Diario de Valladolid

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AL PUEBLO vuelve mucha gente. Entre semana, los fines de semana, puentes y vacaciones, muchos de los que trabajan fuera regresan a su pueblo, donde tienen a su cuadrilla y sus familiares. Así me explicaba un primo mío una de las razones de la relativa buena salud poblacional de la que goza mi pueblo soriano, que es de los pocos que pasa de mil habitantes mientras contemplábamos la semana pasada como los quintos y el resto de mozos y mayorales pingaban el mayo. Sí, en mi pueblo el mayo se pinga en septiembre, en la fiesta del Santo Cristo. Somos así y a mucha honra. El buey es de donde nace y no de donde pace en este caso y la gente joven y no tan joven siente mucho apego a su pueblo. Corre resina de pino en la sangre y se echa de menos el rumor del Duero, cada vez más un arroyo en su cabecera y menos un río por la sequía.

Pero en general, en Pinares la población se mantiene mejor que en otros territorios. Claro que para volver hay que tener lo mismo o parecido que lo que se deja en el domicilio llamémosle laboral. Los pueblos que pueden ofrecer servicios a sus vecinos y visitantes tienen vida -relativamente- todo el año. Pero existe multitud de localidades que sólo ven movimiento en el verano y en sus fiestas. Contar con empresas que dan trabajo, comercios que proveen de lo necesario, farmacia,  colegio, consultorio médico o, en el colmo de la opulencia, un cajero automático y no digamos ya una sucursal bancaria. Eso es a lo aspiran todos los pueblos de la geografía de Castilla y León y no lo tienen ni siquiera la mayoría de las cabezas de comarca.

El problema presenta uno de esos círculos viciosos imposibles de romper: no hay servicios porque no hay gente y no hay vecinos porque les falta lo necesario. Por eso son tan valiosos los pueblos que, por sí solos en unión con otros cercanos, son capaces de preservar un equilibrio de población y servicios capaz de favorecer que los nacidos de su tierra vuelvan a menudo porque no echan de menos las comodidades de la ciudad y sus familiares aún tienen lo necesario para seguir viviendo en el pueblo. En esto pensaba yo después de que con mucho riñón y pericia el mayo encajara en su sitio con tiempo a tomar algo en El Huerto antes de coger carretera. Y eso también hace mucha falta en el medio rural. Bares en los que practicar lo que mejor se hace en los pueblos, que es tratarse unos a otros y compartir los buenos ratos. Y unos buenos torrenos como los que se hacen en mi pueblo, que no los hay iguales en toda la provincia de Soria, que eso sí que es compartir. Me quedé con las ganas y me he comprometido a volver. A ver si no tardo.

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