Esperando un acierto
SE ATRIBUYE a ciertos gobernantes la virtud de la cachaza y se les elogia la costumbre de aplicar los santos bemoles de no hacer nada a la espera de que las situaciones en las que quizá deberían intervenir se arreglen por sí mismas o se arruinen sin remedio porque no había nada que hacer. Otro género de esta especie se distingue por una hiperactividad insaciable y su mano larga aparece dejando huellas en todo lo que les queda cerca, a menudo rodeados de pelotas y correveidiles. Ni lo uno ni lo otro, obviamente, pero con frecuencia los errores de gestión llevan una de estas dos firmas o ambas en el caso de la sanidad de Castilla y León. Esa sanidad que cita para una mamografía a 16 meses vista a las bases paciente de Burgos de 72 años o que condena a la atención telefónica a pacientes con cáncer. Esa sanidad que se ha convertido en el agravante innecesario pero ahora inevitable del problema de la despoblación amenazando con darle la puntilla con los planes de reforma que se manejan en las alturas. Esa sanidad despoblada de profesionales, desigual y sacrificada que no merece ni tampoco nosotros, los pacientes, pasar por las manos de los que no hacen nada ni por los que no paran de tejer o destejer. No se deben repetir casos como aquel que esta semana desveló este periódico en el que se fuerza a una paciente a esperar año y medio una prueba diagnóstica o que en el mejor de los casos te pase como a un servidor, que llegó al especialista con un volante de Primaria y sin tratamiento alguno un año y pico después, cuando el problema ya se había solucionado sólo. Tan delicado es el asunto de la Sanidad que ha sido el teatro de la tragicomedia del Otelo del pacto bipartito. Una escena de celos que parece que se desvanece detrás del telón al encontrar los socios de Gobierno que más que enciscarse mutuamente les sale mucho más útil el desgaste de sus energías contra el enemigo común del Gobierno central y su satélite autonómico. Asi que por lo visto ahora toca oponerse a la ley de vivienda o practicar el contorsionismo político para ser más progresistas que nadie en pos de los objetivos de la Agenda 2030. Castilla y León, ese paraíso medioambiental cuya huella de carbono debe ser equivalente a la de Laponia, va a lanzar un presupuesto ajustado a ese invento. Será curioso ver por dónde salen los que nunca hacen nada y los que no se paran quietos. Y la sanidad, entretanto, esperando un acierto que la saque del problema.