Diario de Valladolid

Valladolid siente ya la pasión de la Semana Santa

Burrieza apela en el pregón a los sentimientos de los vallisoletanos

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E. M. / VALLADOLID
Valladolid

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El profesor titular de Historia Moderna de la Universidad de Valladolid, Javier Burrieza, apeló ayer a los sentimientos de los vallisoletanos e invitó a «no convertir» una liturgia como la Semana Santa «en el paño que, encerrado en un arca, se pretende vender».  Encargado de pregonar la Pasión vallisoletana 2022, tras firmar en el Libro de Oro del Ayuntamiento, incidió en la necesidad de «ser comunicada, narrada y transmitida», y explicó que su profesión de historiador le ha ayudado a tener una «vivencia particular» de la Semana Santa, desde la investigación, en «tantos tiempos solitarios de archivos; en la elaboración de muchas páginas con la única compañía de las marchas procesionales que sonaban mientras escribía» . Y que esta celebración ha sido una «columna vertebral» de su formación, «en lo espiritual y personal», y en la que ha encontrado «vivencia plena, no para siete días, sino para setenta veces siete, es decir, a lo largo de todo el año».

La Catedral Metropolitana contó con todo su aforo disponible y la presencia de las instituciones políticas y eclesiásticas, entre ellas el alcalde, Óscar Puente, y el cardenal arzobispo, Ricardo Blázquez. En un emotivo pregón, Burrieza tiró de la rama familiar para sonsacar más de una lágrima y se dirigió durante todo su discurso a los vallisoletanos y visitantes que puedan acudir en esos días, a quienes narró «un relato ordenado, a fin de conocer bien la solidez» de esta liturgia, informa Ical.

El pregonero Javier Burrieza.ICAL

El pregonero Javier Burrieza.ICAL

«Lo que te dispones a vivir, a celebrar, a hacer todavía más grande con la solemnidad acostumbrada, tras dos años de penosa ausencia de nuestras calles a causa de la trágica pandemia que tantos sufrimientos ha provocado a nuestro pueblo, que tantas vidas y esperanzas ha segado, que tantas noches oscuras del alma ha provocado en nuestra confianza, a pesar de sentir a Dios a nuestro lado, quizás más que nunca, azotado por el mal de la enfermedad, golpeado por lo inesperado de lo sucedido », trasladó Burrieza durante casi una hora.

Calles que son escenarios de teatro

No piense, mi amigo, que este Valladolid resulta de multitudes siguiendo las procesiones , sino más bien, para mi lamento, de numerosos pero especializados fieles que se congregan en el recorrido, en rincones donde se desarrollan las principales escenas de este drama sacro”, expuso. A su juicio, es un Vía Crucis “en medio de ese urbanismo semanasantero de Valladolid”, conformado por calles “inevitables, estrechas, convertidas en escenarios de teatro donde los actores de este drama sacro se van incorporando, con las aceras repletas, rezando hoy con el móvil en la mano para plasmar ese momento de intensa emoción en una fotografía”.

 

Se trata, planteó Burrieza ante los presentes, de cofrade s “sacrificados que, en condiciones desfavorables de ensayo, con sus andas o con sus instrumentos musicales, convierten cada uno de sus pasos y partituras en sones procesionales indispensables”. Calificó la Semana Santa como la liturgia “inigualable en el goce estético, en la belleza y en el arte”, pero se detuvo particularmente en la música, la que recuerda “a cortejo de soldados de nariz sayón y escriba, sayones que se abren paso en el caminar del condenado, trompetas que anuncian su presencia, redobles de dolor, voces que gritan desde la muchedumbre, gentío y amargura…, marcha de muerte y de lágrimas, repetitiva como los recuerdos, interpretación popular de la existencia dramática, sin que falte un toque de pasodoble incluso, de espectáculo trágico y expectación”.

Y al ritmo de esa música, los pasos, que “fueron realizados para ser alumbrados en la calle, pues es allí donde cobran sus gestos todo su sentido”. “Muchos ojos he visto humedecidos por las lágrimas, muchas manos santiguarse ante la sombra de Jesús sufriente, labios que musitan una oración. El arte procesional, querido amigo, ha sido realizado para impactar, para llegar como dardo amoroso al centro del alma”, subrayó.

En todo caso, consideró que “estamos dejando los cofrades un tanto desierta la culminación de nuestra celebración” “¿Nos sobran acaso las palabras? No demos razones a quienes nos tachan de ‘sacasantos’”, invitó, para mencionar un antiguo lema que indicaba que "antes faltará la luz que cofrades a la Cruz”, pero que no se debe dejar de aplicar porque "nuestros cofrades no son tan abundantes y es menester hacer llamada a la procesión, que ningún hábito se quede en casa, en armarios y baúles". 

Destacó los 75 años de la existencia de la Junta de Cofradías; pero también el centenario del comienzo de los trabajos preparatorios para conseguir la restauración habitual de las procesiones, de la mano del arzobispo Remigio Gandásegui. También recordó que la ciudad cuenta con pregonero desde 1948, para lanzar algunas citas de algunos de los que fueron protagonistas tal día como hoy, como Francisco de Cossío, primero que lo hizo, Ángel de Pablos o Francisco Mendizábal.

Familia muy semanasantera

Burrieza, que presumió de ser “muy vallisoletano”, señaló que sus convecinos “rezan en silencio, caminan y alumbran con la cera de las velas que se derrite en silencio, se visten en silencio el cíngulo de la túnica penitencial…” “Llevamos los sueños heredados de tantas familias cofrades durante generaciones, de tantas emociones y miradas… la palabra se hizo carne y habitó en silencio entre nosotros, en estas orillas del Pisuerga”.

Y aquí habló de su percepción de una Semana Santa, que en Valladolid saca a la calle 38 procesiones, que cuenta con una “inevitable vinculación familiar” que le une a sus “mayores” y que se inició hace algo más de un siglo gracias a su abuelo Joaquín Burrieza, a quien no pudo conocer al fallecer tres años antes de su nacimiento.

Hoy, los tres hijos del historiador, Cristina, Beatriz y Joaquín, “reproducen estas devociones, siendo unos de las Angustias y otros de la Vera Cruz”. “Ellos han conocido estas realidades desde la cuna. No puedo olvidar cómo Cristina, nacida en un lunes de Pasión, salió del hospital de su nacimiento con su propia palma”, rememoró, para confesar, a modo de resumen, que “no hay otra salida más orgullosa” en su familia que aquella en la que todos se dirigen, en la noche del Jueves Santo, “con los capirotes, en terciopelo negro y azul turquí, a las respectivas procesiones de Regla”.

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