El momento de la honestidad política tras un gravísimo error
UNA METEDURA DE PATA del calibre de la que tuvo el ministro del Interior a primeras horas del lunes no parece concebible. Atribuir un crimen machista en Valladolid lo que los investigadores ya analizaban como el dramático suicidio de una mujer, que su propia pareja intentó impedir. Pero inmersos en esta tragedia de la pandemia que asola el mundo y está dejando miles de muertes hasta a un ministro del Interior se le puede disculpar un error de esta gravedad, que además atenta contra la veracidad en tiempos que toca combatir falacias y bulos. Hasta eso se le puede disculpar. Siempre y cuando se hubiera corregido con inmediatez. Pero el titular de Interior, la máxima autoridad informativa en materia de violencia de género, optó por el sostenerla y no enmendarla. Ni una disculpa. Ni una rectificación del gobierno, pese a que la mismísima Delegación del Gobierno, a través de lo que sabían de los investigadores, ya advirtió, tal y como publicó este periódico el mismo lunes en su edición digital, que el ministro se había precipitado y que todo apuntaba a un suicidio. Es más, el hombre trató de impedirlo infructuosamente tal y como relataron numerosos vecinos que presenciaron el suceso.
El caso es que se activó el protocolo de violencia de género y ante la frivolidad del ministro del Interior el hombre se pasó día y medio en el calabozo hasta que testificó en comisaría y en el juzgado. Lo que no quiso enmendar el ministro lo enmendó ayer el fiscal y el juez, que avalaron la tesis del suicidio, tal y como reflejaba la autopsia y los resultados de la investigación en la mañana del lunes, horas después de la flagrante metedura de pata ministerial.
El caso es que a este hombre, vecino del barrio vallisoletano Pajarillos, que además de la tragedia de perder a su compañera, nadie le va a quitar ya los dos días del calabozo. Ni tampoco ser el objeto de un bulo propagado desde el mismo gobierno, ese que diariamente dice que hay que combatir las mentiras de las redes que sufren las acciones del ejecutivo. Ese hombre quedará estigmatizado no ya por la detención, sino por haber sido señalado por un miembro del gobierno.
Pero nunca es tarde, al menos para la rectificación y la disculpa. Y lo que debería hacer el ministro, por otra parte, uno de los jueces más admirables que ha tenido este país en la lucha contra la delincuencia y el terrorismo, es levantar el teléfono y disculparse personalmente con la víctima de sus falsa acusación, ahora que ya no queda ninguna duda. Eso no corregiría su gravísimo error, pero dejaría claro que por encima del político está el ser humano que obra con la honestidad del que se equivoca: se disculpa y rectifica. Sería una buena lección después de una de las mayores meteduras de pata políticas que se recuerdan.
Y no son pocas a las que asistimos en cuarentena y confinados contra tanto despropósito político los ciudadanos. Fernando Grande Marlaska tiene talla para eso y para más. Lo demostró en sus tiempos de brillante instructor contra el crimen en la Audiencia Nacional.