Diario de Valladolid

ELECCIONES 24- M

El disparate de los centros comerciales

Publicado por
Manuel Saravia
Valladolid

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Frenar una posible inversión de 25 millones de euros que podría llevar a la creación de 250 puestos de trabajo es, sin duda, preocupante. Y efectivamente, ayer pudo leerse que nos oponíamos a la ampliación de Vallsur, donde el promotor habla de esas cifras, con el argumento de una genérica «defensa del pequeño comercio». Creo que debe explicarse algo más. Porque aunque en política suelen triunfar los argumentos elementales, nos sentimos obligados a intentar razonamientos algo más complejos, cuando de ellos se derivan consecuencias sobre el bien común.

Defendemos el pequeño comercio instalado en las calles de la ciudad porque cumple funciones urbanas insustituibles, que no ofrecen en absoluto otros formatos comerciales. Da vitalidad a las calles, se asocia al paseo, ofrece seguridad en los caminos escolares, permite el abastecimiento de los vecinos que no tienen oportunidad de desplazarse fácilmente a otras áreas y constituye uno de los valores económicos y sociales indiscutible de nuestra cultura urbana. Hay que defenderlo para hacer frente al vaciamiento de algunos barrios, como el centro de la ciudad. Contribuye a dinamizar la economía local. Y por lo general reinvierte sus ganancias en la propia ciudad. Forma parte de la economía y de la comunidad local y contribuye a reforzarla.

Hay estudios en los que se afirma que el 50% de las ganancias de estos establecimientos retornan a la comunidad, normalmente a través de la compra de productos locales, salarios de los trabajadores y dinero gastado en otros negocios, mientras que de los grandes centros comerciales retorna tan sólo un escuálido 5%. El pequeño comercio contribuye, además, a generar circuitos de distribución más cortos y, por lo tanto, con menos impacto ambiental. Pero es que, además, es el formato que genera más empleo. Las personas que trabajan en él suelen tener mejores condiciones laborales que en las grandes cadenas. Y se trata de un empleo más resistente, como puede comprobarse con datos INE.

Apoyarlo significa defenderlo de las amenazas. Convive bien con los grandes centros comerciales. Pero la proliferación superabundante de estos últimos lo dañan gravemente. Es sabido que las grandes superficies generan menos empleo, y su exceso lleva al cierre de establecimientos urbanos. Se suele citar un estudio de Neumark y otros (de 2007) que concluía que por cada puesto de trabajo creado por una gran superficie en un municipio se destruían 1,5 empleos en los negocios preexistentes. Los centros comerciales inducen una movilidad menos ecológica, basada en el vehículo privado. Vacían las calles. Y sus ganancias se van fuera de la ciudad. Al pequeño comercio lo apabullan con una competencia a la que con frecuencia no puede hacer frente. Por ejemplo, con la publicidad.

Pero es que además, en este caso, y por si fuera poco todo lo anterior, nos encontramos con un planteamiento urbanístico «a la carta», fuera de lugar. Pues se pretende modificar lo previsto en el Plan General de Ordenación Urbana de una manera forzadísima, con argumentos peregrinos, sin ninguna solvencia.

La cuestión, volvemos a decir, es conseguir una presencia equilibrada en el conjunto de la ciudad y su entorno de los distintos formatos comerciales. Que los centros estén bien distribuidos en el territorio (lo que de ninguna manera sucede en la actualidad), y que su peso global no sea excesivo. Esto último es importante, y conviene acudir a los datos. Pues bien, en el Informe Retail de junio de 2015 Valladolid figura en el máximo nivel posible de densidad de centros comerciales («muy alta»), incluso por encima de Madrid o Barcelona. Es un disparate. ¿Hay que seguir ampliando esas superficies, caiga quien caiga?

Entendemos que no. Y el hecho de que las principales asociaciones de comerciantes de la ciudad también se opongan a la prevista ampliación de Vallsur debería dar que pensar. Máxime cuando la dinámica de muchas ciudades de los países más avanzados está llevando al progresivo rechazo de este tipo de centros, donde ya se habla del agotamiento del formato, por los inconvenientes que conlleva.

Conseguir nuevas inversiones en la ciudad es deseable. Pero no al precio de que se destroce el urbanismo, se contribuya a vaciar las calles o se promueva la movilidad menos sostenible. La posible creación de puestos de trabajo es muy deseable. Pero no cuando implica la destrucción de otros, en mayor número.

Manuel Saravia es concejal electo de Valladolid Toma la Palabra.

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