Diario de Valladolid

la espuela: Óscar de Rivera, DJ

«Sólo un puñado de DJ pincha con alma; el resto son ‘ponemúsicas’»

Es un ‘spotify’ con patas. Su cabeza no tiene límite de temas musicales y asegura que le bastan «cuatro acordes para adivinar una canción». Empezó pinchando en Benidorm. Ahora también es productor y promotor de festivales. Nocturno y energético. Lleva tres décadas con los auriculares puestos.

Óscar de Rivera-Pablo Requejo

Óscar de Rivera-Pablo Requejo

Publicado por
Esther Neila
Valladolid

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Vive en Madrid, pero su patria es el barrio de Las Delicias. Le apena que la noche vallisoletana esté muerta, «fatal», sin apenas programación, más allá del «pachangueo y reguetón». «Tiene que abrirse la veda, para que los bares puedan luchar con armas culturales», considera. Es un apasionado de la gastronomía y en Navidades lanzó un verdejo solidario. No entiende por qué no se sirve vino en las discotecas.

Pregunta.- Óscar Blanco Fuentes, ¿de dónde le viene el nombre artístico?

Respuesta.- Me lo llamó un socio de Mambo, en los 90, creo recordar que por Paquito D’Rivera, el músico cubano. A mi padre le advertí que llamándome Óscar Blanco no iba a llegar a ningún sitio.

P.- ¿No podía haber puesto ese rivera con bé, en honor al Duero?

R.- Pues le digo una cosa: hasta Coca Cola está cambiando ahora su imagen. Así que con una buena negociación con Ribera del Duero puedo cambiar lo que quiera, je, je.

P.- Esa dualidad casi le deja en tierra hace unos días…

R.- Uff, qué buena. Me habían cogido el billete de avión unos compañeros. Cuando llego al mostrador, enseño el carné y me dicen que no aparezco. Digo: ‘mira a ver si está Óscar de Rivera’. Estaba. «Es que es mi nombre artístico», expliqué. Menos mal que el hombre era majo. Le enseñé mi página web, mi Facebook y me dejaron pasar.

P.- En el gremio hay otro Rivera, de nombre Kiko. ¿Cuánto daño ha hecho Paquirrín al sector?

R.- Ninguno. Este mundo es muy amplio y todo tiene cabida. Nunca le he escuchado en directo, pero no me gusta lo que pone. Es que no es disc-jockey.

P.- ¿Y qué es?

R.- Él pone música.

P.- ¿Cuál es la diferencia?

R.- Que no hay detrás una cultura, un estilo; que no pincha con el alma. Hay gente que pincha con el bolsillo o con la fama. En España, salvo un puñado de DJ –quince o veinte–, el resto son ponemúsicas.

P.- ¿Cuál es el secreto de su carisma?

R.- No sé. No soy mejor o peor que nadie. Cada uno nace para una cosa. Cuando empezaba, un amigo me dijo: que sepas que acabas de probar la droga más dura del mundo, por encima del sexo y las drogas. Tengo 42 años y sigo consumiendo música 24 horas al día, de cualquier estilo. Es una enfermedad.

P.- Mucha gente vincula la música electrónica con el desfase. ¿Algo que alegar?

R.- Claro que lo hay, pero no necesariamente. ‘Es que en política todo son ladrones’. Es una generalización. Es una absurdez.

P.- ¿Se puede salir de tranquis?

R.- Yo llevo 25 años haciéndolo. Viviendo de ello y consumiendo electrónica.

P.- ¿Su música también puede amansar a las fieras?

R.- Sí, sí. La gente lo identifica con tecno, con chunda, chunda, pero el abanico incluye también música ambient o deep house, que no tienen nada que ver con lo que pasa a las cuatro de la mañana.

P.- ¿Le sucede eso de tener una canción en la punta de la lengua y no descansar hasta identificarla?

