Diario de Valladolid

El butano se estabiliza tras años en caída

La venta de bombonas baja un 58% en Valladolid desde 2003 por la expansión del gas natural / Nuevos usos como los calientapatios y setas en hostelería están llamados a repuntar el consumo

-EL MUNDO DE CASTILLA Y LEÓN

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Publicado por
Esther Neila
Valladolid

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Lejos queda aquella imagen del vecino gritando por la venta ‘butanoooooo, al 4ºC’, la legión de repartidores subiendo a lomos las bombonas y los balcones plagados de botellas naranjas de repuesto. La canalización del gas natural en las ciudades españolas ha mermado el consumo doméstico de los gases licuados de petróleo (GLP), que así se llaman las mezclas de butano y propano. Desde 2003, las ventas se han desplomado un 45% en España. Si a comienzos del milenio se vendían cada año 1,5 millones de toneladas de gas envasado en el país, el año pasado rondaban las 800.000, según los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).

En Castilla y León el descenso es aún mayor. El consumo ha caído un 55% en la Comunidad y un 58% en Valladolid en los últimos tres lustros.

La estadística refleja una tendencia continuada de caídas anuales de hasta un 11% aunque en los últimos cuatro años los descensos son menos pronunciados, en torno al 1%. La expansión de las redes de gas natural ha ido desplazando en las últimas décadas a otras fuentes de energía pero su penetración ya ha tocado techo. Allí donde el suministro no llega es complicado que lo haga en el futuro porque la canalización supone una fuerte inversión que las empresas sólo asumen allí donde estiman que la puedan rentabilizar. Eso explica, en parte, que «desde 2014 se haya estabilizado el consumo», apunta Santiago Pérez, director general de la Asociación Española de Operadores de Gases Licuados del Petróleo (AOGLP).

Los datos más recientes (hasta agosto de 2018) revelan, de hecho, que el consumo de bombonas empieza a repuntar:en Castilla y León ha crecido un 4% en los ocho primeros meses del año. Habrá que esperar para ver si ese punto de inflexión se consolida en la gráfica de un consumo muy marcado por la coyuntura climatológica.

La patronal calcula que 7,6 millones de viviendas españolas calientan con bombonas el agua, las habitaciones o la comida. De ellas, 315.000 están en Castilla y León.

En esta dispersa autonomía, minada de municipios con baja densidad de población, las ventas resisten mejor en el medio rural porque una bombona llega a la puerta de cualquier domicilio. Frente a la falta de suministro de otras energías por falta de redes de canalización, «el butanero llega al cien por cien del territorio», destaca Enrique Marijuán Alonso, delegado territorial de Castilla y León de Repsol, el mayor comercializador en España.

El precio es la principal ventaja de las bombonas, cuyas tarifas están reguladas para los envases tradicionales de butano (14,61 euros)y propano (12,86 euros). El BOE publica en los meses impares el precio de la botella, basado en la cotización internacional del petróleo, los tipos de cambio y los costes de comercialización estimados.

Otro factor a favor es que el consumidor paga sólo por lo que consume, agrega Marijuán Alonso. La compañía calcula que la ausencia de cuotas fijas supone un ahorro de 120 euros al año frente a la factura de gas canalizado.

Lo ajustado de la factura marca el perfil del cliente, tradicionalmente asociado a personas con menor poder adquisitivo. Pero también otros factores definen el target. La penetración es mayor, por ejemplo, en segundas residencias y zonas de costa con suaves temperaturas donde «no han llegado las redes de gas natural y ya es poco probable que lleguen», explica el director general de la asociación de operadores. Por eso no extraña que las autonomías con mayor consumo seanAndalucía y Comunidad Valenciana.

Las bombonas también se erigen como una buena alternativa en viviendas destinadas al alquiler, donde puede resultar más cómodo tanto para los inquilinos como para los caseros al no requerir ninguna domiciliación y evita dejar facturas pendientes al terminar el contrato de arrendamiento, apostillan desde Repsol.

Pero el consumidor también ve inconvenientes en las bombonas, que pueden resumirse en tres:ocupan espacio en casa, hay que estar pendiente del aprovisionamiento y generan «sensación de inseguridad».

Harta de que un chorro de agua fría en la ducha le avisase de que el butano se había acabado o de que el fin de la bombona le pillara con las lentejas «a medio cocer», Mar decidió hace seis años cambiar de fuente de energía en su piso de Valladolid. Por 200 euros instaló un calentador eléctrico. La vitrocerámica le costó otros 400. Ganó espacio en la cocina, se ahorró los continuos viajes hasta la gasolinera y ganó en «tranquilidad» al eliminar «el peligro hipotético que representa el gas butano dentro de una casa», explica al enumerar los ‘contras’ que, como a otros tantos españoles, la llevaron a desterrar las bombonas de casa.

A los usos domésticos clásicos hay que sumar nuevos nichos explorados en los últimos años que han contribuido a amortiguar el descenso de las ventas y están llamados a empujar el repunte. Uno de ellos son los calientapatios o setas, cada vez más utilizados, en especial en el sector de la hostelería, para caldear las terrazas desde que en 2011 entró en vigor ley antitabaco. Por otro lado, las calderas de mayor rendimiento –frente a la clásica catalítica– están llamadas a impulsar el consumo. En tercer lugar, Santiago Pérez apunta al sector agroganadero y a pequeñas industrias en zonas rurales, donde los gases licuados de petróleo están demostrando que tienen recorrido.

En su opinión, el butano«tiene una gran oportunidad de desarrollo en zonas aisladas». Incluso en el contexto hacia la mayor electrificación sostenida sobre la apuesta de energías renovables, el portavoz de la patronal destaca el potencial de los hidrocarburos gaseosos como un combustible «limpio, eficiente, no contaminante, con bajas emisiones de CO2 en comparación con otras fuentes y menor impacto para la calidad del aire incluso que la biomasa». En viviendas unifamiliares, por ejemplo, defiende el gas envasado como un complemento a la energía eólica o fotovoltaica «ahora que se prima la autogeneración de energía» con la desaparición del impuesto al sol;«esa es la solución integral más limpia». El butano es una energía «con muy buenas cualidades para la lucha contra el cambio climático y la mejora de la calidad del aire y debe jugar un papel importante en esta transición energética con potencial de crecimiento», resume.

Para consumar ese despegue la patronal ve necesario atender a su principal reivindicación:liberar los precios. «El margen que deja al sector es muy bajo», arguye al precisar que eso afecta a todos los eslabones de la cadena empresarial y cercena la reinversión para mejorar la calidad del servicio. Aun partidario de mantener un «sistema de protección para que los colectivos vulnerables puedan acceder a la energía a un precio adecuado», Santiago Pérez apuesta por crear un ‘bono social’ o un marco regulado pero sólo para los consumidores con menos recursos.

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