El agresor estaba a punto de perder sus derechos de visita sobre la hija

Yolanda Pascual y su hija contaban con que quedara resuelto ayer en el juzgado de famila el procedimiento para anular el régimen de visitas paternas a petición de la propia menor. Una simple vista para ratificar la demanda iba a ser suficiente, según confiaba Yolanda, hasta que, a última hora, el padre de la joven, al que durante todo el procedimiento se le consideró en rebeldía, reapareció para solicitar una revisión psicológica de su hija. Ese trámite se fijó a las nueve de la mañana de ayer, pero horas antes asesinó a su expareja, de forma premeditada, ya que la esperó a la salida del trabajo. Después se entregó a la policía y confesó el asesinato. Ante los agentes argumentó que «le había arruinado la vida» y culpó a Yolanda de sus dificultades. Se descarta en principio que planease también atentar contra su propia hija. La pareja llevaba separada cerca de cuatro años en los que los episodios de presión psicológica contra Yolanda y su hija fueron creciendo a medida que el agresor aumentaba sus problemas con la bebida y el juego. Adicciones que causaron un quebranto en la situación financiera de la familia de la que Yolanda tuvo que hacerse cargo. Hasta el punto de que el agresor sólo consintió en abandonar la vivienda familar antes de la separación cuando su exmujer se hizo cargo de sus deudas.

No obstante, el detonante de la separación fue la conducta del padre hacia su hija, frente a la que habría intentado sucidarse tirándose por la ventana de un primer piso, según narró la propia Yolanda. Estos y otros casos extremos están bien documentados por los mensajes de texto cruzados entre la víctima, su expareja y la hija de ambos.

La policía le tomó declaración tras ser detenido y de nuevo a la misma hora en el que Burgos se concentraba en repulsa por el crimen. Por la tarde compareció ante el juez. Hoy entrará en prisión.