R.- Le voy a decir un secreto: hay una canción que tardé doce años en averiguar cuál era. ¿Sabe qué sufrimiento? Cada vez que la oía… na, na, na... [chasca los dedos, baila con la cabeza y empieza a cantar]. Era Desire, de Futureworld Orchesta.

P.- Empezó pinchando en Benidorm. ¿Tenía más tirón usted o María Jesús y su acordeón?

R.- María Jesús, sin duda. ¡Y cómo aguanta! Tiene más mérito que yo, porque llena el local y actúa todos los días. Brutal, ¿no?

P.- ¿En qué escenario de Valladolid le gustaría pinchar?

R.- Siempre me han gustado mucho los talleres de Renfe. Iba a decir en el estadio, pero ahí lo que me gustaría es jugar al fútbol.

P.- Llegó a jugar federado.

R.- Sí. Soy muy futbolero. Es lo que tenían los barrios a principios de 80: eso sí que era un centro cultural. No entiendo por qué ahora hay tanta protección con los niños. Mi hermano y yo crecimos en las Delicias y no cambiaría aquellos años por nada en el mundo.

P.- Dice Wert que ‘la educación artística distrae de las demás asignaturas’. ¿En serio?

R.- Es él quien está distraído de la vida. No hago caso a esas bobadas. Le diría a Wert que viaje.

P.- ¿Qué escucha por la mañana?

R.- Cualquier cosa que no sea electrónica. Soy un enfermo de los ochenta. Y todos los días busco canciones que no recuerdo. O caras B de discos que pinchaba. También me encanta el flamenco, pero no soy nada experto. Hace un par de años vi a Paco de Lucía y, ¡buah!, eso te cambia la vida.

P.- También le ha dado ahora por la ópera. Cuesta imaginarle con gafas binoculares en el Teatro Real.

R.- Pues cualquier día porque de cerca cada vez veo menos, je, je. La primera vez que entré vi Andrea Chénier. Quién me lo iba a decir. Pero es algo que no puedes controlar, como cuando te enamoras, no lo eliges tú.

P.- ¿Recuerda cuál fue su primer cinta de casete?

R.- Diría que el Max Mix 1, que firmaban dos DJ de Barcelona. Y vaya cómo hacían las mezclas: era un trabajo de chinos.

P.- ¿Y su primer cedé?

R.- Dudo entre dos. Ouno de Tears for fears o de Camarón.

P.- Su película favorita es Casablanca. ¿Algún cliente le ha dicho ‘pínchala otra vez, Óscar’?

P.- No, pero muchas veces me preguntan ‘¿qué disco es éste, Óscar?’ Aunque ya no tanto. Ahora se encarga el Shazam de ello.

P.- ¿Le sienta mal cuando un cliente le pide una canción?

R.- Sólo cuando no cuadra nada con el estilo.

P.- ¿Qué es lo más raro que le han solicitado?

R.- Aserejé. Imagínese qué problemas tendrá en la vida un chico que a las seis de la mañana te pide el Aserejé. ¿O se ha apostado 50 euros con un colega a que me lo pide? Como la experiencia es un grado, respondo: ‘no sé si lo tengo, pero si lo encuentro, cuenta con ello’. Y se va pensando: ‘¿me estará moneando él a mí ahora?

P.- ¿Cómo nació el artista? ¿Se plantó ante sus padres y dijo ‘quiero ser disc-jockey’?

R.- No, no. Fue por ‘culpa’ de mis padres, que tenían discotecas. Un día corrí la cortina de la cabina y fue amor a primera vista. Tenía 12 años.

P.- ¿Y bailaban cuando iban a verle?

R.- Claro, y me hacía una ilusión que te mueres. Mi madre tiene un ritmo brutal:es casi una clubber. Y a mi padre le cuesta más. Digamos que es un John Travolta: tiene su propio estilo.

P.- ¿Qué palabras son música para sus oídos?

R.- Gracias, respeto y ‘vamos a intentarlo’.

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