Diario de Valladolid

JOSÉ MANUEL CANTERA CUARTANGO

Fouché está de moda

El autor compara la figura de uno de los políticos más influyentes de la Revolución Francesa y del Imperio Napoleónico con los «trasvases de personas» entre partidos

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El próximo 21 de mayo se cumple el doscientos sesenta aniversario del nacimiento de uno de los políticos más controvertidos e influyentes de la Revolución Francesa y del Imperio Napoleónico. Su nombre es Joseph Fouché. Nació en un pueblecito cerca de Nantes, llamado Le Pellerin, ciudad que hoy forma parte del Departamento Francés del Loira Atlántico. Algunos –y con razón– le han considerado el padre y fundador del espionaje moderno. Fue capaz de adoptar diferentes personalidades políticas a lo largo de su apasionante vida, pero siempre desde las bambalinas.

Tuvo las extraordinarias facultades de estar siempre del lado del poder, del bando ganador, de la facción victoriosa. ¿Cómo lo logró? No lo sé. Lo que es un hecho cierto e incontrovertible, histórico, es que se formó en la Iglesia católica –ingresó en la orden religiosa de los oratonianos–, aunque luego la abandonó; ocupó un cargo muy relevante en los Estados Generales previos a la Revolución Francesa; al estallar la Revolución el 14 de julio de 1789 entró en la Asamblea Nacional, primero con los girondinos y después –cuando estos perdieron fuerza– con los jacobinos; una vez instaurado el estado del terror en Francia con Robespierre a la cabeza (1793), colaboró con él en la campaña de erradicación del cristianismo y en la represión en la ciudad de Lyon, hasta el punto de que le apodaron –por su actuación sanguinaria– con el sobrenombre de ‘Mitrailleur de Lyon’ o ‘Ametrallador de Lyon’.

Más tarde supo ganarse la confianza de Napoleón por su labor eficaz como Ministro de la Policía durante la etapa del Directorio (1795-1799) y se mantuvo como tal durante los años en los que Napoleón gobernó el Imperio Francés, de manera interrumpida y alternativa, hasta 1814.

Esta conducta no ha sido exclusiva de Fouché, aunque su carácter camaleónico, audaz, frío, ambiguo, taimado e impenetrable sería digno de mención continuada y de profundo estudio en la historia y tratados de Ciencia Política y del psicoanálisis mundial.

Hay otro personaje de la historia que se comportó de manera muy similar. Aparece en el Nuevo Testamento cristiano en el año del Siglo I a.e.c (antes de la era cristiana): el Rey Herodes, el Grande, que ordenó asesinar a todos los niños y niñas menores de dos años que habitaran en su territorio, homicidio con nocturnidad y alevosía del que se libró Jesús de Nazaret y que ha dado lugar a la celebración, en el calendario católico, del día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre.

Cuenta el historiador Flavio Josefo –en su obra Antigüedades Judías– que en la pugna por hacerse con el Imperio Romano entre Marco Antonio y Octavio –sobrino de Cayo Julio César–, el Rey Herodes se decantó por apoyar a Marco Antonio. Sin embargo, con la derrota y la muerte de éste, Herodes supo aproximarse al primer emperador romano Octavio Augusto, quien, finalmente, le perdonó la vida y le reconoció como gobernador de Judea, a cambio de enormes cantidades de dinero, así como de que conservase la paz social en el mundo judío, cuestión que no era del todo fácil por los antepasados revoltosos del pueblo de Abraham, Isaac y Jacob.

En las últimas semanas hemos podido observar cómo se están produciendo el trasvase de personas de un partido político a otro sin solución de continuidad: del PP a Ciudadanos, de Ciudadanos al PP, del PP a Vox, de Vox al PP, del PSOE a Ciudadanos, de Ciudadanos al PSOE, de Podemos al PSOE, del PSOE a Podemos, de Podemos a otras candidaturas, de Izquierda Unida a Podemos, de Podemos a Izquierda Unida y así sucesivamente. Otros optan por crear candidaturas propias que se asemejan o se acercan ideológicamente a alguno de los partidos políticos ya creados –viejos o nuevos– y consolidados. Me pregunto cuáles son las razones de estos cambios de chaqueta. ¿Travestismo político? ¿Transfuguismo ideológico? ¿Supervivencia metafísica? ¿Conservadurismo material? ¿Convicciones personales por encima de interpretaciones en la dirección de los partidos políticos? ¿Caballos de Troya? ¿Primum vivere, deinde philosophari?

Muchos piensan que se trata de una traición a los propios valores y les tachan de desleales, de ataque de cuernos, de veletas que siguen el sabio consejo de Marx –Groucho que no Karl– cuando dijo «Estos son mis principios.

Si no le gustan tengo otros». Mientras, otros argumentan que los que han cambiado no son ellos sino que, más bien, han sido los propios partidos políticos los que han virado –radicalmente– de ideología, de programas, de objetivos y de formas de pensar, de hacer, de comunicar y de gobernar.

Sea como fuere, lo innegable es que el cambio de unos partidos políticos a otros es una realidad y no solo se ha producido en personas de cierta notoriedad pública –y con el tiempo provocará también el cambio entre los mandos intermedios–, sino que se está produciendo en muchos ciudadanos y ciudadanas de a pie. En definitiva, Fouché y Herodes, el Grande, se anticiparon al comportamiento humano. Sin duda alguna, Fouché está de moda.

José Manuel Cantera Cuartango es funcionario de la Administración Local con habilitación de carácter nacional.

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