La insensatez premeditada

Sonia Tamames
EL DE LA ex directora de Salud Pública de Castilla y León es un caso con diagnóstico nítido: insensatez premeditada, producida por altas dosis de arrogancia y soberbia. Dado el estado que presentaba fue intervenida de urgencia. Y los cirujanos de la Junta no se anduvieron con zarandajas. Amputaron a Sonia Tamames del cargo que ostentaba. Porque lo que es inexplicable es que, visto su sentido común, se colara en la consejería. Dimitió de erudición, como diría un amigo de Demóstenes. Ya había mostrado síntomas claros y evidentes, cuando montó una alarma innecesaria y sobrevenida con las aguas de baño del Pisuerga a su paso por la vallisoletana playa de Moreras. Y lo hizo en dos ocasiones, henchida de carcajadas. Pero nadie hizo caso, como cuando la residencia pública de Los Royales de Soria, hace cinco años, ofreció los primeros síntomas de que algo anómalo pasaba, con una mortalidad desmadrada en los últimos días de febrero y primeros de marzo de hace un lustro. La por entonces titular de la cartera, Verónica Casado, salió rauda pregonando que se morían lo normal. A los diez días estaba confinándonos como una posesa. La arrogancia, la soberbia, esas cualidades que hay que dejar en casa cuando te dedicas a la política, y más si es en el ámbito de la sanidad. Aunque no se quedan atrás las estrategias penitenciales de la comunicación de la consejería del ramo. Jugar a la ruleta rusa es llevar a Tamames a un programa televisivo a expandir su ensoberbecida insensatez. «Aunque se revuelva en el sofá alguno», dijo la figura esta, en un ejercicio de provocación premeditada e irreflexiva. Y se revolvió el consejero y el presidente de la Junta con la suficiente desenvoltura para ponerla en horas de patitas en la calle, antes de que se hiciera bola, y adquiriera la gravedad que Tamames no suponía. Pero las estrategas siguen pensando que los equivocados somos el resto. Cómo será, que ni la propia Tamames alegó presunción de inocencia.