Matar al peregrino
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Como en tanto, el sevillano dio en el clavo. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Y me quedo aquí porque me interesa. Perdone, don Antonio, por esta atrevida licencia. En realidad, de lo que quiero escribir es del Camino, de las sendas de caminantes que van a Santiago, de los peregrinos, de sus albergues y refugios, de sus flechas amarillas y de la intrahistoria del Xacobeo. Recuerdo cuando en el 87 la Unesco decidió que la vieja ruta de peregrinación medieval fuese catalogada como primer itinerario cultural europeo. La chispa había prendido en el congreso de Jaca de ese mismo año que fue en embrión del mapa del Camino y de los caminos y el germen de los colectivos que iniciaron su defensa antes de que metieran sus manos las administraciones. Lo cierto, es que el Camino regresó solo, sin ayuda de nadie, y se hizo andando, pintando flechas, acondicionando estancias para descanso y duchas donde ejercer la hospitalidad, única clave de la existencia de una peregrinación del espíritu que, en su germen y en su esencia, nada tiene que ver con el turismo, con lo gastronómico ni con el espectáculo permanente de cultura de espaldas al peregrino que hace camino al andar. Claro que se ha necesitado una mínima intervención administrativa para ordenar la abrumadora oferta que surge en los caminos, pero estamos corriendo el riesgo de matar al peregrino. La falta de líderes carismáticos entre los hombres y mujeres del Camino, la escasa respuesta de las reivindicaciones de las asociaciones comprometidas y la frivolidad de los políticos están acabando con los últimos hijos del trueno. El Camino de Santiago y sus caminos, no son rutas de senderismo, no son destinos turísticos, son senderos a la intemperie que recuperan el viejo espíritu de los peregrinos medievales con un destino único para todos. Un lugar en tierras gallegas donde unos huesos siguen despertando el interés de personas de medio mundo que quieren experimentar la misma sensación de los primeros peregrinos sin cuestionar los restos del apóstol. Curiosamente, mil años después, la experiencia del Camino es una vía de libertad y de reflexión individual compartida. Que alguien haga un informe, ahora que empieza la batalla, sobre la señalización, situación de los albergues, de la hostelería que les complementa, sobre ciertas conductas de frívola política y, sobre todo, del grado de respeto que debemos al que hace camino al andar.