Diario de Valladolid

Las ciberestafas se disparan hasta las 2.530 y sitúan a Valladolid a la cabeza de Castilla y León

Acapara el 24% del total en Castilla y León en el primer semestre del año / La región registra un incremento del 13,4% y Ávila sufre una subida interanual superior al 48%

Muchas estafas cometidas a través de internet están relacionadas con tarjetas de crédito. SANTI OTERO

Muchas estafas cometidas a través de internet están relacionadas con tarjetas de crédito. SANTI OTERO

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Diego Santamaría

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De un tiempo a esta parte, sobre todo a raíz de la pandemia, la cibercriminalidad se ha convertido en el principal quebradero de cabeza de las fuerzas y cuerpos de Seguridad . Lo reflejan las estadísticas y lo corroboran los propios mandos de la Policía Nacional o la Guardia Civil, haciendo llamamientos a la población para que no muerda anzuelos y reclamando más y mejores herramientas para impedir la comisión de este tipo de delitos. Sea como fuere, este fenómeno no es ajeno a Castilla y León sino todo lo contrario. A lo largo del primer semestre del año, l as estafas informáticas aumentaron un 13,4% respecto al mismo periodo del ejercicio anterior. 10.574 casos en total, cerca de 60 cada día, frente a los 9.328 de 2022, que no son pocos. 

El cómputo global, tomando como referencia el último balance de criminalidad (de enero a junio) elaborado por el Ministerio del Interior, refleja que las estafas son el principal caldo de cultivo a la hora de cometer actos ilícitos a través de las nuevas tecnologías. Según los datos recabados en dicho informe, la Comunidad ha sufrido 12.025 cibercrímenes , un apartado que engloba otras prácticas delictivas como amenazas, acoso y abuso sexual, pornografía infantil o falsificaciones. El incremento, si se compara con el primer semestre del año pasado, se sitúa en el 13,7%. 

La tendencia alcista, palpable en el conjunto del país, se manifiesta de forma desigual en términos porcentuales. Si hablamos de estafas en el último periodo susceptible de análisis , Ávila se llevó la peor parte con una subida del 48,1% al pasar de 501 a 742 delitos. Sin embargo, la mayor concentración se produjo en Valladolid, con 2.530  casos que acaparan el 24% del total, mientras León y Burgos permanecían a la zaga con 1.793 y 1.544, respectivamente. Lo curioso del asunto es que las dos provincias con mayor número de delitos registraron las tasas de crecimiento más bajas (6,5 y 4%) con permiso de Salamanca: 1.504 estafas y un incremento del 4,8%. Por otro lado, conviene remarcar que Ávila, Burgos, Segovia y Zamora cerraron el primer semestre de 2023 con índices por encima de la media regional. 

Resulta evidente que la proliferación de la ciberdelicuencia creció exponencialmente tras la irrupción del Covid-19. Hasta el punto de que Interior se viese en la tesitura de incluir una categoría estadística específica en sus balances de criminalidad. No en vano, existe un apartado específico donde se recogen, con mucho más detalle, todas las infracciones penales relacionadas con las nuevas tecnologías. Y ahí se aprecia, en el caso de Castilla y León, un preocupante aumento del 94,2% entre 2022 y 2019

Sin salir de las estafas, la amplísima mayoría están relacionadas con tarjetas de crédito,  débito o cheques de viaje . Antes de la pandemia, esa práctica ya era bastante habitual y en Castilla y León se aproximaba a las 6.000 denuncias anuales. Tan solo tres años después, Policía y Guardia Civil contabilizaban ya 10.800. Es decir, un 81% más. 

La nota positiva, dentro de lo que cabe, reside en la disminución progresiva de las estafas bancarias , que experimentaron un histórico bum en 2020 con más de un millar de delitos cometidos. Poco a poco, parece que la sociedad se ha ido concienciado y que los mecanismos de control son más efectivos, ya que el año pasado la cifra descendió a 239. Y si comparamos con el año antes de la pandemia, la caída ronda el 56%. 

De la calle a la pantalla

Del timo de la estampita o el tocomocho en plena calle a las estafas por internet. Las nuevas tecnologías han supuesto un importante nicho de mercado (negro) para quienes se aprovechan de la ingenuidad ajena. Ya no es necesario un trabajo actoral para desvalijar a alguien por la vía del engaño. Basta tan sólo con conectarse a internet y lanzar el cebo esperando a que alguien pique. La cibercriminalidad está en auge y, aunque la Policía se ha especializado en este campo por imperiosa necesidad, cazar a los delincuentes se convierte en tarea casi imposible si estos se ubican a miles de kilómetros.

Una de las estrategias que más de moda se ha puesto últimamente, y que más focos mediáticos ha atraído, es la del falso familiar . Un buen día, de repente, alguien recibe un mensaje por WhatsApp de un número desconocido. De un pariente, generalmente su hijo, comentándole que ha perdido su teléfono móvil y que le escribe desde el de un amigo. Si cuela, el estafador le contará que ha tenido problemas con su tarjeta de crédito. O que ha perdido la cartera directamente. Lo que sea con tal de recibir una cantidad de dinero, no demasiado elevada en principio para no levantar sospechas, y así poder salir del apuro cuanto antes.

