Diario de Valladolid

Javier Pérez Andrés

Amores en Castilla la Vieja

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Nunca tuvo Cupido tanto ninguneo en su día. No estamos para vino y rosas con el resultado electoral. La pluriculturalidad territorial asomó entre los dos pilares del templo. Cardos y amapolas y viejos amores piden paso o pedirán… Castellanos viejos, leoneses, bercianos, sanabreses, terracampinos, morañegos, montañeses, parameses, maragatos, serranos, pasiegos, comuneros, realistas, rayanos, andaluces del sur Ávila, sorianos y así hasta sesenta gloriosas identidades que duermen en el viejo arcón del olvido, entre la izquierda conocida y la derecha reconocida. A todos se les ha partido el corazón. En el fondo, también a los descendientes de los musulmanes y mozárabes, godos, arévacos y romanos, del Cid, de Alfonso VI, de Don Pelayo, coronado en Valdeón, del Marqués de la Ensenada y del de Vega Inclán (Don Benigno) y a los bisnietos de campesinos, labriegos, mineros, carreteros, cabreros, vaqueros, carboneros, alarifes, venteros y toda la intrahistoria unamuniana. A todos ellos, que somos todos nosotros, también se les ha enfriado el corazón. He asistido atónito al espectáculo mediático de nuestra comunidad en manos de tertulianos, informativos nacionales que, para una vez que éramos noticia, cada mañana, nos han relegado al despoblado, al feudalismo y han frivolizado hasta extremos imperdonables con nuestra agricultura y ganadería. Hemos sido pasto de titulares que nos describían en un desierto. Manda huevos. De granja, por supuesto. No sé cómo no han levantado más la voz los miles de alcaldes que llevan años echando el resto con los restos que les han dejado. Me niego a aceptar la sarta de descalificaciones. Defiendo la honorabilidad de un Demetrio Madrid o de un Juan Vicente Herrera. A los getas mitineros y a los que corrompieron la política les conocemos todos con nombres y apellidos. De lo que se trata es de echar un pulso al presente, ahora. El futuro tiene diez años en el medio rural. Una década para el vaciado. Servidor, que a estas alturas se afeita poco o nada, espera a la puerta el paso de esa tropa de mitineros de un lado y de otro, que juegan desde lejos con el verdor de una tierra de tierras que da tiro y raya a una buena parte de la actual Hispania, hoy con las teselas desperdigadas y decoloradas en su propio mosaico social y económico. Dios, ¡qué buenos paisanos si tuvieran buen gestor!

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