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PREMIOS INNOVADORES 2018 / PERSONAJE ÚNICO / ALEXANDRE PÉREZ

Innovación de Seguridad Nacional

Personaje único / Alexandre Pérez

Alexandre Pérez tras recibir el premio de la consejera de Economía y Hacienda, Pilar del Olmo.-J. M. LOSTAU

Publicado por
Redacción de Valladolid
Valladolid

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Sras. y Sres.:

 Muy buenas tardes. En primer lugar, quisiera reconocer la excelente labor y contribución de mis compañeros también premiados en esta edición. Ellos son el verdadero ejemplo de la labor investigadora y de la aplicación tecnológica en nuestra tierra, Castilla y León.

 También un agradecimiento especial a El Mundo, Diario de Castilla y León, y a las instituciones que apoyan estos premios, y destacar el importante trabajo para elaborar el especial semanal durante tantos años, que suman ya casi nueve. Es importante destacar esta labor, no sólo por su impacto, sino porque en el contexto de gran transformación de los medios de comunicación en los últimos años, en esta era de “noticias de consumo rápido” o incluso “noticias falsas” (“fake news”), lo poco frecuente que es hoy día encontrar publicaciones de este nivel de calidad y recurrencia.

 Su importancia no podría ser mayor. Las palabras “innovación”, “investigación”, “educación”, son mencionadas a menudo como actividades importantes para el desarrollo de una región o Estado. Sin embargo, de algún modo estamos “vacunados” ante estos términos; aunque reconocemos su valor, corremos el riesgo de asumir que su importancia es similar a la que tuvieron en las últimas décadas o siglos. Y ante esto quisiera hacer una llamada de alerta. Los años que vienen serán diferentes. No exagero al decir que la innovación y el desarrollo tecnológico deben ser materia de Seguridad Nacional.

 Y no digo esto sólo por la importancia que ha tomado en los últimos años, meses e incluso semanas la cuestión de la ciberseguridad. Sino por algo de aún mayor escala en el medio y largo plazo: su impacto extraordinario para el bienestar económico y la estabilidad social, y para mantener una posición de relevancia internacional en las próximas dos décadas. Una manifestación temprana de esto, la encontramos en la posibilidad de utilizar la tecnología para influir en los procesos democráticos, como se está comprobando tanto en el caso de las elecciones presidenciales en EE.UU., el Brexit, e incluso en España en el contexto de los debates políticos más recientes.

La encrucijada.

 Dicho de forma sencilla estamos ante una encrucijada: las próximas dos décadas pueden ser las de mayor prosperidad para nuestra comunidad, y para España, pero no está en ningún caso garantizado. Existen grandes oportunidades, pero los riesgos son también mayores que en décadas pasadas.

 En el lado de la balanza de la “oportunidad”: la escala de esta transformación tecnológica puede traer beneficios de tal magnitud que permitan incluso, por ejemplo, erradicar completamente la pobreza, tanto en países en desarrollo como la que todavía exista en España. Hacer realidad el sueño de que el “Estado del bienestar” llegue realmente a todos. Y más allá del nivel económico: la potencial mejora de la esperanza de vida, por ej., a través de la lucha contra enfermedades crónicas y degenerativas de forma muchísimo más efectiva; el abaratamiento del acceso al conocimiento; incluso el poder evitar que una parte todavía importante de la población tenga que dedicarse a actividades precarias, o que no sean su primera opción de trabajo, y lograr recolocarse en las que sean sus verdaderas pasiones profesionales, o descubrir otras nuevas a través de la educación y la formación cualquiera que sea su edad. Y así un largo etcétera. Todo esto puede ser posible.

 En el otro extremo, los riesgos son también importantes. Si dejamos pasar esta oportunidad, otras regiones no lo harán. Por citar un ejemplo reciente, el pasado verano el Consejo de Estado Chino (Ejecutivo) emitió su plan estratégico para convertir a China en el principal centro de innovación en inteligencia artificial en 2030, apoyando iniciativas como la inversión de 2.100 millones de dólares en la construcción en Pekín del que podría ser el mayor parque tecnológico del mundo en este campo. En resumen, dejar pasar esta oportunidad, puede derivar en un aumento de la desigualdad, y poner en riesgo la sostenibilidad de nuestro sistema de bienestar, la sostenibilidad de las pensiones, de nuestro sistema de sanidad, y la propia estabilidad política y social de nuestra democracia.

