A vueltas con el mapa de titulaciones
EL PASADO DÍA 21 de diciembre se constituyó un Grupo de Trabajo, a iniciativa de la Consejería de Educación, para que eleve unas conclusiones respecto de la actual situación del mapa de titulaciones universitarias en la región, al objeto de elaborar un Informe que permita ordenar la actual oferta de títulos. Dicho Grupo, a mi entender excesivamente amplio, está compuesto por representantes de las universidades públicas y privadas, administración, agentes sociales y entes locales. (Ojalá no, pero ya se sabe, "si quieres que algo se haga, encárgaselo a una persona; si quieres que algo no se haga, encárgaselo a un comité"). Nos decía el Sr. Consejero, que "no se trata de suprimir estudios, sino de elegir inteligentemente cuáles ofrecer para hacer sostenibles y atractivos los campus y, en la medida de lo posible, adelantarnos al futuro, a las nuevas necesidades de formación y empleo de nuestros estudiantes y de desarrollo cultural y económico de nuestra Comunidad".
Comparto plenamente la necesidad de racionalizar la oferta académica universitaria de Castilla y León y el papel medular que al respecto debe jugar la Consejería de Educación. Incluso, considero conveniente la tendencia a una especialización progresiva de cada institución, en atención a sus propias características, contando siempre con la opinión de universidades, empresas, colegios profesionales y sindicatos. Sin embargo, considero que es necesaria cierta estabilidad temporal de la oferta de titulaciones y que las decisiones de cambio se adopten con prudencia, ya que la demanda social puede variar apreciablemente en poco tiempo. La especialización, al menos transitoriamente, debiera ceñirse a la investigación y a los estudios de master y doctorado.
Hace tan solo quince años nadie hubiera dudado en potenciar y en especializar a la Universidad de Burgos en aquellas titulaciones relacionadas con la construcción: aparejadores (hoy, arquitectura técnica), obras públicas (hoy, ingeniería civil) e ingenieros de caminos, canales y puertos, (hoy, tecnología de caminos). Quién iba a sospechar que con la gran demanda de alumnos que solicitaban cursar tales titulaciones, con el frenesí de la construcción, en pocos años se pasaría a tener titulaciones en standby, o con un número de alumnos porcentualmente insignificante (un 5%), si se compara con lo que fue en su día. En aquellas circunstancias, se podría haber dotado un buen número de cátedras, haber construido grandes laboratorios e infraestructuras de investigación. En fin, haber especializado la Escuela Politécnica Superior en su rama de la construcción. Pero resulta que llegó la burbuja inmobiliaria, la construcción se paralizó y ahora prácticamente nadie quiere cursar carreras de dicho ámbito. Qué hubiera sido de dicha especialización? Hubiera servido para algo? Seguramente estaríamos diciendo que se había malgastado el dinero público. Espero que esto sirva de aviso a navegantes.
Es obvio que una oferta de titulaciones de calidad requiere personal altamente especializado, mucho esfuerzo, fuerte inversión e infraestructuras caras, por lo que no son aconsejables cambios bruscos que afecten al mapa de titulaciones de las universidades públicas, salvo en casos excepcionales. Por ello, una de las prioridades debería ser, a mi juicio, un impulso enérgico y decidido de los estudios universitarios regionales, ya que no solo fijaría población estudiantil autóctona, sino que atraería a nueva población estudiantil. Está demostrado que es más probable que los egresados universitarios de un determinado entorno permanezcan en él a que vuelvan a su lugar de origen. Por tanto, plantear políticas restrictivas en relación a la oferta universitaria aceleraría el proceso de pérdida de población en nuestra comunidad, contribuyendo al agravamiento de uno de sus problemas esenciales, la despoblación.
Está bien racionalizar y reequilibrar la oferta universitaria regional, pero hágase con altura de miras. Es preciso convertir nuestro sistema universitario, cuatro universidades públicas y cinco privadas, en un motor económico de primera magnitud para Castilla y León. La Universidad de Burgos sirve de ejemplo. Con motivo del vigésimo aniversario de su creación se encargó un estudio al nada sospechoso Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) sobre el impacto socioeconómico de la Universidad de Burgos, y se demostró que 1 euro de inversión en esta universidad retorna a la sociedad 1,94 euros a través del empleo y la actividad económica indirecta e inducida. Por ello, la puesta en marcha de procesos de contracción del sistema universitario podría dar lugar a pérdidas, no solo de población estudiantil, sino también de otros sectores poblacionales derivados. El dinero dedicado a enseñanza superior no es gasto sino inversión. Suena a tópico, pero no lo es. Castilla y León tiene que apostar por su sistema universitario hasta transformarlo en un motor económico de primer orden. Cuál es la primera "industria" de la ciudad de Salamanca? Por qué no extendemos el ejemplo a toda la Comunidad?
