a una chica desaparecida en la montaña, pero la historia empezó a varia hacia lo oscuro y lo fantástico. Empezó a mutar según estaba escribiendo y se convirtió en algo inesperado», relata el escritor de Tudela de Duero que aspira a que ese territorio nuevo al que le llevó la marea de capítulos contagie a los lectores.

Martín Noriega vuelve al lado oscuro de las estanterías como ya hizo con Relatos sobre las demás cosas, un compendio de cuentos vestidos con temáticas de terror, sobrenatural y psicológico que se vio reconocido por el Premio de Narrativa Miguel Delibes. El autor se mueve a la perfección en un campo que siempre le ha gustado y con el que «quería rendir homenaje a los maestros del género».

Sin embargo, La estación de los vientos va más allá. Detrás de la coraza de los tres protagonistas se esconde una «historia sobre la esperanza, la redención y el perdonarse a sí mismo... pero tiene un lado oscuro», explica Rodrigo que para esta novela ha decido viajar, literariamente hablando, hasta las montañas del norte de España. «Quería explorar ese espacio telúrico», un paisaje en el que la naturaleza se funde con las leyendas con personalidad propia como las de la bruja «una imagen que siempre me ha gustado mucho, tanto cultural como antropológicamente. Es un telón de fondo para unos personajes que tienen que hacer las paces con su pasado», relata.

Marina, la chica a la que martirizaban de niños, es ahora un ente perdido en la montaña y los protagonistas se sienten en la obligación de buscarla. Cerrar cicatrices para seguir viviendo es un tema de importancia mayúscula en la novela del vallisoletano: «Es una novela de aventuras, misterio y, sobre todo de lo que significa ser capaz de perdonarte a ti mismo», un compendio que ha conseguido moldear un nuevo hijo del que sentirse orgulloso. «Como escritor es de la que más contento estoy. Sé sus debilidades, sé que se podía haber hecho mejor, pero pienso que he creado algo que está vivo», como El nuevo Prometeo, de Mary Shelley.

‘La estación de los vientos’ rompe con todas las paredes que encierran los parámetros de los géneros literarios, una regla no escrita que no rechaza Rodrigo Martín Noriega pero a la que intenta regatear: «Los géneros son envoltorios para las novelas. Me gusta seguir sus reglas para romperlas después. Poner sus propios límites. Yo voy más allá de los géneros», confiesa.

La cabeza del autor vallisoletano no se ha tomado vacaciones después de poner en el mercado su tercer libro. «Ahora el cuerpo me pide cuentos. Ya tengo cinco nuevos relatos escritos y, humildemente, creo que no están nada mal. El año que viene puede haber una segunda parte de ‘Relatos sobre las demás cosas’», adelanta.

Sea dentro o fuera de la rueda literaria, el placer de escribir es un capricho que nunca abandonará un autor que no recuerda una imagen suya de la infancia que no sea leyendo o escribiendo sus propios cuentos: «Ha formado parte de mí desde niño y, publique o no publique, voy a seguir fiel a la escritura», confiesa un autor que seguirá desnudando su lado oscuro, intentando establecer la conexión con el lector como lo hace uno de sus referentes: el escritor americano Stephen King.

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