 Por todo ello, debemos ser ambiciosos, y no compararnos con otras comunidades de España, sino con los centros de excelencia a nivel mundial, estén donde estén.

 Un proyecto para el Siglo XXI.

 Haciendo extensiva esta reflexión al resto de España, ¿cuál debe ser nuestro objetivo como país? A principios de los años 80, los españoles aspiraban (y digo “aspiraban” porque no había nacido aún) a pertenecer a la Unión Europea. En los 90 se realizaron muchos esfuerzos para formar parte del Euro. Era otro gran proyecto de Estado. ¿Pero qué hay del siglo XXI? En los últimos años se escucha con frecuencia que España podría convertirse en la Florida de Europa. Desde luego es un objetivo legítimo, pero creo que debemos aumentar aún más la ambición: afirmo con certeza que tenemos ahora ante nosotros la oportunidad de que nuestro país se convierta en la California de Europa. Los premios que hoy se entregan aquí son otra muestra de que esto es posible.

 Trabajar en este objetivo puede ser además la forma de dejar al margen otros debates que tanta energía nos consumen estos días.

 No obstante, puede parecer un objetivo demasiado ambicioso, pero tenemos importantes activos sobre los que trabajar. Para empezar, el talento, y no sólo a nivel de educación universitaria, sino también en primaria y secundaria. A muchos sorprenderá saber que en los últimos resultados de PISA (el estudio mundial de la OCDE sobre sistemas educativos) los jóvenes de Castilla y León consiguieron los mejores resultados de España, incluso superando en Ciencias a los jóvenes de Corea del Sur, Alemania y Reino Unido, y muy por encima de la media europea y de la OCDE. Obviamente no se puede poner toda la atención sobre un único estudio, pero creo que hay que valorar la calidad del talento de nuestra tierra.

 En cuanto a España en general, nuestro país es considerado por el Foro Económico Mundial como el número dos en activos culturales, y también el segundo en número de Lugares Culturales Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Como anécdota, hace 10 años, al tomar el tren de Madrid a Valladolid pasando por Segovia, rara vez escuchaba algún pasajero hablando inglés, japonés, chino o francés. Hoy es lo habitual. Haber logrado convertirnos en el segundo país más visitado del mundo, ya por encima de los EE.UU., es un activo de valor incalculable. Aprovechemos el creciente atractivo de nuestra comunidad para extenderlo al campo de la educación y la innovación.

  La importancia de la interdisciplinariedad.

 Por último, quisiera señalar que para tratar la complejidad de esta transformación tecnológica, es necesario un enfoque interdisciplinar y una visión sistémica del mundo actual.

 Ya cuando estaba en la universidad, algunos compañeros me preguntaban extrañados por qué complicarse estudiando a la vez música, algo tan aparentemente desconectado de la Ingeniera, con la cantidad de trabajo que ya teníamos en la carrera. Igualmente, en el Conservatorio me miraban con sospecha: ¿qué hace un ingeniero estudiando historia de la música, filosofía y estética, o historia del arte? Pues bien, el tiempo me ha demostrado que es precisamente esa mezcla interdisciplinar la que es tan necesaria para tratar la complejidad de muchos de los problemas de hoy, y de mañana. Y así surgió Altius Society en Oxford: como un esfuerzo para reunir a mentes de diferentes campos, que normalmente no interactúan, para debatir sobre los principales problemas y oportunidades que se van a presentar en las próximas décadas. Unidos por un objetivo común: conseguir que la transformación tecnológica que se está produciendo tenga un impacto positivo, y evitar sus muchos riesgos.

 La semilla de mi insistencia personal por la interdisciplinariedad y visión sistémica surge precisamente de esta tierra, Castilla y León, no de Harvard ni de Stanford. Se la debo a mis padres desde que era niño, y más adelante a la Universidad de Valladolid, a profesores alguno de los cuales veo aquí hoy, como el Prof. Cesáreo Hernández, Adolfo López, Javier Pajares y Natalia Martín, con su Unidad de Investigación en Ingeniería de los Sistemas Sociales (Insisoc), referencia internacional en este área. A ellos les quería dedicar un agradecimiento especial. Igualmente, a los compañeros de los equipos en los que he trabajado, y que son los que realmente han hecho posible los logros conseguidos hasta ahora.

 Muchas gracias por su atención, y al diario El Mundo por este reconocimiento.

Alexandre Pérez es presidente de Altius Society y personaje único de Innovadores.

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