Diario de Valladolid

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Una ciudad que se vanagloria de otorgar su protección a una cantina como El Patillas por su valor inmaterial como representación del amor burgalés por la música, el ambiente bohemio y la camaradería sin fronteras, debería ser más consciente de la importancia que hoy en día han alcanzado los conciertos en directo, de todos los formatos, como acicate de un nuevo turismo tan apetitoso como el de los congresos y reuniones. No es posible salvar las distancias con Madrid o Bilbao, en nuestro entorno más cercano, para hacer comparaciones con el flujo de visitantes que acuden a presenciar musicales, recitales y conciertos, pero sí la capital burgalesa podría mirar a ciudades cercanas como Valladolid, que además de la música añade el teatro con una programación mucho más completa y abundante que en Burgos; Vitoria, Santander o Pamplona. Precisamente la capital navarra precedió a Burgos en la gira de dos grupos legendarios del heavy rock español como son Obús y Barón Rojo. La sala se llenó por completo y acudieron seguidores de muchos rincones. Alguno procedente de Zamora aún nos envidiaba el poder musical de Burgos y eso que en la capital del Duero triunfan con el multitudinario Z! Live La hierba del vecino siempre parece más verde. El caso es que aquí no existe una planificación para aprovechar esos recursos turísticos de primer orden que, está demostrado, son los conciertos. La Junta lo vio claro con aquellos conciertos en la naturaleza, aunque cómo se llevó a cabo es harina de otro costal. Como siempre, hoy es la iniciativa privada la que se mueve para dar vida a nuestros pueblos y ciudades. Locales de hostelería grandes y pequeños, asociaciones de pueblo que organizan festivales en sus fiestas y promotores que arriesgan patrimonio y tranquilidad. Quizá por eso este tipo de visitante pasa inadvertido para quienes se arrogan el papel de promotores de la ciudad desde mecanismos de probada infalibilidad para llevar adelante otra cosa más que papeleo y estadísticas infladas. Los visitantes que acuden desde Zamora a un conciero en Burgos y se quedan dos días y una noche, comiendo, durmiendo y gastando en Burgos son valiosos clientes para la hostelería local, necesitada de un aliento vital en estos meses de invierno. Los locales que contratan a un solista o un pequeño grupo para que lo den todo en minúsculos escenarios son héroes del sábado, como cantaban los burgaleses de La Moda. Promotores que encadenan festival tras festival en Burgos, como Steel Souls, Burgos Heavy Metal o Zurbarán Rock, trayendo a amantes de diferentes géneros desde otras provincias merecen tanto o más apoyo que los sospechosos habituales que ponen el cazo y se les pide poco más. No confío en que ningún plan estratégico se plantee que Burgos sea el nuevo Dublín de la música de taberna o que desde el establishment de la ciudad se vea necesario un recinto como el de Zamora. Es más fácil trucar las estadísticas.

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