Diario de Valladolid

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LAS CORTES de Castilla y León siempre han sido un lugar tórrido, no por los gestos, sí por las incursiones. Pero en estos tiempos han adoptado incluso un versión sado. 50 sombras nacaradas y otras 50 para ponerte mirando pa‘Cuenca. En la última sesión, dos del mixto, que se odian íntimamente, Pablo Fernández el de Podemos e Igea el de Ciudadanos, dos partidos más cerca de la extinción que el lince ibérico, se disputaron con cierta inquina los epítetos del vicepresidente García Gallardo, Juan. Hay que andar derrapados por la política para salir a atribuirse a la madre mentada por el contrario ante la incertidumbre informativa de los rejonazos retóricos sin vocativo. Les va el sado más que a Pedro Sánchez un cambio de opinión. La opción es que, vista la deriva parlamentaria, no se anden con remilgos. En quince días, convocatoria mediante, se personen ambos en el gallinero del hemiciclo, donde anidan, con body de cuero, o, en su defecto, sintético, y se pongan en pompa para que el número dos del ejecutivo les flagele las nalgas con un cilicio de 13 puntas, una por cada uno de VOX. Esto a la vista de que les mola mogollón ser los objetos del deseo dialéctico del oponente. Viven enrocados en Gallardo, como el de Asturias, Barbón, un hombre sencillo, que no debe tener otra cosa que hacer que andar metiendo el cuezo todo el día en el X, antiguo Twitter, no clasificación de cine cachondo, pero no del de risas, del otro, a ver qué dice de él Gallardo, al que han convertido en la salsa de todos sus desvelos. Hay que ser torpes para hacer importante al que no lo es. Es un parlamento tórrido. Un día contaremos, por encima, sin exceso de detalles y escenas, el día que una mujer del servicio de limpieza abrió la puerta de un despacho y sorprendió a un parlamentario con una alumna de doctorado sobre la mesa. Repasando en el lugar equivocado a costa del contribuyente. De Palencia, para más señas. Hay para escribir Las 50 sombras de las Cortes son alargadas.

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