Diario de Valladolid

El jurado considera culpable de asesinato al matricida de Parquesol

La Fiscalía matiene los veinte años de cárcel al considerar que la víctima no tenía conocimiento para pedir a su hijo que la matara / La defensa asegura que se trata de cooperación al suicidio

El acusado, César F. M., junto a su abogada, Carmen Hedrosa, en una de las vistas del juicio oral.-PABLO REQUEJO

El acusado, César F. M., junto a su abogada, Carmen Hedrosa, en una de las vistas del juicio oral.-PABLO REQUEJO

Publicado por
Santiago G. del Campo
Valladolid

Creado:

Actualizado:

El juicio del matricida de Parquesol cumplió ayer una de sus últimas fases, con la calificación de los hechos por parte del Ministerio fiscal y la defensa, y la entrega del objeto del veredicto al jurado. No hubo sorpresas. Las partes se ratificaron en lo que venían pidiendo desde el principio del proceso: la fiscal, la consideración de asesinato y la defensa, la de cooperación al suicidio.

La diferencia en las penas de ambos delitos es sustancial, de 20 años de cárcel en el primer caso, y de dos años de internamiento en el segundo. La defensa alega que el acusado sufre una enfermedad psíquica y debe recibir ayuda de los facultativos en vez de entrar en prisión.

César F. M., de 39 años, está acusado de matar a su madre, Sacramento Martínez, de 71 años, el 29 de enero de 2018, en Parquesol. La fiscal mostró su convencimiento de que utilizó cojines y una gasa para asfixiarla, ya que los encontrados en el escenario del crimen presentan manchas compatibles con los orificios nasales, además de saliva y ADN de la víctima. La autopsia desveló una dosis mortal de fármacos que, según la acusación, César F. M. la habría obligado a ingerir.

Culpable de asesinato. Así es como considera el jurado al acusado de matar a su madre, atiborrándola de pastillas, en Parquesol. El veredicto del jurado popular acaba de darse a conocer en la Audiencia de Valladolid.

En la última jornada del juicio, que tuvo lugar ayer, la fiscal, Mónica Campo, puso todo su empeño en demostrar que el acusado mató intencionadamente a su madre, sin que existiese entre los dos ningún pacto, ni ninguna petición de la madre de que acabara con su vida. Además, sostuvo que según los testimonios de otros hijos de la víctima, la mujer no tenía entendimiento ni podría haber hablado, ni reaccionado a estímulos externos. Después de haber sufrido un ictus, Sacramento ni siquiera poseía «la facultad de pensamiento abstracto», sin la cual habría sido imposible que decidiera su muerte.

En cuanto al viaje del acusado a Benidorm, donde se alojó en un el piso número 35 del hotel Bali, presuntamente con la intención de suicidarse, Campo argumentó que el acusado organizó un escenario «para que pareciera lo que no es». Abarrotó la habitación del hotel de bebidas alcohólicas y fármacos para dar la apariencia de su voluntad suicida. Según la fiscal, nunca tuvo realmente esa voluntad.

La ausencia de un testamento, o de un testamento vital por parte de la madre, que «no preparó su muerte», es otra prueba, a juicio de la fiscal, de que no tenía voluntad de morir. Y es que Sacramento «no podía asentir ni negar», aseguró.

La acusación admitió el atenuante de confesión, pero no el de embriaguez, ya que aunque el acusado trató de hacer que pareciera así en uno de los vídeos examinados en la sala, en el que aseguraba que tenía «cuatro copas», ninguna prueba demuestra que estuviera bebido en el momento de los hechos. Además, la Fiscalía considera que existe el agravante de parentesco, y que los problemas mentales de César F. M. –Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y depresión–, no mermaron su capacidad de obrar ni su responsabilidad penal en los hechos.

Totalmente distinta es la versión de la defensa, que ejerció la letrada Carmen Hedrosa. A su juicio, sí existió un acuerdo previo entre madre e hijo para suicidarse. Ella conocía la voluntad de morir de su hijo y no quería sobrevivirle, pues estaba convencida de que sin él «acabaría sola en una residencia», argumentó la letrada.

Hedrosa aludió a los informes de especialistas, como un psiquiatra de la clínica López Ibor, para defender la trascendencia del padecimiento mental del acusado, que se encontraba «desbordado por la situación», sin trabajo, cuidando de dos padres ancianos y luego de la madre con movilidad reducida, cuando el padre murió. El acusado, subrayó, «con 37 ó 38 años no tenía vida».

La defensa incidió en el hecho de que todo lo que tenía César F. M. era a su madre. No tenía ningún recurso económico. Sin ella «se quedaba en la indigencia», aseguró, y lanzó al aire una pregunta: «¿Qué ganaba él matándola?».

Por otra parte, la defensa desmontó la prueba de los cojines y la gasa, ya que la autopsia habría desvelado que existió presión en la boca, o en el cuello, o en las vías respiratorias, y no fue así. La muerte se debió «exclusivamente a una intoxicación medicamentosa, nada más», aseguró. Explicó también que cualquier cojín o gasa utilizada por una persona enferma «puede contener su ADN y restos de saliva, naturalmente».

Al no existir muestras de violencia, se trata, según Hedrosa, de cooperación al suicidio. El acusado sólo habría acercado a su madre las pastillas, y ésta las habría ingerido.

El jurado recibió durante la tarde el objeto del veredicto, para efectuar sus deliberaciones.

«Yo jamás haría daño a mi madre: Estábamos muy unidos»

El acusado, César F. M., se acogió ayer a su derecho a pronunciar las últimas palabras, tras la calificación de los hechos por parte de la acusación y la defensa. El acusado aseguró que su madre era «plenamente consciente» de que él se quería suicidar. «No quería sobrevivir a mi muerte», aseveró. El pesunto matricida comenzó su intervención con esta afirmación: «Yo jamás haría daño a mi madre». Una intervención en la que también recalcó: «Estábamos muy unidos». «Yo jamás haría algo que ella no quisiese», añadió. «Era lo que más quería en el mundo».

Después de su intervención, la juez dio instrucciones a los miembros del jurado sobre los siguientes pasos a seguir en el proceso, y les advirtió de que esa misma tarde les sería entregado el objeto del veredicto.

El acusado, César F. M., trabajó en la garita de seguridad de la empresa Lauki hasta que tuvo que hacerse cargo de su madre en el año 2015. También se encargó de su padre, al que cuidó en sus dos últimos años de vida, ya que necesitaba de oxígeno domiciliario, se desplazaba en silla de ruedas y precisaba ayuda para las actividades de la vida diaria. Así, el escenario previo a los hechos es el de un hijo menor que cuidaba en solitario de sus padres severamente impedidos. Él era el único residente en el domicilio paterno de la calle Federico Landrove Moiño, de Parquesol. Tenía dos hermanos mayores casados y que vivían con sus respectivas familias. Pero, aseguró la defensa, no le daban relevo en la asistencia de cuidar a su madre.

tracking