Diario de Valladolid

LISTA ROJA

El palacio de Valladolid que languidece: de Rubens y Tiziano a la ruina y grafitis

El Palacio de la Ribera ha vivido un progresivo declive desde el siglo XVII, fue residencia veraniega de Felipe III y hoy solo quedan sus restos

Restos del Palacio de La Ribera de Valladolid

Restos del Palacio de La Ribera de ValladolidJ.M. LOSTAU

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Valladolid

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En otra época, la de los grandes reyes, los validos, la del imperio español, el Siglo de Oro; a orillas del río Pisuerga se erigió un Palacio Real. Un enclave llamado Palacio de la Ribera, aunque también es conocido como Huerta de la Ribera, un edificio que en su día fue la residencia de verano del hombre más poderoso de España y de los más importantes del mundo: Felipe III.

Desde el siglo XVII el Palacio de la Ribera (en frente de lo que hoy en día es la playa de Las Moreras) ha vivido un declive prolongado en el paso del tiempo. Pasó de ser la casa del monarca en la época estival, decorada con cuadros de artistas de gran renombre como Rubens o Tiziano, al olvido, la ruina y a estar cubierta por grafitis.

Esta misma semana ha entrado en la Lista Roja de Hispania Nostra por su gran deterioro y su peligro de desaparición. A pesar de ser un Bien de Interés Cultural (BIC) el paso del tiempo ha caído como una losa sobre este palacio.

A orillas del Pisuerga, en un camino que comunica el Puente del Poniente y los jardines que descansan bajo el Edificio Duque de Lerma se encuentran las ruinas de lo que en su día fue todo un palacio real. Quienes pasen por esta zona les será difícil imaginar que en su día vivió ahí un rey de España pues hoy tan solo quedan  restos cubiertos de grafitis. Varias verjas y una pequeña cruz anclada en una pared son los restos que se pueden ver a simple vista de lo que en su día fue residencia de la realeza.

La historia de este edificio a orilla del Pisuerga se debe a un hombre. Una persona que gozó de la máxima confianza del hombre más importante del momento. El Duque de Lerma hizo y deshizo a su antojo en la corte de Felipe III al que las crónicas definen como un hombre más preocupado de la caza, de la pintura o del teatro que de gobernar, aunque bajo su reinado España alcanzó su máxima expansión.

Francisco de Sandoval y Rojas, el primer duque de Lerma, convenció a Felipe III para trasladar la corte de Madrid a Valladolid. Un movimiento que era toda una estrategia para su beneficio personal, la capital estaría más cerca de su finca de Lerma (Burgos)y supondría todo un beneficio para su bolsillo. Compró terrenos, palacios y casas en Valladolid a un precio barato que con la llegada de la corte a la ciudad del Pisuerga en 1601 incrementaron su precio. Así, vendió estos inmuebles para conseguir un gran beneficio. Este aumento de los precios en Valladolid se dio en sentido opuesto en Madrid. Cuando salió la corte, los precios cayeron y el Duque de Lerma comenzó a comprar terrenos y casas madrileñas a un precio menor que terminó vendiendo más caro cuando Felipe III regresó a Madrid en 1906.

Uno de esos tantos inmuebles con los que hizo negocio la mano derecha del rey fue el Palacio de la Ribera. El duque de Lerma, meses antes de regresar a Madrid, vendió esta parcela al rey obteniendo un considerable rédito económico.

Al establecerse aquí, el rey precisaba de una residencia de recreo y la ubicación escogida fue a orilla del Pisuerga. En 1602 el arquitecto Juan Gómez de Mora comenzó a construir este palacio que albergó entre sus paredes obras de arte de grandes pintores de la época como el Retrato ecuestre del duque de Lerma de Peter Paul Rubens que actualmente está en el Museo del Prado. Hasta 480 cuadros albergó este recinto de autores como Tiziano, Veronés, el Bosco o la serie de 101 cabezas de emperadores de Vicente Carducho. No todo fueron cuadros, en sus jardines también hubo esculturas como El Sansón y el Filisteo de Juan de Bolonia.

La época de bonanza de este palacio fue breve, apenas duró los cinco años en los que Felipe III vivió en Valladolid. Tras su regreso a Madrid el mantenimiento se deterioró y a lo largo del siglo XVII se sucedieron noticias de reparaciones. En ocasiones no solo fue el paso del tiempo, las inundaciones también ocasionaron daños pues el palacio estaba muy próximo al río. Al final del citado siglo el edificio estaba ya casi en ruinas. En 1761 se permitió desmantelarlo y que sus piezas se empleasen en otras ubicaciones como el Palacio Real.

A día de hoy tan solo queda un lienzo de sillería que continúa con otro de ladrillo. Paralelo al cauce del Pisuerga apenas hay otros dos fragmentos de muro de lo que en su día fue la residencia de verano uno de los hombres más poderosos del mundo.

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