Diario de Valladolid

JOSÉ MANUEL CANTERA CUARTANGO

El competido voto del Sr. Cayo

El autor ensalza la obra de Delibes, que permite al lector acercarse al duende castellano-rural y destaca la importancia de saber escuchar y atender a las personas

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LA OBRA DE Miguel Delibes es inmortal, perdurable en el tiempo. Todos sus libros rezuman sabiduría vital y popular, verdadera ciencia que muy pocos consiguen a lo largo de la vida, quedándose otros en la más burda superficialidad e idiocia. La estulticia suele ser compañera y componente psíquica de personas amargadas, envidiosas, vengativas y llenas de orgullo. La psicología de sus personajes penetra -hasta el fondo- en el conocimiento del alma, poniendo de relieve lo mejor y lo peor del ser humano.

Tiene novelas memorables como La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal en 1947, Diario de un cazador o El hereje, ambas -y en épocas históricas distintas-, Premios Nacionales de Literatura en 1950 y 1998, respectivamente. Menos conocidas, pero no por ello de inferior calidad, se encuentran sus libros de viajes, entre los que destacan Un novelista descubre América, Europa: parada y fonda o USA y yo. Sin embargo, si me tuviera que quedar con una de ellas en este momento de fiebre electoral, sería El disputado voto del Sr. Cayo, llevada a la gran pantalla en 1986 por el director de cine Antonio Giménez-Rico y protagonizada por una joven Lydia Bosch y un soberbio Francisco Rabal.

La novela cuenta las andaduras y peripecias de varios militantes de un partido político en las primeras elecciones democráticas de la España de finales de los años setenta del Siglo XX, que, en un ejercicio de activismo político modélico, se recorren todos los pueblos de las provincias castellanas para conseguir los votos de la zona rural y que su candidato se convierta en Diputado.

Los protagonistas de la novela son -fundamentalmente- cuatro: Víctor, el candidato a Diputado, Laly y Rafa, sus dos entusiastas acompañantes, y el Sr. Cayo, vecino del pueblecito castellano que visitan, que vive con su mujer y con otro paisano con el que no congenia. No se pueden ver ni tratar.

Leer esta novela es un deleite para el intelecto y una manera de acercarse y conocer el duende castellano-rural, además de que narra historias -algunas disparatadas y guasonas- y plantea temas de inusitada y rabiosa actualidad, a pesar de que hayan transcurrido más de cuarenta años desde que se escribió.

Varias son las cuestiones que quisiera resaltar y que hacen de Miguel Delibes un profeta -muy querido- en su tierra. La primera es la crítica mordaz y desternillante del machismo de la época y que -por desgracia- todavía existe en nuestra sociedad. Hay una conversación -divertida y sarcástica-, entre Laly, el personaje femenino -y aguerrido- de la novela, y Rafa, camarada que bebe los vientos por ella, en la que Laly, menospreciada por Rafa, le espeta que reúne los requisitos -las tres Pes- de un pequeño burgués y parásito: pereza, pito y paladar. Ahí queda.

El segundo aspecto que quiero resaltar es la riqueza del lenguaje rural del autor castellano, que debería constituir un patrimonio cultural de primera magnitud en nuestra Comunidad Autónoma. La vida rural castellana es cultura. Palabras como brañas, cascajares, banzo, engrudo, bruza, tajuelo, mojicones, entremijo o ringleras, están desapareciendo de nuestro imaginario colectivo. No podemos permitirlo. No podemos dejar que esto ocurra. Potenciemos, a través de diferentes medios -visitas, cursos, jornadas, conferencias, congresos, publicaciones periodísticas y académicas, circuitos turísticos, lecturas, difusión en bibliotecas, exposiciones itinerantes- el lenguaje y la cultura de nuestros pueblos.

Y el tercer punto es uno de los mensajes -a mi modo de ver el más crucial- de la obra: el futurible Diputado y sus acompañantes pensaban que iban a resolver la vida y dar solución -con sus propuestas- a los problemas de los habitantes de las zonas rurales. Sin embargo, se encontraron con que el habitante de uno de los pueblos más perdidos y recónditos de una provincia española, el Sr. Cayo, tenía más sentido común, estaba más preparado y poseía más conocimiento -adquirido con el transcurso del tiempo y experiencia de la vida- que cualquiera de los ‘licenciados’ de la ciudad.

En los periodos y citas electorales en los que nos encontramos, se busca, incansablemente, cómo satisfacer las necesidades de los ciudadanos y plasmarlas en medidas y programas que permitan ganar una mayor cuota en el mercado electoral. Existen algunos ensayos que contribuyen a conocer y entender -desde un punto de vista sociológico, económico y de filosofía política- la razón del sentido del voto. De entre ellos podemos destacar obras -de talla mundial- como La mente de los justos, del pensador norteamericano vinculado al partido demócrata Jonathan Haidt, Identidad, de Francis Fukuyama, Los límites de la libertad, de James M. Buchanan, o El mito del votante racional, de Bryan Kaplan. Todos son interesantes y tratan de dar una visión general del comportamiento psicológico y social de los votantes pertenecientes a los más variados espectros políticos. Pero, todos ellos, coinciden como uno de los planteamientos de fondo -igual que en la obra de Delibes- en la obligación de una permanente actitud de escuchar, de saber atender.

Así pues, prestemos atención a los colectivos, a los barrios, a los distritos, a las plataformas cívicas de las más diversas tendencias. En definitiva, procuremos satisfacer -escuchar- las necesidades propuestas por las personas. No nos equivocaremos.

José Manuel Cantera Cuartango es funcionario de la Administración Local con habilitación de carácter nacional.

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