Gracias, Igea, no cambies

Gracias, Igea. Has sido muy gentil y amable. No esperábamos menos de las Memorias de un fascista atormentado. Sabíamos que no podíamos dejar de ser tu obsesión compulsiva de la noche a la mañana. Nos tranquiliza. Aunque sí tenemos que reconocer que por un momento nos preocupó que alguien al que el fascismo le viene de cuna y lo ha mamado en casa desde la niñez pudiera elogiarnos. Dios nos libre. Aquel al que ensalzas acaba en la cuneta hecho un despojo. Escoria serás, mas escoria acomplejada. No hay más que verte,  todo el día lamiéndote, en un ejercicio de nutricionismo para tu voraz ego. La egolatría es no más una forma de onanismo puritano y fascistoide. Pregunta a tu psiquiatra. Gracias por hacernos fuente de tus desvaríos. Icónicas son ya para muchos tus escenas encolerizado contra nosotros entre las paredes de las Cortes o de la Consejería que tan poco te duró. Lo contaban tus colaboradores afines, palanganeros mientras les dotaste de cargo y billetes y hoy ajenos a tus perturbaciones. Cuentan que eras la máxima expresión de la democracia en Cs, donde el consenso consistía en acatar tu intransigencia, o lo siguiente era una campaña de acoso y derribo, sobre todo acoso, como al bueno de Germán Barrios, que te mandó a paseo a ti, al cargo y a los billetes. Eso sí, no tragó con el comunicado fake que urdiste tú y tu palanganero favorito en el que tenía que autoinculparse enfermedad. La mezquindad nunca llegó  tan lejos. Del mobbing sufrido y los acosadores en el ecosistema político en aquellos tiempos de vicepresidente hablan y tuitean algunas procuradoras con las que compartías bancada. La misoginia imperturbable, por el libro. Lo dicho, gracias, campeón. No cambies. Tómate unos gintonic en el Mestizo, que ya no hay restricciones de derechos fundamentales, de esas que imponías a destajo a la gente, pero tú te las pasabas por el forro con tus afines. Monta y pedalea, ciclista. ¡Feliz Navidad, y que el nuevo año te traiga algo de paz!