DE FIESTA EN FIESTA
Virgen de los Pegotes en Nava del Rey
La Secretaría de Estado de Turismo del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo «ha concedido, con fecha 9 de Octubre de 2018, la Declaración de Interés Turístico Nacional a la tradicional fiesta de la Bajada y Subida de Ntra. Sra. de la Concepción: Virgen de los Pegotes». Una de las procesiones nocturnas más sorprendentes de Castilla y León celebrada en honor a la Inmaculada Concepción, los días 30 de Noviembre y 8 de Diciembre. Es una manifestación que consta de dos tiempos, la llamada ‘Bajada’, en la que los navarreses acompañan a la imagen desde su ermita en el Pico Zarcero hasta la iglesia parroquial y que tiene lugar el 30 de Noviembre, y la ‘Subida’, es decir, la vuelta de la Virgen al lugar donde permanece todo el año, el 8 de Diciembre.
Inicialmente, la Virgen descendía en andas llevadas por los devotos, o en carruajes cedidos por los vecinos, hasta que en 1893 la familia Pino Rodríguez regaló uno para este menester. El ganado de tiro, cada vez más difícil de encontrar en la agricultura mecanizada actual, se prepara y engalana con todo esmero.
Luce recién esquilado, y no es raro verlo adornado con bellos ramos recortados en las ancas y en la cola, perpetuando el arte de los maestros esquiladores. Los muleros van a horcajadas a lomos de las mulas que dirigen con gran pericia, componiendo bellas estampas; van ataviados con un pañuelo a la cabeza y un puro en la boca, signo de prestigio, regalo del Ayuntamiento. El pueblo acompaña a la carroza con antorchas, antiguamente hechas a base de pez, los populares «pegotes», de donde viene el nombre con el que se conoce cariñosamente a la Virgen.
La imagen va en la parte delantera de la carroza, en una urna de cristal, y dentro del carruaje, un representante del Ayuntamiento, el párroco y un descendiente de la familia que regaló el vehículo.
El trayecto hasta la parroquia está marcado por hogueras de pino, en origen eran de sarmiento en consonancia con el producto típico de la villa. La tradición oral dice que las hogueras las encendían algunos devotos a la puerta de sus casas para indicar que el cortejo debía detenerse el tiempo suficiente para que los moradores pudiesen demostrar públicamente el cariño hacia la patrona con Vivas a la Inmaculada. Los anfitriones ofrecían a los procesionantes castañas asadas (de ahí el otro nombre popular de la devoción: Virgen de las castañas), y vino de su bodega. Otro de los elementos típicos del festejo son «Los Vivas», retahílas de exclamaciones exaltando las virtudes de la Virgen, entre los que no puede faltar el «Viva la Virgen Inmaculada, y el Viva la Pura y sin mancha». A partir de aquí, cada vitoreador puede añadir a su gusto los que le parezca más apropiados.
A mediados del s. XVI, la devoción a la Virgen, bajo la advocación de la Concepción, estaba muy extendida en la Villa; tenía cofradía propia, y en la procesión que se hacía el 15 de Agosto hasta la ermita, conocida como Prozarzero, posteriormente Pico Zarzero participaba con estandartes propios. A finales del s. XVI, el templo ya se conocía como Ermita de Nuestra Señora de la Concepción. A partir de este momento, la devoción creció entre los navarreses, como se demuestra en la cantidad de rogativas y procesiones para encomendar las cosechas a la protección mariana.
El apogeo devocional culmina en el año 1745 cuando el Ayuntamiento le vota por Patrona y acuerda celebrar perpetuamente un novenario en su honor del 30 de Noviembre al 8 de Diciembre, eso sí en la ermita, porque sólo se bajaba el día 6 de Diciembre en solemne procesión, retornado el día 8 en la misma forma. Esta tradición duró hasta el año 1962 cuando el Ayuntamiento la cambió por el 30 de Noviembre para que la imagen estuviese en la parroquia durante toda la novena.
La explicación que se da al origen de las hogueras, la parte más visual de la fiesta, según relata el historiador D. Federico Carbonero, es que ésta, en la primera celebración., la de 1745, al tiempo de salir la procesión se declaró una tormenta que obligó a retrasar el desfile, cayendo la noche y obligando a iluminar el recorrido con hogueras y a la imagen, con los pegotes. Y añade el autor, que el efecto fue tan vistoso que se mantuvo año tras año.
La procesión se originó en un tiempo y en un contexto en el que el pueblo ardía en fervores inmaculistas. El Ayuntamiento de La Nava, cuatro años más tarde, el 2 de Diciembre de 1749, acordó «afirmar y defender en todas las ocasiones, por escrito y de palabra, en público y en secreto… que María Santísima fue concebida sin mancha del pecado original en el primer instante de su ser natural», obligando a sus cargos que de allí en adelante se eligiesen a pronunciar dicho juramente en su toma de posesión.
La controversia maculista e inmaculista, tan en boga en ese siglo, se podría resumir de la siguiente manera: Santo Tomás defendía que María había sido purificada «in utero», por lo tanto había nacido sin mancha de pecado, pero no había sido concebida sin él. Este es el matiz que traía a los hispanos de cabeza. Aunque la discusión era antigua, cobró fuerza desde finales del s. XVI, aumentó durante el s. XVII y llegó a su paroxismo en el s. XVIII, hasta tal punto que, en España (como al parecer no tenía otros problemas más graves que atender, o los reyes se desentendían de todo), el pueblo se dividió en dos bandos: por un lado, los que apoyaban a los dominicos, los menos; y por otro, el resto de órdenes religiosas, sobre todo franciscanos, como cabeza visible, apoyados, jesuíticamente, por la Compañía de San Ignacio de Loyola.
En más de una ocasión, y en más de un lugar, los contendientes llegaron a las manos. El problema, que fue perdiendo fuerza en la última parte del s. XVIII, se solucionó cuando el Papa Pío IX, en la Bula «Ineffabilis Deus» del 8 de Diciembre de 1854, definió el Dogma de la Inmaculada: Que María había sido concebida sin pecado desde el primer instante de su concepción.
La fiesta de los pegotes de Nava del Rey, a mi juicio, y como ya expuse en otra ocasión, tiene su origen en este contexto. El pueblo tomó partido por los inmaculistas y se sirvió de la procesión nocturna con hogueras, antorchas y vivas como un elemento espectacular para afianzar su fe y demostrarla públicamente a los pueblos vecinos. Esta táctica se utilizó también por la misma época en otras villas de España para exaltar la fiesta de la Inmaculada.
Sobre la base histórica original, los navarreses han hecho evolucionar su fiesta hasta encontrarnos con que la actual ha merecido la declaración nacional que veíamos al comienzo. La espectacularidad procesional se completa con otras actividades gastronómicas y culturales. Finalizado el acto religioso, el Ayuntamiento invita a vecinos y asistentes a castañas y vino blanco y añejo, actividad en la que se involucran los hosteleros, quienes además participan en concursos de bebidas, entre ellas el popular «espontáneo», hecho con vino rancio, una variedad de vino añejo típico de Nava del Rey. Coincidiendo con la novena, desde la Oficina de Turismo del Ayuntamiento, se proponen exposiciones de fotografías y carteles de las fiestas navarresas así como buenas muestras de otras solemnidades que se pueden ver en España.
La fiesta de La Virgen de Los Pegotes de Nava del Rey se está colocando a la cabeza de otras conmemoraciones similares españolas y europeas, siendo un referente patrimonial del turismo cultural en el mes de Diciembre.