Diario de Valladolid

«Que te hagan sentir culpable por recibir abusos te destroza por dentro»

L Javier Paz, víctima del párroco Isidro López, entiende que el obispo de Salamanca encubrió al pederasta al cual ubicó, tras jubilarle a raíz de la denuncia presentada, en otra parroquia con acceso a menores

Javier Paz, víctima que destapó los abusos de Isidro López, posa en Barbastro.-JAVIER MARTÍN

Javier Paz, víctima que destapó los abusos de Isidro López, posa en Barbastro.-JAVIER MARTÍN

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Guillermo Sanz

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Los casos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica se han convertido en las páginas de un libro interminable. Detrás de cada salto de página se esconde un nuevo caso de pederastia escrito por el puño y la letra de aquellos niños, hoy adultos, a los que les robaron su infancia para quemarla bajo el injustificable amparo del silencio. Casos como el de Javier Paz, víctima de abusos sexuales durante una década (entre 1982 y 1992) en Salamanca.

Isidro López fue el monstruo que se escondía en el armario de un pequeño que sufrió el miedo en casa, en los campamentos, en las clases particulares de latín o en La Torre (local donde se daba la catequesis, se jugaba al pinpong o se veía la televisión), perteneciente a la parroquia de SanJulián y SanMartín, donde ejercía el párroco. Ese refugio se convirtió en la lobera del párroco que abusó de varios menores durante su estancia, aunque sólo tres denunciaron, pasados los años, el infierno vivido.

Javier Paz comenzó en 2011 una cruzada en busca de la justicia. Se topó con unas palabras que le hicieron pedazos:«Pero ¿Quién tiene la culpa? ¿Por qué no han denunciado a su debido tiempo? Ahora la Iglesia es culpable de haberlo ocultado ¿Y ellos que lo han ocultado?». Palabras que salieron de la boca del obispo de Salamanca, Carlos López en una reunión mantenida. Letras encadenadas que secaron la sangre de Paz:«Que te hagan sentir culpable cuando te han destrozado la vida y cuando te han robado la felicidad de tu infancia te destroza por dentro», denuncia, a lo que añade:«Tienen su discurso hecho. Te transmiten la culpa para que no hables y tú te sientes como una basura. Te están insultando».

La víctima de Isidro López vivió un bloqueo desde los diez años, cuando comenzaron los abusos. A los 28 se liberó lo suficiente para abrirse al mundo y contar su caso a su familia. Delante, la puerta de un laberinto que se abrió en 2011, cuando aún tenía que tragar bilis cada día al vivir puerta con puerta con el párroco que abusó de él -el cual le saludaba como si nada hubiera pasado-. Javier Paz puso el caso, prescrito judicialmente, en conocimiento del obispo de Salamanca, el cual le promete abrir una investigación pese a la prescripción. Tras admitir en sucesivas reuniones que Isidro había reconocido parte de los hechos y que comenzaría un proceso canónico del que nunca ha tenido acceso a ninguna documentación escrita.

En una cita posterior le proponen una reparación y una pensión (que ante la petición del obispado Paz valoró en 300.000 euros y 1.500, respectivamente) a cambio de su silencio y de no tomar medidas contra el obispado. «A los cuatro meses me llama el obispo y me dice que, por las cantidades que había dicho, entienden que había denunciado por dinero y que se archivaba mi causa y el de otras dos personas», relata.

Javier Paz tuvo constancia a través de un religioso amigo suyo que el proceso canónico nunca se había puesto en marcha:«Creo que todo fue una pantomima para desgastarme», asegura.

Sólo cuando decide dar el paso a la opinión pública y su caso empieza a tener eco mediático, en 2014, el obispado de Salamanca publica un comunicado en el que explica la decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe de prohibir a Isidro López el ejercicio público del ministerio pastoral.

La misma condena recogía también que se prohibía al condenado «todo contacto con menores sin la presencia de un adulto» y la «especial obligación» por parte del obispo de Salamanca de mantener una «estrecha vigilancia» sobre el religioso. Curiosamente, cuando Javier Paz destapó el escándalo ante Carlos López, el obispo propuso una prejubilación para Isidro López, acompañada por un homenaje, y «como no tenía parroquia propia le mandaron a ayudar a otro sacerdote (el de SanMateo-La Anunciación) que tenía actividades con niños», denuncia.

Detrás del párroco de SanJulián y SanMartín se escondía un depredador que pasó del centro de Salamanca a la parroquia de SanPedroApóstol de Tejares, de donde salió cuando hubo una denuncia por parte de unos padres. También ejerció en los centros de educación secundaria Fray Luis de León yTorres Villarroel, ambos situados en la provincia salmantina. Décadas en las que el reconocido pederasta tuvo contacto con menores con el beneplácito de los obispos de Salamanca. Ni Mauro Rubio (hasta 1995) ni BraulioRodríguez (actual arzobispo de Toledo) ni Carlos López dieron valor a los rumores, limitándose a cambiar a Isidro López de destino cuando el ruido empezaba a sonar; un silencio que denuncia a cara descubierta Javier Paz:«Claro que ha habido encubrimiento. Pasó de SanJulián a Tejares porque se rumoreaban cosas. Cuando hay denuncia en Tejares el que estaba en el obispado era Braulio.Carlos también lo ha encubierto.Le prejubila y le deja con menores. Encubre, protege, homenajea y nos hace sentir culpables a las víctimas», denuncia.

Cansado de la justicia canónica, Paz acudió a la civil, a sabiendas de que el crimen de Isidro López había prescrito judicialmente. «Fue una denuncia simbólica. Ha prescrito ¿por qué?Esto no debería de prescribir nunca. No denuncié como un adulto, lo hice como un niño de diez años que fue una marioneta», declara. Un niño al que el párroco intentó aislar de su familia y de sus amigos, como denuncia; un abuso psicológico con tantos daños como los físicos.

La fe en que Isidro López pague en vida por sus pecados cada vez es más diminuta, pero la cruzada va más allá. Shangay Lily le empujó a dar a conocer su caso y él dio el siguiente paso. «Tuve que superar la vergüenza a que te apunten con el dedo, a que la gente te insulte, a que te digan que cómo hago esto con lo bueno que es Isidro, a que te insulten y a un silencio que ha existido toda la vida, pero soy educador y llevo toda la vida trabajando con niños.No me podía quedar callado», asegura.

A Javier Paz, como a Joaquín Sabina, le sobran los motivos para no dar la guerra por perdida. «Yo tengo que ser libre; tengo unas cadenas terribles que me han puesto el párroco y el obispo.Son invisibles, pero pesan un montón». Sin embargo, la gasolina que mueve su motor va más allá de su persona:«Tengo la esperanza de que ayude a la gente. Sé que hay gente que dormirá tranquila, aunque no se hayan atrevido a denunciar. Lo hago por mí, porque merezco ser feliz, porque hay más gente detrás que se ha apoyado en mí y nos apoyamos entre nosotros, y porque hay gente que no tiene fuerza y los que la tenemos no podemos estar callados. Lo hago para que esto no suceda en el futuro. Aunque nos tengamos que desguazar, si la sociedad entiende el infierno por el que hemos pasado, si sirve para que haya cambios, bienvenido sea este sufrimiento», concluye.

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