Diario de Valladolid

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QUIÉN SABE si el tiempo no acabará por darles la razón. En estos tiempos tan extraños hacer las cosas mal a menudo trae consigo resultados que encajan finalmente. Lo digo por la regulación de la protección del lobo al norte del Duero. No me extrañaría que al final los lobos sean los únicos habitantes de estos páramos y ya nada importe si se les regula o no su existencia. Ya ocurrió con la famosa presa de Castrovido, que se pegó más de 20 años de tramitaciones hasta que se empezó a construir y ahora que está terminada el campo ya no la necesita de la manera que la demandaba hace décadas. Porque éste es un proyecto del que se empezó hablando hace un siglo nada menos. La comarca del bajo Arlanza ha decaído mucho en estos veinte años en cuanto a población y en la industria agrícola así que, muerto el burro, la cebada al rabo. Es uno de los grandes fiascos del gobierno central en esta provincia, en competencia con el cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña, que ha dejado a  la comarca del Valle de Tobalina donde aún está la central con su futuro a oscuras. Ahora que pagamos la energía eléctrica a precio de perfume francés echamos de menos Garoña, una fuente de generación económica, fiable, segura y, sobre todo, independiente de las materias primas que están tensionando los precios hoy. Igual que la térmica de Velilla del Río Carrión, que lo mismo que la nuclear burgalesa fue puesta en marcha en los años sesenta para aprovechar la producción carbonífera de la cuenca minera palentina. Dos fuentes de energía amortizadas y seguras. Olvídense del cuento chino de los pregoneros del apocalipsis. Esas zarandajas nos cuestas dinero. Como nos costará la orden del Gobierno central de desmantelar las centrales hidroeléctricas cuyas concesiones caducaron el año pasado. Ideas de jaimito que pagamos los de a pie. No se olviden de que la única energía limpia y renovable que se puede almacenar es la hidroeléctrica, que se hace funcionar con el agua embalsada cuando se necesita. Echaremos de menos tener la opción de tirar de ese recurso cuando Argelia o Rusia nos cierren el grifo del gas y lo peor es que a quienes toman estas decisiones no les pasa nunca nada. Ahí está el caso de la exministra de Medio Ambiente Cristina Narbona, que después de capar el proyecto de Castrovido para desnaturalizarlo y retrasarlo injustificadamente dedicó todas sus energías desde el Consejo de Seguridad Nuclear a boicotear la prórroga de actividad de la central de Garoña. Nadie le ha pedido cuentas por estos errores, pero eso no quiere decir que estén olvidados.

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