De las culpas de Herrera y el adelanto electoral
Hace ya más de dos esaños que Juan Vicente Herrera dejó el gobierno regional y la política activa. Dos años calladito y en silencio, para incordiar menos que un jarrón chino. Yresulta que dos años después nos enteramos, o se enteran algunos, que una agenda poblacional, o alguna gaita parecida de esa que se inventan los políticos para nominar a los problemas de forma ininteligible para los ciudadanos, no se cumplió y se fue un montón de gente. El mismo montón de gente que lleva marchándose de Castilla y León desde que no está Herrera y sin que haya la agenda esa poblacional. Es más, estamos pedientes todavía del diagnóstico que se prometió en la investidura. Aquel, que el muy agudo Pablo Fernández, de Podemos, les dijo a los entonces inmediatos gobernantes en sucesión de Herrera, que era «despoblación, señores, el diagnóstico es depoblación». Iban a montar un grupo de expertos para decirnos que nos dolía la despoblación. Nada sabemos, pero ahora sabemos que la agenda aquella se imcumplió. Lo sabíamos todos. Alguno se ha enterado ahora. Los que miramos dos o tres veces al año el Instituto Nacional de Estadística, hace tiempo que lo sabemos que la gente sale de aquí a manadas. Y sigue saliendo, sin Herrera y sin agenda. La solución a lo de la despoblación es echarle la culpa al ex presidente Herrera, que por cierto, pudiendo irse, se ha quedado. Creíamos que habíamos asistido a innumerables esperpentos políticos con esto de la nueva política. Los que nos queda por ver a este paso. Los políticos no se han enterado que los ciudadanos cuando los eligen para que solucionen lo que no hicieron otros, no para que nos cuenten las penurias y cuitas de los antecesores. Es decir, para trabajar, no para pregonar todo el día. ¡Qué hartazgo! Hay días que el adelanto electoral se hace imperioso, como el caballo de Jesús Gil y Gil.