Pero hay una variante mucho más extrema: la del falso secuestro . Aquí las aplicaciones de mensajería pasan a un segundo plano. Se recibe una llamada, desde un número oculto, en la que un desconocido asegura tener retenido a un ser querido. A continuación, el supuesto captor pone precio al rescate. Y raro es que pida poco. Lo normal, en una situación así, sería llamar al familiar o amigo en cuestión para comprobar si es verdad o si se trata de una broma. Pero los nervios, y sobre todo la ingenuidad, pueden jugar una mala -y cara- pasada a las víctimas . Aún con todo, lo recomendable es mantener la cabeza fría y realizar la pertinente verificación antes de realizar la transferencia bancaria.

Demasiado burdo, pero hay gente que se lo cree y va con ello hasta el final, es el timo del famoso en apuros. Un perfil en redes de una celebridad, más falso que un billete de seis euros, contacta con un usuario cualquiera que ha dejado la suficiente información en la red como para saber a quién admira profundamente. El VIP en cuestión (músico, futbolista, actor...) establece un clima de confianza a través del chat. La víctima, si no tiene dos dedos de frente, se encuentra en una nube.

Una vez echado el lazo, pueden darse diferentes variantes. Todas con un mismo propósito: sablar al incauto. Lo más habitual es que el famoso de marras comente que acaba de aterrizar en el país natal de la víctima. El problema es que su maleta se ha extraviado en el aeropuerto y, vaya por Dios, tenía sus tarjetas de crédito dentro.

Rizando el rizo, se pueden dar historias de amor que ni el más avezado guionista de Hollywood sería capaz de concebir. Como la de una mujer granadina que, el año pasado, conoció al mismísimo Brad Pitt a través de Facebook. Empezaron hablando en un club de fans del actor y llegó el flechazo. Había planes de una vida común e incluso de rodar una película juntos. La estafa, y por ende el disgusto, le costó a la pobre incauta la friolera de 170.000 euros.

También se habla, cada vez más sobre el phishing . Casi todo el mundo ha recibido un correo electrónico de este tipo. Y aunque la mayoría vayan a la papelera, conviene andarse con mucho ojo porque hay verdaderos maestros del engaño estético. A grandes rasgos, el truco consiste en hacerse pasar por una empresa o entidad bancaria y solicitar contraseñas y datos personales bajo cualquier pretexto comercial. De esta forma, se puede suplantar la identidad de la víctima y delinquir a placer.

Existe una variante, desgraciadamente en auge, consistente hacerse pasar por una empresa determinada e interactuar con otra con la que se mantienen lazos comerciales. A través de este método, se consigue que la compañía a la que se intenta engañar realice una transferencia sin ser consciente de que el dinero acabará volando.

A la hora de pescar ingenuos en la red, el empleo puede ser una herramienta muy llamativa . Parece obvio, pero la desesperación por acceder al mercado laboral ciega a muchas personas. Si hay que pagar de antemano para trabajar, huele a estafa desde lejos. Quizá sea menos frecuente que antaño, pero esta práctica se disparó a raíz de la crisis de 2008. Por aquel entonces, y también ahora, las plataformas de búsqueda de empleo ofrecían un enorme torrente de información. Tan sencillo como analizar la formación académica y profesional de una persona y enviar un correo electrónico ofreciendo el puesto de sus sueños. Bien remunerado, horarios de ensueño... ¿Quién no lo querría?

Tras un breve intercambio de correos electrónicos, llega el momento cumbre. En muchos casos, el trabajo es en el extranjero o lo suficientemente lejos del lugar de residencia de la potencial víctima como para ir y volver a diario. Tan solo queda firmar el contrato porque los de arriba tienen claro que ése es el perfil idóneo. Pero hay un problema, un pequeño escollo sin importancia: un pago previo, para unos trámites burocráticos por el viaje o el alojamiento, que posteriormente se reembolsarán. Lo típico en un fraude como la copa de un pino.

Y qué decir del comercio electrónico, que abarca desde las compras por internet a las inversiones ‘seguras’ para hacerse rico sin moverse desde casa (ojo con los criptobros y demás calaña). Nos encontramos ante un modalidad entre particulares en el que uno da pero nunca recibe. La relación puede establecerse por diferentes vías: páginas de segunda mano, de subastas e incluso tiendas online completamente falsas que simulan ser la verdadera cambiando una simple letra de la URL.

Este tipo de engaños surgieron prácticamente a la par que el nacimiento del comercio digital. Para evitar perder dinero y quedarse sin el producto acordado, lo ideal es recurrir a plataformas de confianza con mecanismos de seguridad. Y no enviar dinero por adelantado bajo ningún concepto si el canal en el que se realiza la compra no brinda las suficientes garantías. Nunca se sabe quién se encuentra al otro lado de la línea.

En lo que respecta a los pagos, mucho cuidado con Bizum . Puede suceder que el falso comprador avise de que va a realizar el pago por esta vía. Y cuando llega el mensaje, damos a aceptar sin ser conscientes de que en realidad se está autorizando todo lo contrario: dar dinero a ese desconocido.

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