Diario de Valladolid

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El vendedor de la naranja más ‘jugosa’

Responsable de ventas en una empresa de mobiliario, y con pasado político vinculado a diversas siglas, entra en la carrera del 24-M de la mano de Rivera

El candidato de Ciudadanos a la Junta, Luis Fuentes-Enrique Carrascal

El candidato de Ciudadanos a la Junta, Luis Fuentes-Enrique Carrascal

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Raquel Sastre

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No tenía edad para votar cuando ganó su primer sueldo en política. «Fue ensobrando papeletas para la UCD en las primeras elecciones democráticas. Gané 15.000 pesetas, todo un dineral en la época, y con eso me pagué el viaje de fin de estudios a Roma».

Aquella fue una nómina esporádica para un hombre, Luis Fuentes (Salamanca, 20 de diciembre de 1960) que, pese a participar activamente de la vida pública, se ha ganado el pan en el ámbito privado como organizador de eventos, inspector-veterinario y comercial. Ahora, ha pasado de vender muebles a la naranja más jugosa. Aspira a presidir la Junta bajo la marca Ciudadanos.

Mamó la política desde niño. Su padre, Marcial, fue durante cinco legislaturas alcalde de San Pelayo de Guareña, un pequeño municipio del norte de la provincia salmantina, de apenas 140 habitantes. Sin embargo, fue durante su estancia en Madrid, en su etapa universitaria, cuando empezó a adquirir conciencia cívica. «Llegaba de una ciudad de provincias y Madrid vivía una eclosión de todo. Eran los años de la Movida. Participé en todos los movimientos culturales. Aquello me abrió la mente», señala.

En la capital de España desembarcó para estudiar Ingeniería Agrónoma en la Politécnica, con la idea de heredar el negocio familiar, una finca agrícola que sus padres labraban en San Pelayo. Pronto descubrió que aquello no era lo suyo. «Había mucha matemática, física y química. Pensé que la carrera iba a ser más práctica y me desencantó». Abandonó la facultad sin completar el segundo curso. Pero no se fue de Madrid.

Entre los números, las fórmulas y los elementos se colaron las notas musicales. Y el Johnny, el Colegio Mayor San Juan Evangelista en el que se instaló al llegar a la capital, acabó marcando el ritmo de los siguientes siete años de su vida.

Su participación en todas las actividades que organizaba el Club de Música y Jazz del conocido centro de estudiantes le granjeó una completa agenda de contactos. Y de ahí nació una empresa de organización de eventos, fundada entre varios compañeros. «Empezamos a organizar conciertos para el Ministerio de Cultura o el Ayuntamiento de Madrid, para las fiestas de San Isidro o los Veranos de la Villa (...) Con el Instituto de la Juventud creamos certámenes en toda España», enumera. «Contactábamos con los managers para traer a los artistas. ¡Hablamos de Plácido Domingo o Tina Turner!», dice con el mismo énfasis con el que menciona el Ballet Royal de Vallonie. «Ahí conocí a mi mujer. Era azafata de congresos y de vuelo».

María Eugenia es hoy la madre de sus tres hijos y el motivo por el que, con 28 años, decidió regresar a Salamanca y sentar la cabeza. Recién llegado a su tierra, le llamaron de la Delegación de Agricultura y Ganadería de la Junta para participar en un departamento nuevo, creado para sortear una crisis. «Eran los años de la peste porcina africana. Europa y Estados Unidos no permitían la importación de carne sin certificar. Y a eso nos dedicábamos, con veterinarios», relata.

Casado, con su primer hijo mojando pañales, y trabajando en ese servicio especial, se matriculó en Ciencias Empresariales. «Empecé la carrera por cabezonería», añade como si quisiera justificar que el orden de factores no alteró el producto (de su vida).

