Abascal quiere que Feijóo deje de hacerse el gallego
Calma y paciencia. Eso es lo que rige en los cuarteles de primavera, hasta hace sólo unos días de invierno, del PP de Castilla y León a la espera de que el inminente vicepresidente García-Gallardo, Juan, decida coger el teléfono y llamar a Mañueco para comunicarle los consejeros elegidos para las consejerías sin elegir que el domingo aseguró en Twitter tener entre las miles de candidaturas de Premios Nobel que han llegado a sus oficinas. Más o menos, vino a decir. El PP espera.
Eso y el paquete de ajustes al pacto del 10 marzo. Paquete con acuse de recibo de Abascal y destinatario Feijóo, que cuando acabe esta semana habrá puesto fin a la pesadilla vivida por su partido en los años de la muchachada. Mientras, las Cortes sin barrer. Y sin más sueldos políticos que los que se atribuyeron los seis de la mesa a razón de 98.000 al año cada uno. No hay sueldos, no hay grupos, no hay organigrama. No hay nada mientras el presidente de las Cortes, Carlos Pollán (que verá como algún día alguno la lía en el titular con el apellido de marras), no decida hacer algo.
Abascal maneja los tiempos y los ritmos y los tiene a todos sin sueldo político, y al PP a la espera de un gobierno de la Junta. Un verdadero crack en este sentido Abascal, que es quien decide y hace, o deshace. Veremos si hay que rehacer el acuerdo con un lenguaje menos sutil y ambiguo para que Feijóo no pueda hacerse el gallego con sus nuevos socios en Castilla y León. Aunque lo que también puede tener claro Abascal en este pulso eterno de la semana en la que los populares procesionarán a Sevilla con la confianza puesta en su propia resurrección es que Feijóo no va a andar cambiando de carril, de vagón o de estación cada dos por tres como hicieron los hermanos Pinzones del PP. Y a los suyos les advertirá muy clarito que hay que andar por lo segado.