Diario de Valladolid

TOROS

El Juli, inconmensurable, indulta la bravura nobilísima de Fanfarria

El diestro madrileño ejecutó una sólida y magistral faena / Román defraudó pese a cortar dos orejas y Roca Rey quiso pero no pudo

Salida a hombros del maestro madrileño.-JOSÉ SALVADOR

Salida a hombros del maestro madrileño.-JOSÉ SALVADOR

Publicado por
César Mata

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Existe un momento en la vida en el que todo cambia. O la luz cegadora, o la oscuridad más lúgubre. Hay un momento en el que la muerte se declara en rebeldía, y cada instante es tan único que semeja un paraíso anticipado. Eso sucedió, ayer 8 de septiembre de 2017, en la plaza de toros de Valladolid. Un toro, Fanfarria, de la ganadería de Daniel Ruiz, que había salido al ruedo a morir como bravo, regresó a los corrales por su noble y enclasada bravura. Lo toreó El Juli. Y lo toreó con grandeza, de modo superlativo. Lo toreó tan bien, que la raza del animal también estuvo a la altura de la lidia del madrileño.

Era (es) el cuarto toro de la corrida. De pelo negro, encornadura seria, apretado de carnes, marcado a fuego con el número 65. Había nacido en agosto de 2013. De no ser toro de lidia ya llevaría algunos años con certificado de defunción. Pudo morir ayer, tras cuatro años de vida en plenitud en la dehesa.

No lo hizo. Queridos animalistas, en el matadero no indultan ningún toro. Y no me vengan con lo de alimentarse sólo de lechugas, que ellas también son seres vivos, hijas de Dios, y algo sentirán (¡ay!) cuando se las arranca en el huerto.

La faena de muleta, tras una funcionarial suerte de varas, todo hay que decirlo, principió con muletazos de sencillo y limpio trazo ante la obediente embestida de Fanfarria. Y, de modo natural, la bondad del astado fue adquiriendo una inmarcesible clase en su modo de acudir a la pañosa, de humillar en un giro de cuello de codiciosa elegancia, repetidor, con un ritmo en su tranco humillado que El Juli supo respetar, que a veces es simplemente no estropear lo que la naturaleza ofrece.

Sinergia bravamente humana, comunión humanamente brava. El Juli tuvo la suerte de encontrarse con Fanfarría, y éste la de corresponderle al coletudo rubicundo. Series de muletazos de ligazón milimétrica, faena creciente, imparable, de argumento equilibrado y arquitectura emocional magistral. Mando y compromiso…

Lo inagotable de ese manantial de bravura moderna puso a El Juli sobre aviso (recibió uno, de hecho) y, con el oficio y dominio del escenario del que hace gala, predispuso la concesión de la máxima gracia. Desde el palco, cuando El Juli hizo como que iba a matar pero sin querer hacerlo, remolón y tardo el espada, el palco le hizo un guiño. Con la mano, el presidente, Manuel Cabello, le dio que sin prisa…

Y El Juli, visto que la autoridad estaba por la labor, que al primer aviso no iba a seguir un segundo, pues exprimió a Fanfarria, que aún tuvo bravura y voluntad de deleitar a lostendidos con su sometida y enclasada embestida, incluso sin perder un ápice de codicia, pese a que la extenuación comenzaba a vislumbrarse en el animal.

Y si las muñecas de El Juli fueron prodigiosas en su temple, se animó también el usía a precipitar el pañuelo naranja al antepecho del palco, con la fruición de quien sabe que ayuda a consumar un milagro, un misterio.

Fanfarria volvió a los corrales y El Juli circunvaló, junto con el mayoral de Daniel Ruiz, el ruedo del coso pucelano, mientras los tendidos se agitaban, convulsos, promotores del proceso, el de salvar la vida de un toro bravo, noble en su embestida, enclasada.

En el que abrió plaza El Juli actuó en modo ahorro de energía. Con enorme suficiente, con abundante monotonía. Quizá un quite por chicuelinas, de manos bajas, muy bajas, quizá… Poco más de mérito, sin apreturas siempre. Y un bajonazo para enmarcar; para enmarcar en el museo de los bajonazos.

Román vino, cortó una oreja en cada toro, y acompañó a El Juli en su salida en volandas de la plaza.

Pero no justificó su presencia. Ni siquiera ese par de largas cambiadas a portagayola en el quinto. Un fogonazo sin más. Un chute de adrenalina. Tuvo un lote para haber salido disparado de su paso por Valladolid, pero lidió sin argumento, sin temple, sin cadencia, sin… Se fue con El Juli, que fue el que le trajo.

Roca Rey quiso pero no pudo. Escenificó en sus dos faenas el riesgo que tiene el valor… cuando sólo se sustenta en sí mismo. La cercanía del toro no implica torear. Como mucho puede generar entre ellos una gran amistad.

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