Acabada su etapa como inspector en la Administración, pero aún estudiando, pasó «16 ó 17 meses» en el paro. En ese momento arrancó su etapa más longeva de estabilidad laboral en la misma empresa. Dieciocho años trabajando con su jefe – «él aportó el capital y yo el trabajo», precisa– para levantar un negocio dedicado a la fabricación, distribución y comercialización de mobiliario, que se gestó «en el salón de su casa» y hoy tiene tiendas en dos comunidades y una franquicia en la India.

– Tiene mérito la supervivencia después de la crisis inmobiliaria que atravesamos...

– (Resopla) Nos hemos equivocado en varias ocasiones y hemos vuelto a rectificar.

– ¿Se considera un emprendedor?

– Más bien un gran trabajador. Considero la empresa como algo mío. Es la única forma de que un negocio crezca.

Con la experiencia práctica, y algo más de formación teórica en la mochila, desarrolló habilidades de comercial.

– Se le da bien convencer a la gente.

– Hemos sobrevivido 18 años. Si uno cree en el producto, puede convencer al resto.

– Y vender. Con ese oficio, ya tiene mucho ganado en política.

– No me gusta ese verbo para la política. Las ideas no se venden, se explican. Y yo intento transmitirlas para que sean los ciudadanos quienes decidan.

El lunes empezó las vacaciones para volcarse en la campaña electoral. «Tengo la suerte de tener un grandísimo jefe», dice subrayando lo «comprensivo» que ha sido cuando, en las últimas semanas, Luis ha restado horas al negocio que le da de comer para dedicarlas a Ciudadanos.

El ritmo de su vida ha dado un giro de 180 grados y admite que ha dejado de ser dueño de su agenda. Su hogar devuelve la paz cada noche a ese caos en que se han convertido sus días, donde viajes, entrevistas y actos se multiplican como los panes y los peces. «Siempre voy a dormir a casa, aunque llegue pasada la una de la madrugada».

A la casa de los guardianes de la finca familiar se mudó dos años después de casarse. Aficionado al bricolaje y muy manitas, él mismo la reformó. Allí vive con su mujer y sus tres hijos, todos varones: el mayor, de 24 años, y dos gemelos «que han hecho 16... ¿16 ó 17?... Creo que son 17. ¡Qué desastre!», confiesa.

Cuando no está pateando la calle, que es la mayoría del tiempo, se relaja en su hogar. «Soy muy casero». Algún que otro domingo se cuelga el mandil para cocinar paella. «Es lo que tiene haber compartido piso, ja ja». En cuestión de tareas domésticas, mejor la bayeta que la plancha. Maneja la aguja con cierta soltura. «Me coso un botón y te aseguro que no se vuelve a caer», bromea.

Aficionado a «todo tipo de música, cine y artes escénicas en general», también toca la guitarra. Es seguidor, no forofo, del Real Madrid. Y de vez en cuando acude a los toros.

En estos años de comercial ha adquirido dos costumbres, que pueden resultarle muy útiles para su nueva faceta como candidato.

La primera es la lectura diaria de la prensa. «Suelo llegar a la oficina media hora antes. Tomo un café y leo cuatro periódicos; uno local, dos de tirada nacional y uno deportivo. Es muy útil tener un tema para entablar conversación con un cliente».

La segunda es conjugar el verbo rectificar, algo que, a tenor del sentir de la calle, es una virtud que el ciudadano –en singular, y con minúscula– aprecia tanto como añora en la clase política. Durante las dos horas de conversación, el candidato pronuncia esta palabra o sinónimas en tres ocasiones.

La más evidente es al recordarle que, en mayo de 2013, siendo todavía portavoz de la Unión del Pueblo Salmantino (UPS), se refirió a PP y PSOE como «la casta», en una rueda de prensa en la que informaba de la incorporación de su partido a la Confederación de Agrupaciones Políticas Independientes (Capi). «Sí, tenía esa mala costumbre», admite. Por entonces, Pablo Iglesias era sólo un tertuliano de televisión que apuntaba maneras, Podemos un proyecto en la incubadora, y ‘casta’ un término huérfano de propiedad intelectual.