Al igual que hacen otras Comunidades Autónomas, debemos aspirar a atraer a estudiantes de otras comunidades y del extranjero, más allá de si hay o no empleabilidad inmediata en el entorno. La eficiencia de las universidades públicas no debe medirse únicamente en términos económicos a corto plazo sino que es imprescindible tener en cuenta la rentabilidad social como servicio público conforme a lo establecido en la Constitución española. Además, no sólo hay que dotar de egresados para cubrir las necesidades del mercado de trabajo actual, sino que debemos formar titulados capaces de desarrollar y afrontar el desarrollo social y económico futuro de la Comunidad. Si por fortuna en España en materia de educación superior aún se mantiene el distrito único para el acceso a la universidad, no entiendo por qué nos preocupa tanto formar egresados para servir a nuestro entorno, cuando buena parte de los estudiantes que vienen a nuestras universidades son foráneos y nos ocupan un porcentaje muy importante de nuestras plazas universitarias.
Es cierto que en nuestro sistema universitario existen duplicidades de títulos, grados con muy pocos alumnos o, a la inversa, con un número muy elevado en titulaciones que después tienen pocas salidas laborales. Todo tiene solución, pero nunca inmediata. Debiera pensarse, no en alcanzar acuerdos para suspender la impartición de un Grado, bastante difícil, por cierto, salvo por hechos consumados. Lo importante es mantener la infraestructura existente y optimizar los recursos humanos. Me refiero a la posibilidad de incentivar la movilidad del profesorado, obviamente, para ello se necesitan recursos económicos, que pueda impartir docencia en centros de diferentes universidades. Además, disponemos de nuevas tecnologías para la enseñanza a distancia que permiten que la misma titulación se imparta en diferentes campus, a un número relevante de alumnos y lo haga el mismo profesor. Es decir, impartir titulaciones conjuntas interuniversitarias. Tan difícil es de entender? Por otro lado, se dice que tenemos Grados que forman más egresados de los que puede absorber el mercado. Pero qué mercado? El de Castilla y León? Esto es una visión muy cortoplacista y excesivamente miope. Este planteamiento es absolutamente incompatible con la idea de distrito único de la que he hablado. Con frecuencia se argumenta que en nuestras universidades se forman un número muy elevado de maestros o de enfermeros, por poner unos ejemplos. Cuando los jóvenes se matriculan por algo será, o es que vamos a regular el mercado laboral desde la universidad? También esto es misión de las universidades?
Nos decía el Sr. Consejero que el objetivo no es ahorrar dinero público sino gastarlo mejor, empleándolo en mejorar nuestras universidades, su internacionalización, las ayudas al estudio, la investigación y la transferencia del conocimiento. Nada que objetar, en esto coincidimos todos, pero la cuestión es cómo. Y el cómo es alcanzando un pacto por la educación en Castilla y León (algo impensable a nivel nacional); apostando e incrementando el gasto en universidades; acordando un incremento progresivo anual de un tanto por ciento que parta de los 350 millones de euros actuales hasta alcanzar la cifra que se considere oportuna en un tiempo prudencial; implantando titulaciones capaces de atraer alumnos de otras comunidades que nos permitan pasar de 85.000 a 100.000, por poner una cifra; distribuyendo estratégicamente las nuevas titulaciones por toda la región; buscando un equilibrio entre los Grados que se imparten en las diferentes universidades públicas para de ese modo evitar la discriminación que sufren las de menor tamaño; generando un consorcio interuniversitario estratégico para promover la implantación de titulaciones en modalidad online. En definitiva, no nos debe ocupar tanto el reordenar el mapa de titulaciones actual, que también, como el convertir nuestro sistema universitario en un motor económico regional. La universidad no va a dejar de ser digna de tal nombre, ni de transmitir y crear cultura porque se oriente, por supuesto, sin olvidar lo anterior, por razones económicas. O es que algunas respetabilísimas y reconocidísimas universidades privadas ignoran la cuenta de resultados?