DÍA CONTRA EL CÁNCER
Un joven vallisoletano superviviente de cáncer de huesos: «Para una familia normal padecer cáncer supone muchísimos costes»
Un joven superviviente de cáncer de huesos señala el desgaste emocional y económico / Inés convive desde hace 12 años con el cáncer: «Hace un mes me dijeron que he superado la leucemia»

Jonathan Rubio, joven que ha superado un cáncer de huesos
«Es un shock en la vida y la parte mental es la más difícil de gestionar». Un bulto fue la alerta que necesitó Jonathan para acudir al médico de cabecera.
En ese momento tenía 32 años y trabajaba en Vitoria como pintor de coches. «Me hicieron una radiografía y en ese momento directamente me mandaron a oncología porque tenía pinta de ser maligno». A partir de ahí, comenzaría un proceso de recuperación que marcaría su vida en su lucha por conservar su pierna.
«Antes de operarme por primera vez me dieron quimioterapia. Fueron dos ciclos de seis sesiones. Pero como el tumor no estaba muy avanzado no hizo efecto».
Diez horas de operación que se repitieron en una segunda ocasión, con su correspondiente segundo ciclo de quimioterapia, donde la situación de Jonathan volvió a torcerse al no cicatrizar la herida.
«Empecé la rehabilitación y tuve la mala suerte de que a los cuatro meses aproximadamente empecé a sentirme mal debido a una infección», explica.
En ese momento los médicos le plantearon un dilema que solo era decisión suya: amputar o intentar salvar su pierna. Sus doctores tenían miedo por si la infección no remitía, lo que supondría que amputar se convertiría en la única opción. Pero Jonathan terminó por decidirse y el resultado fue el esperado. Aunque recalca que tiene varias limitaciones.
Enfrentarse a esta situación le hace reflexionar sobre acciones cotidianas como andar y correr que las personas realizan a diario y no valoran hasta que les ocurre algo que les impide realizarlas. «Gracias a Dios salió todo bien y no hubo metástasis, pero tengo ciertas limitaciones a la hora de andar y no puedo correr».
En ese momento le tocó asumir que no podría volver a desempeñar su trabajo debido a las limitaciones de movilidad de su pierna, algo que psicológicamente fue duro de asumir. «Con la pierna así no podía estar levantándome, subiendo, bajando, ponerme en el suelo, cosas que hacía de normal en el trabajo y de pronto ya no podía hacer».
Aunque no tuvo problemas a la hora de cogerse la baja, su experiencia fue muy buena, aunque al tratarse de una pequeña empresa una baja tan prolongada suponía «una brecha para ellos». «El jefe se vio afectado porque siendo una empresa pequeña hace mella a la empresa. Mi relación con él cambió porque yo me sentía mal de alguna forma. No he decidido tener esta enfermedad».
Durante todo este proceso, Jonathan recalca la importancia que han tenido su familia y sus amigos. «Su apoyo ha sido importantísimo para mí. Es una situación que viene grande a todo el mundo. Muchas veces no saben cómo tratarte o hablarte porque dicen cosas que pueden sentarte mal», reflexiona.
A nivel económico, además, los costes suponen un gran golpe a las familias. «Para una familia normal padecer cáncer son muchísimos gastos», afirma Jonathan, quien se muestra agradecido a la Asociación Contra el Cáncer de Valladolid por el soporte económico que dieron a sus padres. «La Asociación nos ha ayudado mucho. Todos los tratamientos los hice en Donosti, operaciones que suponían estar un mes hospitalizado y que gracias al piso que tienen la asociación allí y donde mis padres se quedaban los costes se redujeron muchísimo».
Entre salas de espera y operaciones en el quirófano, Jonathan se reafirma en la importancia de la Asociación en su vida también por el apoyo psicológico y reivindica la importancia de la existencia de estos espacios para los pacientes, algo que no tienes en cuenta hasta que no te pasa. «Cuando lo sufres en tus carnes te das cuenta de que hace más falta de lo que nos pensamos», concluye.
Inés es otra de las supervivientes que tuvieron que enfrentarse al cáncer a una edad muy temprana. Entonces solo tenía 26 años y supuso «un shock». «Todo comenzó cuando me detectaron un tumor en la parte del torax y me cogía los órganos del abdomen». Este primer diagnóstico derivó en la extirpación de un riñón y el uréter izquierdo.
«Los doctores me dieron un mal pronóstico. Me dijeron que no había tratamiento y que era muy complicado». Afortunadamente, todo salió bien e Inés permaneció cinco años limpia. «Cuando empiezas eres una marioneta que se deja llevar por los médicos. Una vez terminas empieza el miedo a la recaída».
Sin embargo, tras esos cinco años, el tumor se reprodujo. «La segunda vez me cogía unas arterias principales de la pierna izquierda. Me dieron 25 sesiones de quimioterapia pero no funcionó», recuerda la paciente.
En una tercera operación, Inés terminó por perder sensibilidad en su pierna. «Me sacrificaron el ovario izquierdo, lo que me creó una menopausia precoz y, al tocar las arterias de la pierna, perdí sensibilidad». Aunque el proceso fue muy duro, Inés se recuperó.
Fue hace dos años cuando comenzó la que ella define como el proceso «más duro de todos». Le diagnosticaron leucemia. «Me dieron quimioterapia con todo lo que conlleva, además del aislamiento social ya que tenía que quedarme en el hospital cuando me quedaba sin defensas».
Ahora, ya recuperada hace tres semanas, Inés se muestra orgullosa de haber ganado esta batalla. «Parece que hemos podido con ella», concluye.