Diario de Valladolid

Editorial

De la política real al desapego de los inquilinos de las Cortes a la realidad

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Las cortes de Castilla y León siguen convertidas en un laberinto de egos y cuitas intestinas de los partidos. Las Cortes más plurales y fragmentadas de la historia de Castilla y León deberían significarse por estar apegadas a los problemas reales de los ciudadanos: la sanidad, las infraestructuras, la brecha digital, los servicios en el medio rural. Los problemas cotidianos y reales que azotan en distinta medida a un territorio tan amplio, diverso y despoblado. Y el ejercicio de la oposición debería centrarse, como ocurría hace años, en los problemas reales y prácticos no en batallas ideológicas, que ya se libran en otros ámbitos nacionales y que conducen a poco más que a la justificación de los sueldazos y gastos políticos que ocasiona una institución que nos cuesta 25 millones de euros al año. Que bien empleados serían si sus inquilinos políticos se dedicaran más a conocer Castilla y León y sus inquietudes que a ser un constante foco de intrigas palaciegas, al que ni siquiera acuden a diario los que cobran sueldos de cien mil euros anuales, al menos a justificar las nóminas con el horario, que es lo mínimo que se le pide a cualquier asalariado.

Siguen en esa deriva, que seguramente no incomoda al PP, que contempla cómo la primera institución de la comunidad y esencial órgano fiscalizador de la acción de gobierno se diluye en debates y asuntos que no trascienden más allá del interés de políticos y periodistas. Solo hay que hacer una pequeña prueba y salir a preguntar en cualquier calle de Castilla y León. Una encuesta fácil y sencilla. Las Cortes, el lugar donde debería descansar la soberanía del pueblo, y sus inquietudes, es una institución desconocida, por desapegada a la gente.

Los actuales inquilinos políticos no van a revertir la situación, a la vista de que sus convicciones e intereses son otros. Algunos seguir parasitando en las poltronas y otros pasan inadvertidos, pese a que hay procuradores que trabajan y se dedican a la labor encomendada. Luego todo se diluye en el ego de los plenos y la dedicación a la vanidad que supuestamente otorga una retórica ensayada y entrenada desde el escaño para consumo propio.

En el lado contrario de la política está la política real. La que ayer, por ejemplo, simbolizaron dos adversarios políticos. El alcalde de Soria, Carlos Martínez Mínguez, el principal símbolo del PSOE de Castilla y León, y el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, alcanzando acuerdos para agilizar las eternas obras del hospital soriano e incorporar a la capital soriana a la estrategia logística regional. La política real es la que busca soluciones desde lugares ideológicamente antagónicos. El resto, un sainete.

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