Diario de Valladolid

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A Jesús, el nazareno, le han salido competidores en tierra laica. Imitadores fieles. Nunca tuvo el hijo de Dios semejante casting, tan bien repartido por territorio laico. El común, lejos de lo que se pueda pensar, sigue fiel a la Pasión de Cristo y vive su pasión en una comunidad dentro de un estado laico. Todo un contraste. Hay más Jesucristos vivos que nunca. Entre los de madera y los de carne y hueso, resulta que estos días salen a la calle a procesionar o a recrear. Vaya Cristo se monta. En torno a un millar de Cristos. O más. Con ejércitos de voluntarios. Laicos los menos y fieles, por una semana, los más. No cobran, lo hacen por amor al arte sacro y por fe en la Pasión de Cristo. Casi cien mil participantes entre cofradías y hermandades, sin contar a los de carne y hueso, que andarán por el medio millar en las recreaciones teatralizadas, a la intemperie. Viacrucis vivo en autonomía laica. La Semana Santa es el momento de la fe en la que unos cuantos recreamos el viacrucis del que murió en la cruz. Es el fenómeno de masas de mayor calado. Nada ni nadie logra tanto interés en la calle, en la ciudad, en el pueblo y en cualquier punto del mapa de la región. ¿Por qué a nadie le da por contar aforos? Me atrevería a asegurar que más de un millón y medio de personas participa, directa o indirectamente, en todo el entramado procesional y en los actos religiosos. Sí, claro, incluidos los turistas, los forasteros y los que viajan miles de kilómetros para visitar la procesión de interés turístico. Quieren ver el espectáculo de la fe. Lo más asombroso es que unos y otros asisten con absoluto respeto. Los sociólogos laicos debieran estudiar este fenómeno de masas de la Semana Santa. La santa masa madre del turismo regional. Los licenciados en Historia del Arte ya saben lo que aporta ese torrente de madera dolorida que nos aúpa al pódium de los más grandes en escultura policromada. Yacimiento universal de imaginería. En fin, son los enormes contrastes de una sociedad que no va a misa y sí a la procesión. Que no bautiza ni se casa por la Iglesia, pero sí lleva a los chiguitos a ver la procesión, la borriquilla y al romano cabrón que da latigazos al Hijo de María. Lo triste es cuando el niño pregunta cómo se llama el ladrón de la izquierda, porque el padre laico no se acuerda. Otro contraste cultural. Ya no se estudia en la escuela. Pero lo importante es que Cristo anda por ahí. Yo lo he visto en Guardo, Olleros de Sabero, Covarrubias, El Barraco, Villalbilla, Grijota, Congosto de Valdavia, Molinos de Duero, Fresno El Viejo y en Serón de Nágima, que está en una esquina soriana… Hay más, muchas más Pasiones Vivientes, pero a nadie le da por currarse el listado de Pasiones Vivientes, ni al obispado, ni a la “degeté”… Y eso que recibimos estos días a más de un millón de turistas, entre laicos y fieles.

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