Diario de Valladolid

Javier Pérez Andrés

Ni con flores ni con lazos

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EL LUNES fue el Día Internacional de la Mujer. Cada uno tiene su mujer en la agenda sentimental. La mía, mi madre. Ejemplo de sacrificio, ternura y comprensión. Pertenece a una generación sin derechos para ellas, de la que ha sobrevivido con muchísima dignidad. Y con un silencio a gritos. A ellas siempre se les escuchaba la pena.

En ese tiempo, la mujer pintaba poco y solo existía con flores a María y en el Corte Inglés. Aquellas mujeres, madres, decían que no trabajaban, que eran ‘amas de casa’. Lo pasaron muy mal a la hora de ir a comprar a la tienda, de educar a las hijas por la puerta de atrás y de soportar la violencia física, psicológica y social y a unos maridos que no estuvieron a la altura del amor de padres.

Por fortuna, cada vez son menos las que se esconden, se callan o pasan página, aunque muchas siguen silenciadas y pagando las consecuencias de lacra machista. Por lo que la sociedad debe denunciar a la primera de cambio. A pesar de todo, ellas criaron a unos hijos que se forjaron entre la casa y la calle y conocieron la democracia en este país, cuyas leyes ya no consienten, desde hace mucho tiempo, que vuelva a ocurrir aquello que tanto callamos.

De ahí que debamos sumarnos a todo lo que quede por hacer para evitar maltrato, anulación y desigualdad. Un potente altavoz en todos los medios de comunicación y en la actitud social en general salta como un resorte ante cualquier hecho denunciable. Todavía queda por hacer, de eso no hay duda. Pero que nadie se arrogue la paternidad de su defensa.

Es un logro de todos. Ni con flores a María ni con lazos morados ni con nada. Repito, esto es cosa de todos nosotros. Somos una sociedad nueva, respetuosa, que solo tiene un problema para sus mujeres, sus hijos, sus parejas y su vida y es proporcionarles la paz social y económica porque, en lo laboral, las mujeres dan tiro y raya en actitud, gestión y seriedad a muchos hombres. Hay diferencias abismales entre las mujeres como mi madre y las del siglo XXI.

No caigamos en el error que cometimos en el pasado. La mujer no le pertenece a nadie. Es tan libre como el hombre en una sociedad que nos hemos ganado a pulso y por la que debemos seguir trabajando. Y bien por aquellas madres de antes que supieron abrir a sus hijas un mundo más justo y las prepararon para afrontarlo, como lo han hecho la mayoría. Ahí están las mujeres de hoy demostrándolo en sus puestos de trabajo.

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