Ciudadanos huye de la palabra y su candidato en Castilla y León, también. «Es que se ha tergiversado... Cuando yo me refería a políticos de PP y PSOE como ‘casta’ era para significar que se han agarrado tantísimo a su sillón, que se han olvidado de los problemas de los ciudadanos», afirma tratando de barnizar aquellas palabras. Sí reconoce un mérito a Podemos. «Despertó la conciencia crítica. Nunca se lo agredeceremos lo suficiente».

Fuentes tiene pasado y varias novias en política, desde Unidad Regionalista de Castilla y León (URCL), pasando por Independientes con sus distintos apellidos –léase, en coalición–, hasta UPS, un partido «centrista», al que puso la voz entre 2002 y 2014, y que llegó a ser tercera fuerza en las municipales de 2011, tras cosechar 6.836 votos y lograr 69 ediles.

Su flirteo con Ciudadanos se remonta a «varias elecciones atrás». «Colaboré con ellos en las autonómicas en Cataluña», relata. Pero no fue hasta octubre de 2014, cuando cuajó el idilio, UPS desapareció y Fuentes se convirtió en el hombre de Albert Rivera en Castilla y León. «Bueno, del partido en general», puntualiza. La conversación hace ‘parada’ en el programa electoral.

– Explíqueme cómo va a vender en esta Comunidad la supresión de líneas de AVE. Los candidatos de Andalucía o el Levante lo tiene más fácil, pero usted...

– ¡Es que cogen los rábanos por las hojas!

Tras las explicaciones de manual, Fuentes concluye que a «Castilla y León no le toca nada» porque sus líneas «están en marcha» y los calendarios «se van a cumplir».

– Hablemos de la supresión de municipios. Como aplique aquí el listón de los 5.000 habitantes se salvan poco más que las capitales.

– No existe la palabra suprimir. Ciudadanos propone abrir el debate...

... El candidato tira de las recomendaciones europeas y el argumentario naranja, y describe una propuesta basada en la unión «voluntaria» de municipios para «ganar autonomía financiera» y «poder contratar servicios». El modelo parece asemejarse bastante al diseñado en la Ley autonómica de Ordenación, aunque él lo niega.

– ¿Es consciente de que en algún momento, si defiende los intereses de Castilla y León, tendrá que enfrentarse a Rivera?

–Nosotros pensamos en global, no en las autonomías como miniestados. Apostamos por la vertebración y la igualdad. Es más fácil decir ‘esto no se puede hacer por el bien común’ que decir ‘me voy a enfrentar a Albert y voy a traer el AVE hasta Villanubla’».

En ese contexto, defiende una financiación autonómica justa, donde los territorios con más ingresos «sean generosos para que otros puedan prestar sus servicios», y no haya «privilegios».

– ¿Castilla y León es de las privilegiadas?

– No.

Liga despoblación y paro. «El cortijo, el clientelismo y la forma de gobernar hacen de Castilla y León una tierra poco atractiva para las empresas. La gente no se iría si tuviera un trabajo».

Testado su tirón en las elecciones andaluzas, la formación naranja se ha convertido en una jugosa pieza de deseo. «Ha habido una afluencia de oportunistas, gente que no venía a crear partido, sino a participar en las listas». Admite que esta avalancha tiene sus riesgos. «Sabemos que alguien nos la va a liar, pero con la corrupción somos muy radicales, y hemos puesto los mecanismos para poder echarlos».

Si Ciudadanos se convierte o no en llave de Gobierno en Castilla y León, lo decidirán las urnas. Si apoya o no la lista más votada, lo dirimirá el Comité Ejecutivo nacional. Entretanto, el candidato vende la marca: «Con nuestro voto, el partido que lleve imputados por corrupción en las listas no gobernará». Aunque... «la abstención siempre es una opción política», desliza.

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